Entregarse o morir: Israel confía en que su avance en Jan Yunis haga que Hamás se rinda y libere rehenes
Según fuentes cercanas al ejército israelí, su plan es proponer un nuevo alto el fuego sin concesiones, que obligue a la rendición organizada de los principales líderes de Hamás.
9 diciembre, 2023 03:02Cuarenta y ocho horas después de los primeros avances en la localidad sureña de Jan Yunis, las tropas del ejército israelí han conseguido juntar sus líneas de ataque y continuar su progresión en todas las direcciones. Las IDF plantearon un escenario con tres entradas a la ciudad: una por el norte y dos por el este, destinadas a juntarse a la altura del ayuntamiento. Es improbable que pensaran en lograr su objetivo en tan poco tiempo.
El plan sigue siendo empujar a civiles y terroristas hacia las ciudades de Rafah, fronteriza con Egipto por el sur, y Al-Mawasi, una esquinita de apenas 10 kilómetros cuadrados junto al Mar Mediterráneo. Ambos enclaves están recibiendo decenas de miles de desplazados en los últimos días y la situación es caótica. Israel ha autorizado la entrada de los bienes justos para evitar epidemias, pero el hambre, la sed y la exposición al aire libre siguen suponiendo un terrible problema humanitario.
Si el avance en Jan Yunis mantiene el mismo ritmo que hasta ahora, es probable que este fin de semana las IDF lleguen al Hospital Nasser, donde se supone que espera el grueso de las milicias de Hamás. Recordemos que, cuando Israel comenzó su ataque al sur de Gaza, inmediatamente después del fin del alto el fuego, los expertos y los propios comandantes israelíes anunciaron una operación dura y larga. No está siendo el caso.
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Israel cortó de inicio la comunicación por tierra entre Deir Al Balah y Jan Yunis, limitando de entrada los movimientos de Hamás en la superficie. Después, pese a las insistentes peticiones de Estados Unidos, se lanzó a un ataque relámpago sobre el gran bastión de Hamás en el sur de la Franja, la patria chica de Yahya Sinwar, el enemigo público número uno para el estado judío.
¿A qué venía tanta prisa? Al convencimiento de que los líderes de Hamás habían aprovechado la tregua para huir al sur y llevarse consigo al resto de rehenes, en torno al centenar.
Rendirse o morir
Hay que recordar que el objetivo varias veces repetido por Benjamin Netanyahu para esta operación es, a la vez, destruir a Hamás y liberar a los rehenes. Hasta ahora, las dos cosas no se han podido conseguir a un mismo tiempo. En el terreno militar, la superioridad de Israel es tal que ha conseguido controlar prácticamente toda la Franja en menos de dos meses y con menos de un centenar de bajas reconocidas.
Ahora bien, cuando más han apretado sus tropas es cuando más lejos han estado los rehenes de volver a casa: solo uno de ellos fue liberado en combate, a principios de noviembre. Este mismo viernes, dos soldados fueron heridos en una operación de rescate que acabó en fracaso.
El único método que se ha mostrado válido para la puesta en libertad de los cautivos del 7 de octubre ha sido la diplomacia. Israel cedió ante Hamás en un momento crítico, pero mereció la pena: más de cien hombres, mujeres y niños escaparon del infierno terrorista sin que la posición de las IDF se viera perjudicada en ningún momento.
El asunto, ahora, en Jan Yunis, es conciliar de una vez los dos escenarios: seguir destrozando las infraestructuras y el liderazgo de Hamás… y en consecuencia conseguir que acepten la liberación del resto de rehenes a cambio de salvar su propia vida.
Las imágenes de batallones enteros de Hamás rindiéndose en el norte de Gaza City, junto a la localidad de Beit Lahiya, más las incursiones israelíes en los túneles de la ciudad, con la muerte, según las IDF, de cinco de los once líderes terroristas más relevantes, son sin duda un palo importante para la organización palestina.
Israel confía en que, si sus cálculos son certeros y los líderes restantes están en Jan Yunis junto a los rehenes, Hamás entienda que su única salida es la rendición y la consiguiente entrega de los secuestrados.
El planteamiento, según fuentes cercanas al ejército israelí, es proponer un nuevo alto el fuego, pero esta vez sin concesiones. La tregua consistiría en un parón de las operaciones militares que permitiera la rendición organizada de los principales líderes de Hamás y la inmediata entrega de los secuestrados. De lo contrario, apuntan desde Israel, serán todos aniquilados… lo que a su vez deja dudas sobre qué pasaría con los rehenes.
Narrativa o realidad
Aunque la superioridad militar israelí es aplastante y el daño que puede causar su ejército, incalculable -Gaza City es poco más que un montón de ruinas y ese parece ser el destino de Jan Yunis, con cientos de miles de civiles sin hogar-, el planteamiento parece demasiado optimista.
Los líderes de Hamás se dividen entre los que residen en el extranjero -Dubai, Qatar y sobre todo Turquía- y los que se juegan la vida día a día en la Franja. Los primeros son los que negocian los acuerdos. Los segundos, los que los ejecutan.
Es de esperar de estos últimos una resistencia mayor. De creer su narrativa, "el martirio" sería preferible a la rendición deshonrosa. Es difícil imaginar al propio Sinwar o a Mohammed Deif, jefe de las Brigadas Ezzedin Al-Qassam, entregándose sin más a las IDF… y más difícil aún, verlos autorizando la liberación de todos aquellos a los que secuestraron a sangre fría el 7 de octubre y que siguen viendo como objetos de intercambio y no como seres humanos.
Ahora bien, las narrativas tarde o temprano acaban chocando con la realidad. Israel es un Estado práctico. Lo ha tenido que ser desde su fundación. Es lógico que, en su mentalidad realista, se confíe en un cálculo por parte de Hamás que favorezca la vida de sus líderes por encima del fanatismo.
El problema es que lo que diferencia a Hamás del resto de movimientos de liberación del pueblo palestino es precisamente su condición de fanáticos. Pensar que entre la muerte y la rendición elegirán lo segundo es mucho pensar. Y sin rendición, en apariencia, no hay posibilidad de que los rehenes sean liberados.
Un doble o nada de final incierto que explicaría la contundencia, las prisas y la negativa a un alto el fuego, por mucho que lo pidan la ONU, los EEUU y el propio Egipto, que ve con temor todo lo que sucede al otro lado de su frontera y ya ha anunciado que podría replantearse su relación diplomática con Israel.