Una imagen satelital muestra una instalación naval rusa sin barcos visibles en la sección superior de la instalación, después de que los rebeldes sirios derrocaran al presidente Bashar al Asad, en Tartous, Siria, en esta fotografía tomada el 9 de diciembre de 2024.

Una imagen satelital muestra una instalación naval rusa sin barcos visibles en la sección superior de la instalación, después de que los rebeldes sirios derrocaran al presidente Bashar al Asad, en Tartous, Siria, en esta fotografía tomada el 9 de diciembre de 2024. Reuters

Europa

La OTAN se prepara ante la posibilidad de que Rusia envíe al mar Báltico los buques de guerra que tenía en Siria

J.Atienza
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Actualizada

Desde que comenzó la invasión rusa de Ucrania, el mar Báltico, que conecta a ocho países miembros de la OTAN con Rusia, ha sido escenario de numerosos sabotajes. Primero fue la voladura del gaseoducto Nord Stream en septiembre de 2022 y luego, Alemania, Suecia, Finlandia y Lituania fueron víctimas del corte de cables de telecomunicaciones de su red submarina de fibra óptica. 

En las últimas semanas, sin embargo, se han registrado nuevas actuaciones que perturban la normal circulación por el mar. En concreto, las comunicaciones móviles y los sistemas de seguimiento marítimo están registrando interferencias, lo que pone en riesgo, no solo la seguridad de las embarcaciones, sino también la estabilidad del suministro energético en Europa. De acuerdo con Polonia y otros países ribereños, Rusia está detrás de estas interrupciones, que forman parte de una estrategia de guerra híbrida. ¿El objetivo? Medir las reacciones y respuestas de los distintos países occidentales. 

Ha sido el vicealmirante Krzysztof Jaworski, comandante del Centro de Operaciones Navales de Polonia, quien ha explicado a la agencia de noticias Reuters, que estas acciones acarrean graves consecuencias para el tráfico marítimo y las cadenas de suministro que atraviesan el mar. "Estamos hablando de una conducta agresiva que busca desestabilizar nuestra región y desafiar la cohesión de la alianza", ha afirmado en una entrevista reciente con la agencia. 

Y es que Polonia, que recibe la mayor parte de su gas natural licuado y los envíos por gasoductos desde Noruega a través del Báltico, teme que su seguridad energética esté en peligro. "Estas acciones constituyen una amenaza directa para nuestra infraestructura crítica", ha advertido Jaworski, que ha subrayado también la necesidad de una respuesta coordinada por parte de la OTAN.

Buques fantasmas

Las investigaciones sobre algunos sabotajes han señalado la posible implicación de Rusia, aunque Moscú niega cualquier responsabilidad y acusa a Occidente de intentar desestabilizarla mediante campañas de desinformación.

Uno de los métodos utilizados por Rusia, según ha detallado Jaworski a Reuters, ha sido el apagado deliberado de los Sistemas de Identificación Automática (AIS) en sus buques comerciales, lo que les permite moverse sin ser detectados. Esto no solo viola la ley marítima internacional, sino que también genera riesgos para otros barcos en tránsito, al dificultar la navegación segura. Desde el sabotaje al Nord Stream, este tipo de maniobras se han registrado en docenas de ocasiones.

Además, Rusia ha intensificado su interferencia con las señales de navegación de otros barcos en la región, bloqueando sistemas de posicionamiento y transmitiendo lecturas falsas. "Nos enfrentamos a ecos fantasmas y a interferencias que afectan tanto a los datos móviles como a los sistemas de identificación", ha justificado Jaworski. Finlandia también ha reportado problemas similares: en octubre, su Guardia Costera denunció que las interferencias han provocado que barcos comerciales pierdan el rumbo en alta mar.

Un desafío a la seguridad colectiva

El jefe del servicio de inteligencia exterior de Alemania, Bruno Kahl, alertó el mes pasado sobre el impacto de estas tácticas de sabotaje en la seguridad de la región. En sus palabras, estas acciones podrían incluso obligar a la OTAN a considerar la activación del Artículo 5 de su Tratado, que establece la defensa colectiva en caso de un ataque contra uno de sus miembros.

Para Polonia, sin embargo, el desafío inmediato radica en mantener una vigilancia efectiva en sus aguas del Báltico. Jaworski ha admitido a la agencia Reuters que es imposible supervisar constantemente toda la región, aunque ha destacado que las operaciones conjuntas con aliados de la OTAN han sido fundamentales para preservar el equilibrio.

"Nuestra estrategia será monitorear, observar y demostrar nuestra capacidad de acción"

Jacek Siewiera, jefe de la oficina de seguridad de Polonia

A pesar de ello, las tensiones podrían aumentar si Rusia decide trasladar más buques de guerra al Báltico, incluidos barcos armados con misiles que actualmente operan en el Mediterráneo. De acuerdo con Jacek Siewiera, jefe de la Asamblea de Seguridad Nacional de Polonia, existe la posibilidad de que Moscú redirija estas unidades, que estaban en las costas de Siria, hacia San Petersburgo, un viaje que los llevaría por el mar Báltico.

Jaworski señaló que Polonia y sus aliados están preparados para responder a cualquier movimiento de este tipo. "Nuestra estrategia será monitorear, observar y demostrar nuestra capacidad de acción, para que cualquier adversario potencial sepa que estamos listos", ha afirmado.

Un campo de tensiones

El Báltico se ha convertido en un terreno estratégico donde se mezclan intereses energéticos, políticos y militares. Polonia, al igual que otros países de la región, depende de esta ruta para recibir suministros esenciales de gas y petróleo. Sin embargo, los constantes intentos de sabotaje y las tácticas de guerra híbrida ejercidas por Rusia complican la situación y generan incertidumbre.

"La guerra híbrida en el Báltico es el mayor desafío que enfrentamos", ha asegurado Jaworski, enfatizando la importancia de mantener la ventaja estratégica de la OTAN en la zona. No obstante, ha reconoció que cada nuevo buque ruso representa una amenaza potencial, confía en que la alianza puede redirigir recursos desde otras zonas, como el Atlántico o el Mediterráneo, para mantener el equilibrio en este punto crítico.

El escenario que se despliega en el Báltico es una prueba constante para las potencias occidentales. Rusia, con sus movimientos calculados, pone a prueba no solo las capacidades militares, sino también la coordinación y la fortaleza política de la OTAN. En este tablero, donde las olas esconden peligros invisibles, la vigilancia y la cooperación entre aliados son esenciales para evitar que las tensiones se conviertan en un conflicto abierto.