La esperanza de la paz en Oriente Próximo se apaga: Hezbolá e Israel avivan el miedo al conflicto regional
Hezbolá disparó en la tarde del sábado varios cohetes del tipo Falaq 2, la primera vez que lo hace. Pueden llevar hasta 60 kilos de explosivos.
9 junio, 2024 03:19"Israel no se rinde ante el terrorismo", subrayaba este sábado Benjamin Netanyahu al anunciar la liberación de cuatro rehenes en la Franja de Gaza. El primer ministro celebraba la salvación de los capturados en una operación contra Hamás que, según la organización terrorista, dejó más de 210 gazatíes muertos.
Sin embargo, las preocupaciones de seguridad del cuestionado líder israelí distan mucho de haber acabado. No solo porque quedan más de 70 rehenes por rescatar junto a los cuerpos de otros 40 que el Ejército ya da por muertos. Una vez que Israel ha neutralizado la amenaza de Hamás -o eso consideró Biden en su anuncio del plan de paz-, Netanyahu vuelve a poner la vista en su frontera norte.
Allí, desde Líbano, Hezbolá lleva ocho meses percutiendo sobre territorio israelí, concretamente desde el día después al atentado masivo de Hamás en Israel. Las Fuerzas de Defensa israelíes (FDI) han respondido de forma constante a los ataques de cohetes, a menudo con ataques aéreos selectivos, a sabiendas de que la comunidad internacional ya veía con rechazo y preocupación la masiva invasión sobre Gaza, como para arriesgarse a matanzas indiscriminadas también en Líbano.
Los combates entre Israel y Hezbolá se han intensificado en las últimas semanas, reflotando los miedos del resto de países de que, en lugar de ir hacia la paz en Gaza, se camine hacia un conflicto regional.
"Estamos redoblando los esfuerzos conjuntos para evitar una explosión regional, particularmente en Líbano", declaró el presidente galo, Emmanuel Macron, tras reunirse con el presidente estadounidense, Joe Biden, quien no aludió a esta cuestión en su declaración.
Este mismo sábado, Israel identificó a un militante de Hezbolá en la zona de Aitaroun, al sur del Líbano, y lanzó un ataque con dos misiles, que acabaron con el individuo. El ataque dejó, además, otro muerto, al hacer explotar la cafetería de una gasolinera donde se ubicaba el objetivo. Hezbolá respondió disparando cohetes sobre Malkia, al norte de Israel. Además, las FDI atacaron también instalaciones en Khiam.
Son solo los más recientes sucesos de un conflicto que, desde el 7 de octubre, deja más de 330 milicianos de Hezbolá muertos y decenas de miles de civiles desplazados a ambos lados de la frontera.
¿Presiones para negociar?
Algunos expertos ven en la intensificación de los ataques una herramienta negociadora. Michael Young, analista del think tank Carnegie Middle East Centre, ha declarado a Al Jazeera que ambos bandos están demostrando su capacidad para hacer daño a la otra parte de cara a la negociación del plan de paz sobre Gaza que Biden puso sobre la mesa a finales de mayo, buscando una posición de fuerza sobre la mesa.
Así, Young recuerda que Hezbolá ha insistido en reiteradas ocasiones que cesará sus ataques cuando concluya la guerra en Gaza. "Hezbollah no quiere una situación gris en la frontera libanesa y no quiere una situación en la que no se llegue a ningún acuerdo... porque eso significa que Israel puede seguir golpeándolos y asesinando a sus combatientes", considera Young.
¿Otra guerra en la región?
La otra alternativa es que Hezbolá quiera aprovechar la debilidad internacional de Israel, cuyos apoyos continúan menguando, al tiempo que mantiene a Gaza como su objetivo principal y trata de que no comience una nueva Intifada en Cisjordania.
Pero la amenaza que supone Hezbolá es logísticamente mayor a la que suponía Hamás. Según el Center for Strategic and International Studies (CSIS), Hezbolá ha acumulado un arsenal de 120.000 a 200.000 misiles balísticos guiados de corto alcance, misiles balísticos no guiados de corto y mediano alcance, y cohetes no guiados de corto y largo alcance.
A estos últimos pertenecen los lanzados por Hezbolá por primera vez en la tarde del sábado, los cohetes Falaq-2, unos obuses de 333 milímetros de diámetro que tienen un alcance de unos 10 kilómetros y pueden portar hasta 60 kilos de explosivos.
Además, la organización cuenta con unos 30.000 combatientes activos, así como otros 20.000 reservistas. Sus unidades se organizan de forma semiautónoma, con operaciones más propias de un comando que de un ejército regular. Además, Hezbolá ha mejorado sus capacidades militares desde la guerra de 2006 contra Israel, al incluir experiencia en combate adquirida en Siria al lado de Al-Assad.
Hezbolá puede querer mantener el combate hasta que Hamás consiga su objetivo -a día de hoy, poco realista- de que Israel abandone el territorio invadido en la Franja de Gaza y de que libere a los presos palestinos que custodia.
Pero más allá de esto y de los enfrentamientos en el pasado, es fundamentalmente la cuestión ideológico-religiosa la que vertebra el enfrentamiento: Hezbolá tiene como parte de sus fundamentos la propia destrucción de Israel, mientras que el Estado judío vive desde su fundación bajo las amenazas constantes a su supervivencia y, como ha demostrado con Hamás, no parece dispuesto a tolerarlo por más tiempo.
Sin embargo, los analistas del CSIS recuerdan que Hezbolá trata de ganarse el favor de la gran mayoría de la sociedad del Líbano, lo que no invitaría al grupo armado a darle suficientes motivos a Israel como para que inicie una guerra de gran calado en territorio libanés, aún a sabiendas de que posiblemente la comunidad internacional daría definitivamente la espalda a Netanyahu.
Además, desde el punto de vista estratégico, el tipo de conflicto se asemejaría mucho al que tiene lugar en Gaza: un gran ejército frente a una dispersión de comandos que atacarían desde escondrijos y se moverían a través de una red de túneles. Y Hezbolá ya está viendo cómo le ha ido a Hamás en el campo de batalla.
Dado todo esto, lo que parece evidente es que cómo se avance o se estanque la negociación del plan de paz sobre Gaza dependerá la velocidad e intensidad de la escalada entre Hezbolá e Israel.