Oportunidad histórica o temeridad: por qué EEUU no quiere que Israel ataque las plantas nucleares de Irán
- La respuesta israelí al ataque de Teherán sigue retrasándose, abriendo las puertas a la especulación de dónde se centrará y qué consecuencias tendrá.
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El hecho de que haya pasado una semana desde el ataque de Irán sobre Israel y el estado hebreo aún no haya contestado preocupa a los dirigentes estadounidenses. La respuesta de abril, más bien simbólica, llegó a los cuatro días y dio toda la impresión de ser más una cuestión de orgullo que de querer hacer daño. Ahora, la cosa ha cambiado. Primero, porque Israel ya no tiene la amenaza de Hamás y Hezbolá, o no con la misma intensidad. Segundo, porque tras los éxitos militares contra ambas formaciones terroristas, el gobierno de Netanyahu parece dispuesto a cualquier cosa.
Aunque el presidente Biden ya ha pedido en público y en privado que no se ataquen instalaciones energéticas ni nucleares, lo cierto es que en su administración son conscientes de que tienen poco que decir en este asunto. Saben que va a haber una respuesta y lo único que piden es que sea proporcional y que se les avise antes.
No es lo que viene sucediendo con las acciones de Israel en las últimas semanas y en la Casa Blanca están barajando un ultimátum por el que se negarían a respaldar a Israel en un eventual tercer ataque de Irán si no se siguen ahora sus consejos y se materializa la temida escalada.
Por supuesto, Israel sabe que eso son solo palabras. Intuye que, digan lo que digan los asesores y consejeros de Biden, el presidente se vería obligado a ponerse de su lado en caso de un conflicto abierto. No puede ser de otra manera. Lo que están calculando las FDI es hasta qué punto necesitan a su aliado para esa respuesta. La idea es contestar por su cuenta y sin contar con nadie, pero para eso hay que delimitar primero los objetivos. Y si hablamos de instalaciones de energía nuclear, la ayuda estadounidense puede ser decisiva.
El miedo a que Irán cambie su doctrina nuclear
En esto, parece haber consenso dentro de la administración Biden: si Israel quiere atacar el programa nuclear iraní tendrá que asumir en solitario las consecuencias, que pueden ser realmente graves para la región y para el planeta. Frente al consejo del expresidente Trump –“primero, que se encarguen del asunto nuclear y luego que se preocupen del resto”, aseguró este martes en una entrevista-, en la Casa Blanca creen que el riesgo de atacar las plantas de enriquecimiento de uranio es enorme, tanto si aciertan como si fallan.
Su posición parte del convencimiento de que Irán está cumpliendo con los acuerdos y con el compromiso de no fabricar armas nucleares con ese uranio enriquecido. De hecho, en 2003, el propio ayatolá Alí Jamenéi emitió una “fatwa” en la que se consideraba pecaminoso el uso de armas nucleares.
Lo que temen en Estados Unidos es que Israel ataque las instalaciones subterráneas de la gigantesca planta de Natanz y no consiga llegar a la profundidad a la que están situados los laboratorios, que se calcula equivalente a tres plantas de un edificio.
Sabemos por lo sucedido en Beirut durante el ataque que acabó con la vida de Hasán Nasralá que Israel tiene ese tipo de armas “taladradoras”, pero no está claro que puedan llegar tan abajo. En cualquier caso, aunque llegaran, tampoco sabemos qué éxito tendría tal ataque ni si evitarlo en el futuro sería tan sencillo para Irán como trasladarlo todo aún más bajo tierra.
Lo que sí creen saber en Washington es que, si Irán se ve amenazado y vencido, cambie por completo su estrategia militar y considere inevitable recurrir a armas nucleares para garantizar su existencia.
Según las estimaciones de la inteligencia estadounidense, Irán podría conseguir suficiente uranio enriquecido como para construir una bomba atómica en cuestión de días… lo que tardaría más tiempo, tal vez meses, es ensamblar el proyectil.
Si Jamenéi considera que Israel ha ido demasiado lejos en su respuesta, no solo prohibiría definitivamente cualquier revisión internacional de su programa, sino que probablemente lo destinaría a fines militares… y nadie quiere que un régimen teocrático disponga de un arma de destrucción masiva salvo, tal vez, Rusia. Se sabe que el Kremlin ha mandado asesores nucleares a Teherán. No se sabe con qué finalidad, pero no es difícil de intuir.
¿Atacar ahora o esperar a Trump?
El problema es que en Israel no confían en la palabra de Irán. Creen que, ataquen ellos o no, tarde o temprano, van a acabar utilizando el uranio con fines destructivos. Y que, obviamente, los primeros amenazados serán ellos. Puede que estén ante una oportunidad histórica de retrasar dicho programa suficiente tiempo como para pensar en un posible cambio de régimen y una relación más cordial con los nuevos gobernantes. Si no atacan ahora las instalaciones de enriquecimiento de uranio, en el futuro ya no será posible. Nunca, en las últimas dos décadas, han estado en una posición de tamaña ventaja.
Ahora bien, para estar seguros de que el ataque llega a buen término, Israel necesitaría el apoyo de la tecnología militar estadounidense, mucho más avanzada. Un ataque combinado de ambas fuerzas sí podría causar estragos en el programa iraní y retrasarlo indefinidamente.
Ante la posibilidad de atacar, no tener éxito y quedar a la intemperie de una eventual escalada nuclear, puede que Netanyahu prefiera esperar a las elecciones estadounidenses de noviembre. Si tan convencido está Trump -no lo estuvo durante su primer mandato- de que hay que atacar a Irán donde más le duele, es de entender que EEUU sí colaboraría en tal misión.
Otra cosa sería una victoria de Harris, que, ahora mismo, tiene prácticamente las mismas posibilidades que su rival de llevarse el triunfo electoral. En ese caso, Israel sí que tendría que apañárselas por su cuenta al menos cuatro años más. Y eso es lo que no está claro si se pueden permitir. La actual situación de desconfianza mutua entre los dos aliados no ayuda a ninguna de las partes: EEUU necesita saber qué va a hacer Israel para proteger a sus soldados desplazados por toda la región. Israel, por su parte, haría bien en no afrontar un viaje de esta envergadura en total soledad.
La alternativa más mencionada pasaría por atacar refinerías o centrales eléctricas y destrozar así la economía iraní. En Washington tampoco están locos con esa idea porque creen que Teherán también lo puede considerar una “amenaza existencial” y estemos en las mismas. Prefieren algo parecido a lo de abril, tal vez un poco más contundente, pero que no suponga un daño irreparable y convierta a Irán en un país dolido e incontrolable en su rabia. Los demócratas creen que, mal que bien, aún pueden controlar a los ayatolás en algunas cosas. Un ataque devastador rompería por completo cualquier puente de entendimiento.