El bombardeo israelí sobre Gaza se retoma seis meses después de "conquistarla" por el resurgir de Hamás
Con la guerra en el Líbano en mente, Israel no consigue cerrar el frente abierto en Gaza, donde los terroristas resurgen cada vez que hay una retirada de tropas.
28 junio, 2024 02:15El pasado martes, Tzachi Hanegbi, jefe del Consejo de Seguridad Nacional de Israel, aseguraba en rueda de prensa que derrotar la idea de Hamás era imposible y que, en consecuencia, urgía construir una idea alternativa que ocupara su lugar en la sociedad gazatí.
Había que rellenar el vacío del caos impuesto en la Franja cuanto antes o, de lo contrario, los terroristas seguirían sembrando su discurso del odio y controlando las instituciones una vez pudieran salir de sus túneles.
El discurso de Hanegbi no variaba mucho del expresado por el contraalmirante Daniel Hagari la semana pasada, cuando pidió al gobierno de Netanyahu que dejara de hablar de "la destrucción de Hamás" como el gran objetivo de la guerra porque dicho objetivo era imposible de cumplir.
Unas declaraciones que le valieron la regañina del primer ministro: "Las FDI deben cumplir los objetivos que se les marque y no cuestionarlos", apuntó Netanyahu, mientras que el siempre exaltado ministro ultraortodoxo Itamar Ben Gvir exigía ceses a diestro y siniestro.
La preocupación por la situación en la parte de Gaza que ya se dio por conquistada y de donde las fuerzas israelíes se han ido retirando paulatinamente, en alerta ante lo que pueda pasar en las próximas semanas en la frontera con el Líbano, llegó también a Washington.
Allí, el ministro de defensa, Yoav Gallant, negociaba con su homólogo Lloyd Austin, el Secretario de Estado, Antony Blinken, y el Consejero de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, la manera de agilizar los envíos de armas y la posibilidad de pasar de una vez a la fase C del conflicto: retirada gradual de tropas, ataques específicos a líderes de Hamás y reconstrucción de la Franja.
Una de las grandes preocupaciones de los diplomáticos estadounidenses era precisamente la que había expuesto Hanegbi anteriormente: ante la ausencia de un plan definido, Hamás podría hacerse de nuevo con el poder en Gaza antes de que se lograra imponer uno nuevo formado por miembros de la Autoridad Palestina (algo que Israel no ve con buenos ojos) o por figuras destacadas del mundo árabe con el dinero de los emiratos detrás.
Bombardeos sobre Shejaiya
Si no se producía dicha transformación en la cúpula, se repetiría en Rafah lo mismo que en Gaza City o en Jan Yunís: retiradas las tropas, volverían los terroristas a imponer su ley, llevarse toda la ayuda humanitaria y sacar del pozo los proyectiles para lanzarlos contra Israel.
Poco ha tardado el tiempo en dar la razón a estadounidenses y militares israelíes. Este jueves, las FDI ordenaron la evacuación inmediata de varios barrios de Gaza City, tras lo cual procedió a uno de los bombardeos más activos de las últimas semanas, centrado sobre todo en el barrio de Shejaiya, uno de los más conflictivos desde el inicio de la guerra y donde las tropas israelíes asesinaron por error a tres de sus rehenes en diciembre del año pasado.
Se trata de uno de los barrios más populosos de la ciudad y probablemente el más grande al oeste de la carretera de Salah-Al-Din que divide la franja en dos de norte a sur.
Lo preocupante del ataque es que se produce exactamente seis meses y seis días después de que las propias FDI dieran el barrio por controlado en un comunicado oficial.
Hamás: misión imposible
Corrobora así todos los miedos occidentales y evidencia que Israel debe hacer algo más si quiere llegar a algo parecido a la paz con sus vecinos. Acabar militarmente con Hamás parece imposible, no ya porque lo diga su propio ejército, sino porque la cantidad de túneles donde pueden esconderse los terroristas está aún por explorar.
Israel ha rechazado en todo momento la lucha subterránea con buen criterio: sería una masacre para sus tropas y apenas tendría efectos positivos. Aquí volvemos a la pésima planificación de la invasión terrestre por parte del Gabinete de Guerra encabezado por Benjamin Netanyahu.
Un Gabinete de Guerra que aguantó mal que bien como referente de unidad durante siete meses hasta que uno de sus miembros, el conservador moderado Benny Gatz, decidió marcharse. ¿Sus motivos? Que era imposible anticipar los movimientos del gobierno, es decir, que seguía sin haber un plan digno de ese nombre.
Hezbolá, en el horizonte
A un paso de la guerra en el norte con Hezbolá y preocupado por los avances nucleares de Irán, que podrían llevar al país persa a intentar construir su propia bomba atómica —la inteligencia estadounidense cree que dicho intento podría darse tras las elecciones presidenciales entre Trump y Biden, aprovechando el posible cambio de administración—, Israel no consigue dejar atrás el frente abierto en Gaza y cualquier solución será ya un apaño.
Las FDI entraron para acabar con la dictadura de Hamás en la Franja y rescatar a los rehenes y, de momento, apenas hay avances en ambos sentidos.
Sí, hay miles de muertos —difícil concretar una cifra entre tanta desinformación—, centenares de miles de desplazados y una condena de la ONU por crímenes de guerra. Del otro lado, a Hamás parece darle igual todo.
Hamás, impasible
La lucha de Hamás no es por el pueblo palestino, sino por el fin del sionismo y la causa suní. En ese sentido, cuanto peor, mejor. Al menos, así se expresó el líder militar del grupo terrorista, Yahya Sinwar, en conversaciones con los negociadores, según afirmó a principios de junio el Wall Street Journal.
Sinwar afirmaba que la muerte de civiles era "un mal necesario" y aseguraba que Israel "estaba sufriendo más que ellos", al ver su reputación internacional dañada y sus alianzas con los países árabes y los propios Estados Unidos, bajo la sospecha de la desconfianza.
Si Israel se preparaba para una guerra en términos convencionales, se ha encontrado con algo distinto. Las muertes y la destrucción no sirven para forzar una paz o un acuerdo de rendición. En este caso, son el objetivo del enemigo… siempre que sean ajenas, por supuesto, y no afecte a los líderes de Hamás que están bien escondidos en sus búnkeres.
Pensar que Israel pueda pecar de la misma imprevisión en un ataque contra Hezbolá, que dice tener 100.000 combatientes preparados para defender el sur del Líbano, preocupa a sus aliados.
Objetivo, evitar la escalada
El objetivo de Estados Unidos es evitarlo a toda costa. Cuando no se definen con precisión los términos de la victoria y se apela a la grandilocuencia abstracta, todo es insatisfacción y derrota.
Algo parecido a lo que le está pasando a Israel en Gaza, donde ya no queda piedra que remover y los objetivos, por irrealistas, siguen sin cumplirse.