¿Y ahora qué? Los escenarios que se abren si cae el Gobierno francés tras la censura de la izquierda y la ultraderecha
- Sólo una de las 130 mociones de censura de la V República triunfó… en 1962.
- Más información: El Gobierno francés, a punto de caer tras anunciar Le Pen y la izquierda que sacarán adelante una moción de censura
Francia, en crisis. El primer ministro, Michel Barnier, parece sentenciado. Cesará si una de las dos mociones de censura presentadas el lunes triunfa. Lo nunca visto en la V República desde 1962, fecha de la última moción que provocó la caída de un primer ministro. La bolsa de París reculó de inmediato, el euro perdió un 1% mientras Francia paga ya sus préstamos al mismo precio que Grecia. El resultado de esas mociones se verá este miércoles a partir de las 16:00 horas.
¿Apocalipsis político? Bueno, no debe ser para tanto porque en el mismo momento que la crisis estallaba en la Asamblea, el presidente de la República, Emmanuel Macron, aterrizaba en Arabia Saudí, para una visita oficial de tres días…
Les cuento. Eran las 15:40 horas cuando el primer ministro subía a la tribuna del hemiciclo para anunciar que activaba el artículo 49, párrafo 3 de la Constitución de la V República. El 49,3 es la bomba atómica del arsenal del poder ejecutivo francés. Cuando un primer ministro lo emplea, unido a un proyecto de ley, apuesta la supervivencia de su gabinete. La oposición tiene 48 horas para presentar una moción de censura que necesita el apoyo de la mitad de los diputados más uno (289 en esta legislatura). En caso contrario, el proyecto de ley sobre el que el gobierno aplicó el 49,3, queda aprobado.
Barnier ha disparado su primer 49,3, en el día 88 de su mandato, en relación al proyecto de ley de financiación de la Seguridad Social. Mientras hacía uso de su palabra, los diputados de la Francia Insumisa (LFI, la extrema izquierda del parlamento francés) abandonaban ruidosamente el pleno.
Poco después, presentaban su moción de censura firmada por diputados de los cuatro componentes del Nuevo Frente Popular (NFP), esto es, insumisos, comunistas, ecologistas... y socialistas, que llevan tiempo intentando desmarcarse de la deriva de LFI. Hasta aquí, normal.
Al fin y al cabo, el 49,3 se ha utilizado en 113 ocasiones. Y se han votado 130 mociones de censura en 66 años de V República.
Lo que diferencia ésta de otras crisis precedentes es que, de inmediato, Marine Le Pen, líder de Reunión Nacional (RN, extrema derecha) ha declarado que su grupo no sólo iba presentar su propia moción, sino que también estaba dispuesta a apoyar la del NFP. Y esto sí es una bomba.
Porque normalmente nadie apoya los textos de la extrema derecha, así que su moción no saldría nunca adelante. La de la extrema izquierda podría triunfar, en cambio, si Le Pen cumple lo dicho el lunes y une sus 142 votos a los 193 del otro extremo del hemiciclo.
Lo cual tiene su maldad porque si Le Pen quiere derribar a Barnier, tiene que votar un texto que dice que el primer ministro es indigno de seguir en su cargo por las numerosas cesiones que ha hecho a la extrema derecha.
La izquierda, incapaz de votar cualquier propuesta, por menor o inocua que sea, de la extrema derecha en aras de su sacrosanto frente republicano, no le hace ascos ahora a los votos de Le Pen. Todo voto es bueno para derribar a Barnier.
Un sistema presidencialista
En ambos casos, sus parlamentarios argumentan que se trata de votar la censura del ejecutivo. No de un acuerdo para gobernar. En el orden constitucional de la Francia de la V República, al contrario que en España, donde la moción de censura es constructiva, la moción de censura no debe llevar emparejado el nombre de un primer ministro alternativo.
Entre otras razones, porque el régimen francés es presidencialista y toda la Constitución tiene un sesgo protector hacia el presidente de la República, único jefe de Estado de Europa elegido por sufragio universal. De hecho, es prerrogativa del presidente elegir al primer ministro, sin plazos ni condición alguna. De hecho, Macron tardó más de dos meses en decidirse por Barnier que es un político de la derecha republicana, 47 escaños, al frente de un ejecutivo con ministros del centro pro Macron cuyas fuerzas suman 166 escaños.
El 49,3 es otra forma parlamentaria de aprobar un proyecto de ley gubernamental, pese a que en España muchos lo asemejan al decreto ley. El régimen de la V República es un traje a medida del primero de sus presidentes, el general Charles de Gaulle, llamado al poder durante la crisis de Argelia (entonces territorio francés) que acabó con la IV República, un régimen inestable por la falta de hegemonías en una Asamblea multipartidista.
De un extremo constitucional a otro, la moción de censura de la V República es poco más que un derecho al pataleo de la oposición. De hecho, la última que triunfó fue el 5 de octubre de 1962. Salió adelante con los votos de 280 diputados (sobre 480) centristas, socialistas y de la derecha no gaullista a la que se sumaron 10 comunistas.
Se oponían a la elección de presidente por sufragio universal. El 6 de octubre, el primer ministro, Georges Pompidou, entregó su dimisión, pero De Gaulle lo mantuvo en funciones. Y el 10 de octubre disolvió la Asamblea. El 28 del mismo mes se aprobó la elección del presidente por sufragio universal en un referéndum con un masivo sí. Y un mes después, los gaullistas ganaron las legislativas y Pompidou fue confirmado en su puesto.
Un nuevo primer ministro
Ahora, Macron no puede jugar la misma baza porque una reforma constitucional impide disolver la Asamblea hasta pasado un año después de su elección. Esto es, julio.
Así que si Barnier es censurado tendrá que elegir un nuevo primer ministro (de hecho podría designar al propio Barnier). La izquierda reclama para sí el puesto, argumentan que son la mayor fuerza de la Cámara, pero es inconcebible que Macron le dé las llaves del palacete de Matignon (residencia del primer ministro) a uno de los suyos para imponer un programa que propone desmontar la obra de su gobierno empezando por la reforma de la jubilación.
De hecho, Macron desoyó esta propuesta argumentando que un primer ministro izquierdista sería censurado ipso facto por la derecha, la extrema derecha y los centristas.
Ayer, desde Arabia, el presidente hizo un llamamiento a la Asamblea para que afronte por sí misma la estabilidad que Francia necesita. Como si la actual Cámara, partida en tres bloques y medio, no fuera consecuencia de su decisión de disolver anticipadamente como reacción a la victoria incontestable de la extrema derecha en las elecciones europeas de junio.
El cálculo de Macron era que la derecha republicana se rompería entre partidarios y contrarios a una alianza con Le Pen y que los socialistas, envalentonados por su resurrección en las europeas, se emanciparían de los insumisos. Lo primero pasó. Lo segundo, no. Y de aquel calentón, esta Asamblea que parece incapaz de librarse de la calentura de unos comicios veraniegos.