Manifestantes propalestinos en la manifestación ¡Biden: deja de apoyar el genocidio! en Nueva York.

Manifestantes propalestinos en la manifestación "¡Biden: deja de apoyar el genocidio!" en Nueva York. Reuters

Oriente Próximo

El órdago de Biden pone en riesgo su credibilidad: ni Hamás ni Israel se deciden a aceptar su plan de paz

Asumió el plan en primera persona y quiso ser su portavoz, un error que en caso de que no haya tregua le pasará factura en los comicios de noviembre.

4 junio, 2024 02:38

El pasado viernes, sin anuncio previo, el presidente estadounidense Joe Biden detalló en un discurso desde la Casa Blanca lo que él mismo calificó como "propuesta israelí para un alto el fuego". Tal propuesta incluía una tregua inminente por un período de dieciséis días, acompañada por la retirada de Gaza de las FDI y el intercambio de presos palestinos por rehenes israelíes. De esa manera, se sentarían las bases para una posterior búsqueda de un gobierno en la región que garantizara su estabilidad. "Puesto que Hamás ya no tiene capacidad de cometer un atentado como el del 7 de octubre, la guerra debe acabar", afirmó Biden.

Fue un gesto extraño. Por lo público y lo contundente. No es habitual que el presidente de un país se decida a hablar en nombre de otro estado. Aparte, el riesgo corrido es enorme y probablemente innecesario. Biden sabe mejor que nadie -excepto, tal vez, Blinken, Sullivan o Lloyd, los otros encargados de la política exterior americana- que los compromisos en este conflicto duran muy poco y que los matices son inmensos. Netanyahu había prometido una "victoria total" y había garantizado a sus socios de gobierno que no habría términos medios: o destrucción completa de Hamás o nada.

De hecho, esa fue la reacción casi inmediata del primer ministro israelí: negar la posibilidad de un acuerdo que no incluyera un final militar de Hamás como premisa para cualquier negociación posterior. No se trataría de apoyar un gobierno en Gaza formado por líderes árabes ajenos a la banda terrorista para que acabe con Hamás, sino de acabar con los terroristas primero, y luego ya se hablará de quién gobierna la Franja. En Israel, están convencidos de que cualquier acuerdo, con Hamás aún activa, derivará en un intento de golpe de estado y una guerra civil como la de 2007, cuando Fatah y la Autoridad Palestina tuvieron que abandonar Gaza.

Aunque durante el fin de semana, las posiciones parecieron suavizarse e incluso el secretario de estado, Antony Blinken, felicitó al ministro de defensa Yoav Gallant y al exjefe de las FDI, Benny Gantz, por el esfuerzo destinado a la propuesta, lo cierto es que el lunes todo ha vuelto al cauce del pesimismo. A la hora de presentar la propuesta a sus socios en el parlamento -el ministro de seguridad nacional, Itamar Ben Gvir y el de economía, Bezalel Smotrich han sido los más contundentes a la hora de criticar el acuerdo, amenazando con el fin de la coalición de gobierno-, Netanyahu ha vuelto a recular y ha calificado la versión de Biden de la propuesta como "incompleta".

Estupor en la Casa Blanca

En la Casa Blanca no entienden la actitud de su gran aliado en Oriente Medio. No lo entienden porque, según viene defendiendo desde el primer momento el periodista de Axios y analista de la CNN, Barak Ravid, el documento del que habló Biden el viernes les vino directamente desde Tel-Aviv bajo el titular “Respuesta de Israel”. Ravid asegura que el Gobierno israelí mandó copias impresas de la propuesta también a Egipto y a Qatar, para que pudieran remitírsela a Hamás y la estudiaran sus líderes.

Preguntado por el uso de la palabra “incompleta” por parte de Netanyahu, el portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, John Kirby, aseguró no saber a qué se refería. “Lo que dijo el presidente fue exactamente lo que nos mandaron ellos. No sé qué puede faltar”. Sin embargo, Israel considera que hay un matiz que se ha perdido en el discurso de Biden y que es el paso de la fase una a la fase dos. Después de esos dieciséis días de tregua y liberación de los rehenes, Israel exigirá que Hamás asuma la derrota y se retire de la Franja. De lo contrario, continuará la guerra en los mismos parámetros actuales.

No se sabe dónde está el malentendido, la verdad. Biden presentó el supuesto plan israelí como un plan de paz y ahora Israel insiste en que era un plan conforme con su exigencia de una "victoria absoluta". En palabras de Netanyahu, "las tropas israelíes no van a retirarse de Gaza hasta que se cumplan los objetivos con los que iniciamos esta operación". En resumen, el mismo discurso de siempre, sin variación alguna.

Las consecuencias para Biden

Si la propuesta que se plasma en papel es la que anunció Biden el otro día, parece claro que Netanyahu la va a rechazar. Si se admiten las matizaciones posteriores de Israel, quien la rechazará será Hamás. Mientras, unos cien rehenes siguen presos de los terroristas -el portavoz de las FDI, Daniel Hagari, anunció este lunes la muerte de otros cuatro israelíes durante su cautiverio- y miles de civiles inocentes pierden sus vidas y sus bienes más básicos en Gaza. Nadie gana. Mucho menos, el propio presidente Biden.

Porque lo cierto es que, si este último intento queda también en nada, la posición de Biden quedará muy dañada. Asumió el plan en primera persona y quiso ser el portavoz del mismo. Eso tiene sus consecuencias en caso de que no salga bien. La inocencia, en política, se puede confundir fácilmente con debilidad y torpeza. Puede que Biden se excuse a sí mismo diciendo que le han engañado, pero el presidente de los Estados Unidos no puede quedar expuesto así bajo ningún concepto. Mucho menos en un año electoral.

Su involucración en la propuesta y la escenificación de la misma vinculan a toda la diplomacia de la máxima potencia del mundo. Estados Unidos lleva meses luchando por un acuerdo sin que nadie le haga caso. Amenazó con un cambio de política si Israel invadía Rafah e Israel está invadiendo Rafah, incluso provocando decenas de muertes en ataques indiscriminados, sin reacción alguna. No hay nada de lo que diga Biden que resulte creíble en este momento. Ni a favor de Israel ni en contra.

Indudablemente, esta inseguridad le costará cara en los próximos comicios. Los republicanos son buenos agarrando el hueso y tirando de él. Si durante años han querido vender la imagen de un líder anciano, casi senil, este tipo de titubeos en política exterior se acabarán pagando muy caro. Le pasó a Jimmy Carter, que no llegaba a los sesenta años y lideraba todas las encuestas hasta la crisis de los rehenes en la embajada de Irán, probablemente le suceda también a Biden… salvo que Netanyahu le eche una mano. Solo que Netanyahu también se juega el poder. Y le interesa conservarlo por encima de cualquier otra circunstancia. La sospecha de que con Trump le irá todo mejor tampoco ayuda.