Rusia se ceba con la población civil de Ucrania con más de 1.500 ataques en la última semana y nuevos misiles
- Tras lanzar un órdago atacando Dnipro con un misil con capacidad nuclear, el Kremlin utiliza por primera vez un S-400 contra Járkiv.
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Rusia sube la apuesta para arrasar Ucrania, y también el calibre de los misiles que está disparando contra sus ciudades. Durante las últimas 24 horas, el Kremlin ha perpetrado un nuevo ataque masivo contra la población civil ucraniana, que culminó en Járkiv capital, donde arrojó un misil S-400 –con gran capacidad destructiva– contra un Registro Civil y numerosas viviendas que había a su alrededor.
El bombardeo se saldó con 25 heridos, pero pudo haber sido mucho peor al producirse a las 8:30 de la mañana, cerca del horario de apertura que muchas personas aprovechan para hacer el papeleo con la Administración antes de acudir a sus puestos de trabajo.
Es la primera vez que Rusia emplea este tipo de misil tierra-aire, modificado, para lanzar un ataque terrestre en Ucrania. Y en un primer momento llamó la atención que “desperdiciase” uno de estos proyectiles antiaéreos para ejecutar un bombardeo que podría haber realizado con otro tipo de armamento más común. Pero justo la noche anterior, Ucrania destruyó en suelo ruso un sistema completo de lanzamiento de misiles S-400 –empleando, además, los ATACMS americanos de largo alcance para hacerlo–. Así que el bombardeo de Járkiv venía con mensaje.
Desde que Estados Unidos autorizó a Zelenski para usar los misiles de largo alcance ATACAMS y los Storm Shadow –que aunque son británicos llevan un componente de fabricación americana–, la escalada en número e intensidad de los ataques rusos contra ciudades ucranianas está desbocada.
Matar de frío
Putin ha atacado Ucrania 1.500 veces en una semana, tal y como denunciaba el presidente Zelenski. Y los objetivos han sido en su mayoría infraestructuras civiles como edificios de viviendas, centros administrativos, hospitales y también las plantas de electricidad y calefacción. Algo que preocupa sobremanera en un país donde se pueden alcanzar los 30 grados bajo cero en invierno.
El Kremlin ha puesto a prueba la capacidad energética de Ucrania desde 2022, cuando comenzó su campaña de bombardeos de la infraestructura crítica del país. Pero ha sido este año cuando más daño ha provocado, al cebarse con los sistemas de distribución de energía, impidiendo trasvasar recursos desde las provincias menos afectadas.
El objetivo de Rusia es desenergizar las ciudades ucranianas, y utilizar el frío como un arma de guerra contra la población civil –que ya se ha acostumbrado a los cortes eléctricos, pese a todo lo que implican–.
Desde el otro bando, hay que decir que, hasta el momento, Kiev sólo ha empleado el armamento occidental de largo alcance tipo ATACMS contra objetivos militares, ubicados en la región rusa de Kursk: bases del ejército, concentraciones de tropas norcoreanas –que ahora combaten a las órdenes de Putin– y recientemente el aeródromo donde se encontraba el sistema antiaéreo S-400.
Récord de drones suicidas
En la madrugada del domingo al lunes, junto a Járkiv, las ciudades de Odesa, Zaporiyia, Mykolaiv y Kiev también sufrieron ataques. Desde la capital del país, llegaban testimonios de personas describiendo cómo escuchaban los drones suicidas Shahed sobrevolando sus casas.
La Defensa Antiaérea de Kiev no tuvo descanso en toda la noche y los vecinos del centro, además de escuchar los disparos con los que intentaban tumbar estos aviones explosivos, pudieron ver los numerosos chorros de luz de los reflectores iluminando el cielo –mientras las sirenas antiaéreas sonaban sin parar– en una escena inédita para la población.
“Doy las gracias a los defensores de nuestros cielos por los derribos y el trabajo durante todo el día para garantizar la seguridad de nuestra gente”, declaraba Zelenski horas después del ataque, que finalmente dañó la infraestructura eléctrica de Kiev y de Mikolaiv.
La perla del Mar Negro
Los habitantes de Odesa también han sido duramente golpeados en las últimas horas. Rusia dirigió un ataque con misiles contra la Perla del Mar Negro, una de las capitales donde está escalando sus bombardeos desde hace varios meses –desde mucho antes de que Biden diera luz verde para que Ucrania utilizara los ATACMS–.
En esta ocasión hubo 11 personas heridas, de las cuales ocho permanecen hospitalizadas. Y el bombardeo causó importantes daños en edificios residenciales, instituciones educativas, un centro médico y varios comercios.
Los residentes de esta ciudad, que estuvo 48 horas sin electricidad la pasada semana, siguen intentando reponerse después de cada ataque. Pero cada día es más difícil conseguirlo. En estos momentos, los comercios sobreviven alimentados por generadores de gasolina que reposan sobre las aceras de todas las calles.
El sonido de sus motores se escucha por encima incluso del tráfico rodado, y sólo es superado cuando arrancan las sirenas antiaéreas. Pero a pesar de que los avisos siguen funcionando y se insta a las personas a acudir a los refugios, no todos cuentan con uno cerca. Y los heridos y muertos se cuentan por decenas en las últimas semanas.
La lista de ciudades que son constantemente asediadas por las bombas rusas es más larga: Sumy, Jersón, Poltava o Chernigiv son otras de las damnificadas. Y dentro de Ucrania todos sus habitantes saben que la situación va a ir a peor a partir de ahora, porque Putin ha pisado el acelerador para avanzar en su invasión cuanto pueda, antes de que Trump se instale en la Casa Blanca.
La promesa del nuevo presidente electo de Estados Unidos de sentar en una mesa de negociaciones a Rusia y a Ucrania –quieran o no– ha despertado aún más las ansias expansionistas del Kremlin, que quiere someter el máximo posible de territorio ucraniano antes de que Trump cumpla su promesa el próximo enero.