Abu Khalid es cirujano ortopédico y dirigía un hospital que recibe apoyo de Médicos Sin Fronteras (MSF) en la zona este de Alepo controlada por la oposición y asediada por los ataques de Rusia y del régimen de Bashar al Asad, que a inicios de octubre ha bombardeado cinco centros sanitarios en sólo cuatro días. Abu salió del este de Alepo el 21 de agosto creyendo que el bloqueo había terminado, pero cuando el cerco se volvió a cerrar no pudo volver. En estos momentos trabaja en el hospital de MSF de Al Salama, en el distrito de Azaz, cerca de la frontera con Turquía.
Abu describe en este testimonio en primera persona cedido a EL ESPAÑOL la situación en la zona este de Alepo a partir de su propia experiencia e información que le transmiten sus compañeros, quienes con los continuos bombardeos y ataques tienen que atender a numerosos heridos y no les queda tiempo para poder sentarse y escribir. Abu es la voz de los heridos, de quienes no pudieron salvar y de sus compañeros que siguen luchando cada día -como él ahora más al norte- por mantener con vida a las víctimas de la guerra:
El asedio está empujando a la población al hambre y a la inanición
Cuando comenzó el asedio en julio, la comida era el principal problema. Alepo es una ciudad industrial y existen muy pocas zonas verdes donde se pueda cultivar. La ciudad tampoco cuenta con granjas suficientes en las afueras para producir suficientes alimentos para la población que queda. La gente depende de los alimentos no perecederos como arroz, alubias, patatas y la comida enlatada, pero estos no tienen suficientes vitaminas. El asedio está empujando a la población al hambre y a la inanición.
Los bombardeos se han intensificado y están hiriendo y matando a más y más personas. La semana pasada, los hospitales del este de Alepo realizaban un centenar de intervenciones quirúrgicas diarias. La destrucción de la ciudad es inconcebible. Hay cuatro hospitales en el este de Alepo con capacidad para tratar a los heridos de guerra, pero todos los centros hospitalarios carecen de personal.
Quedan sólo siete cirujanos en el este de Alepo con competencias profesionales y experiencia para asistir a los heridos en los bombardeos. En total, no hay más de 35 médicos en todo el este de la ciudad. Debido al aumento del número de heridos, los hospitales están desbordados y antiguos estudiantes de medicina ayudan en las intervenciones quirúrgicas, con las urgencias y demás. Han ganado mucha experiencia durante la guerra.
Los médicos no tienen tiempo para dormir, tienen que priorizar los casos más críticos, y se ven obligados a retrasar operaciones quirúrgicas urgentes porque los quirófanos están siempre ocupados
Los médicos están agotados. Cuando te fijas en el número de personas atrapadas en el este de Alepo te das cuenta de que 35 médicos no son suficientes. Están bajo mucha presión y los heridos inundan los hospitales. En muchos casos, el flujo de pacientes es tal que tienen que esperar fuera de los centros. Los médicos no tienen tiempo para dormir, tienen que priorizar los casos más críticos, y se ven obligados a retrasar operaciones quirúrgicas urgentes porque los quirófanos están siempre ocupados.
Únicamente quedan 12 camas de cuidados intensivos en todo el este de Alepo. Si la ciudad no estuviera en estado de sitio, 12 camas incluso podrían ser suficientes. Sin embargo, en la situación actual, los médicos no pueden referir a los pacientes fuera de la zona cercada y se enfrentan a decisiones muy difíciles. En ocasiones extremas se ven obligados a desconectar la ventilación mecánica de pacientes con menor probabilidad de sobrevivir para poder brindar a otros una oportunidad.
En ocasiones extremas se ven obligados a desconectar la ventilación mecánica de pacientes con menor probabilidad de sobrevivir para poder brindar a otros una oportunidad
El este de Alepo carece también de ciertas especialidades médicas. Por ejemplo, se requiere un neurocirujano. No es el único tipo especialista que falta, pero es un ejemplo de cómo la situación añade sufrimiento a los residentes de Alepo. Hay personas que están muriendo cuando podrían haberse salvado.
La ciudad está paralizada por la falta de combustible. Antes del asedio, cuando un ataque aéreo provocaba decenas de heridos y las ambulancias no podían llevarlos a todos, parte de los heridos eran trasladados a los hospitales en vehículos particulares. Hoy eso resulta imposible y las ambulancias tienen que hacer todo el trabajo. A menudo se da la circunstancia de que los heridos esperan en las calles a ser trasladados a un hospital y, con frecuencia, acaban falleciendo. Es una catástrofe.
He visto a personas con heridas que no puedo describir, heridas de las que ni siquiera había leído en los libros de medicina
He visto a personas con heridas que no puedo describir, heridas de las que ni siquiera había leído en los libros de medicina. Un día, recibimos a una niña que había perdido la mitad de su cuerpo, pero aún estaba consciente y podía hablar. Tenía mucho dolor y me pidió que lo detuviera. La intervenimos a pesar de que tras haber perdido la pelvis y las extremidades no podía sobrevivir. La trasladamos a la unidad de cuidados intensivos y, tras algunas horas, despertó. Vio a su familia una última vez antes de morir. Un ser humano muere delante de ti y no puedes hacer nada para evitarlo.
Si el asedio continúa, habrá hambruna
Cuando comenzó el sitio en julio, la gente abrigaba esperanzas y estaba convencida de que aquello terminaría. El cerco se rompió en agosto sólo para volver a cerrarse días después. Hoy, la población está exhausta y los bombardeos duplican o triplican ese agotamiento.
Mi mayor deseo es que el bombardeo pare. También espero que el asedio termine para que la población civil pueda escapar, los heridos sean referidos fuera de la ciudad para recibir atención médica y la ayuda entre en la ciudad. Si el asedio continúa, habrá hambruna.
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