“Al llegar allí encontré muchos cuerpos tendidos en la acera. Me quedé en estado de shock”, relata el médico Hussama Kara a EL ESPAÑOL.
Cuenta que se desplazó en ambulancia a Jan Shijún, donde un supuesto ataque con armas químicas atribuido al régimen sirio ha dejado decenas de muertos y heridos.
“No sabíamos que estábamos ante un ataque químico, ni siquiera lo sospechábamos, así que no llevábamos el equipamiento necesario. Después, cuando ya estábamos acercándonos, nos avisaron por radio de que se trataba un ataque químico”, recuerda al teléfono.
Una vez allí, recogió a dos personas afectadas en la ambulancia y se dirigió al hospital. “No sabíamos qué hacer, todo el mundo necesitaba ayuda. A ambos lados de la calle había decenas de personas caídas en el suelo que sufrían convulsiones”, afirma.
En el hospital los médicos estaban sobrecogidos y sobrepasados por la situación: “Al llegar al hospital casi perdía el control de mi mismo. Había gente tirada en el suelo, sufría náuseas, vomitaba y respiraba con dificultad. El hospital estaba lleno. Incluso algunos pacientes habían tenido que ser atendidos en la acera, delante del hospital.”
Kara relata que entre los pacientes que trató se contaba una niña de cuatro años: “vivían en un refugio subterráneo para protegerse de las bombas. Era una familia de nueve personas, sólo ha sobrevivido ella”.
Ya en el hospital, empezó a sufrir los mismos síntomas que los pacientes. “Me sofocaba y tenía fuertes dolores en el cuerpo, la visión borrosa y la tensión arterial muy baja”.
En el complejo “faltaban medicinas, el hospital no estaba preparado para recibir a pacientes afectados por un ataque químico. En los primeros momentos fueron trasladadas al hospital 30 personas que habían fallecido y más de 150 personas afectadas. El área bombardeada se hallaba en una zona habitada por los civiles, por eso tantas personas han sido víctimas del ataque”, explica.
Las personas con síntomas graves fueron transferidas a los hospitales de la ciudad de Idleb y al hospital que se encuentra en la frontera con Turquía, en Bab al-Hawa. El doctor Okbaa Jaddou, que trabaja en el hospital de Bab al-Hawa y trata a las personas afectadas que han sobrevivido al ataque, explica que “en el hospital todavía hay más de 100 personas que necesitan estar bajo supervisión, necesitan respiración asistida y tratamiento farmacológico”.
“Entre los afectados hay también médicos y enfermeros que acompañaron a los pacientes en las ambulancias. Ahora están ingresados en los hospitales de Turquía, han sufrido los mismos síntomas que los pacientes a los que cuidaban”, asegura.
Explica además que los hospitales situados en las zonas rebeldes, en la provincia de Idleb, a causa de los constantes bombardeos del régimen o de sus aliados, sólo pueden ofrecer atención médica de emergencia y “muchos se han quedado sin generadores después de los bombardeos; lo que ha obligado enviar a Turquía a los pacientes cuyo estado de salud es más grave”.
Señala también que dos días antes del ataque químico, el hospital de Marat Al Nooman, en la provincia de Idleb, había sido bombardeado. “Siempre han bombardeado los hospitales de las zonas de la oposición para que no haya donde tratar a los heridos”, escribe en un mensaje de teléfono.
“La gente pensaba que estaba ante un bombardeo como los demás, digo esto porque los bombardeos forman parte de nuestra vida diaria desde hace seis años. Por eso parte de la población salió a la calle.Hay un número muy elevado de personas afectadas, aunque en forma diferente: algunos han sufrido síntomas muy graves, como expulsar espuma por la boca o perder la consciencia”, cuenta.
El activista Abdullah Al Saad comenta que también se quedó en shock cuando llegó al punto donde se había producido el ataque.
“Nunca había visto algo así, la calle estaba llena de mártires y heridos. Había gente tirada por todas partes, asfixiándose o temblando, más de 100 personas se habían desmayado, otros sufrían convulsiones. Muchas personas han resultado afectadas ya que la gente, al no saber que se trataba de un ataque químico, se había desplazado hasta el lugar del ataque para ayudar a las víctimas. También muchos que estaban en sus casas empezaron a padecer los síntomas”, cuenta.
Ayudó a llevar a los heridos al hospital Al Rahman y él mismo empezó a sufrir convulsiones. “Cuando llegamos con los niños al hospital no tenían medicinas para tratar a tanta gente. Les administraban atropina y oxígeno y les quitaban la ropa”, explica.
Tanto Médicos sin Fronteras (MSF) como el Ministro de salud de Turquía han informado tras los análisis realizados que los pacientes habían sido expuestos a un agente químico, sarín.
El fotógrafo de la agencia AFP Omar Haj Kadur cuenta en una entrevista telefónica con EL ESPAÑOL que llegó por la mañana al único hospital y centro médico de la zona afectada, Al Rahman.
“Sólo veía cuerpos caídos a mi lado. En el hospital los pacientes estaban en el suelo. Vi el cuerpo de una mujer de 21 años con la cara amarilla por los efectos del gas”, recuerda.
Después del ataque químico, el hospital donde se prestaba asistencia de urgencia a los heridos fue bombardeado. “Escuchamos las explosiones, una bomba cayó primero sobre el almacén del hospital. La segunda bomba cayó cerca del hospital, muy cerca. Golpearon varias veces. Más del 60% del hospital está destrozado”, asegura.
Explica que cerca del hospital estaba situado un centro de los Cascos Blancos, una organización de voluntarios que prestan asistencia a los civiles, también ha sido bombardeado.
El fotógrafo recuerda al padre de una niña que se negaba a abandonar el hospital: “Llevaba a una niña muy pequeña, tal vez de un año o un año y medio. La tenía en sus brazos, cuando de repente, la niña dejó de respirar. Los médicos le dijeron que la niña había fallecido. Él no lo aceptó. Empezó a discutir con los médicos y a decir que algunas personas afectadas por los ataques químicos paraban de respirar durante mucho tiempo y regresaban luego a la vida. Pidió a los médicos que cuidaran a la niña en el hospital y que hicieran todo lo posible para salvarla, para que regresara a la vida. Los médicos le permitieron quedarse. El padre permaneció durante horas junto a su hija, esperando que ella volviera a respirar”.