Oriente Próximo LÍBANO

En el sur del Líbano critican que los cascos azules "ya no hacen nada" y la ONU alega que sin ellos sería mucho peor

Tiro (Líbano)
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Yaafar pesca en el Mediterráneo como si en él no se estuviera librando una guerra. “El mar”, dice, “es más seguro que la tierra”. Pero este hombre de Tiro, la mayor ciudad costera del sur del Líbano, sabe que ni en un sitio ni en otro está a salvo. Últimamente, cuando sale a faenar, su mínima barca de madera se encuentra con portaaviones israelíes. Este miércoles, mientras su arpón buscaba doncellas para cenar, un puñado de esos buques lanzó el primer ataque por vía marítima contra Hezbolá desde el comienzo de la guerra. Yaafar no detuvo su trabajo por ello: “Llevo 40 años saliendo a pescar cada día. No pienso parar”, dice.

El camino de vuelta a casa es el peor momento del día para este hombre de 62 años. A las dos de la tarde, cruza la carretera que separa el mar de la cocina, donde su mujer precalienta el horno. Con olor a salitre en el pecho, se para frente a su puerta antes de entrar. A su alrededor, ve cómo los ocho edificios que rodeaban el suyo están ahora bajo los escombros.

Toca el muro de su casa, en la que nació y en la que quiere morir. Estos muros llevan levantados desde el siglo XIX, y están hechos de la misma piedra ostionera que recubre el casco de otras ciudades de mar. Cómo Cádiz. Antes de cruzar la puerta con la pesca del día, saluda a una vecina que pasa por delante: “Contigo no hay quien pueda, ¿eh?”, le dice al marinero.

Yaafar al-Samra, pescador de Tiro, regresa a su casa en el barrio antiguo de la ciudad después de la faena.

Yaafar al-Samra, pescador de Tiro, regresa a su casa en el barrio antiguo de la ciudad después de la faena. Edgar Gutiérrez para El Español

La ciudad de Yaafar está vacía. La mayoría de los vecinos ha huido en las últimas semanas a zonas del Líbano consideradas más seguras. Joseph, el astillero del puerto de Tiro, hizo las barcas de Yaafar y cientos de pescadores más. “No queda nadie, sólo los que no tenemos otra opción que quedarnos”, dice este hombre cristiano también entrado en años.

Joseph se pregunta qué podría pasar para que Israel dejara de bombardear su ciudad. “Nada. Parece que ya es tarde para cualquier solución que no implique una guerra”, reconoce. Su taller lo corona el retrato de un comandante del Ejército libanés, pero el astillero no cree que ni estos ni la Finul —la misión de la ONU en el sur del Líbano— puedan parar a los israelíes: “Los cascos azules no hacen nada, son inútiles. Están aquí bebiendo, comiendo bien y robándonos a nuestras mujeres”, bromea.

Joseph muestra su frustración después de los días más duros para los libaneses del sur y para la Finul desde 2006, cuando la misión renovó su función en virtud de la resolución 1701 del Consejo de Seguridad. Aprobada tras la invasión israelí del Líbano en verano de 2006, la 1701 encomienda a la Finul ayudar al Ejército libanés a mantener despejada de armas todo el sur del país, desde la frontera con Israel al sur hasta el río Litani en el norte.

Desde 2006 hasta el 7 de octubre de 2023, “seguía habiendo violaciones del territorio por parte de las IDF y armas [de Hezbolá] en el sur”, reconoce a EL ESPAÑOL el portavoz de la Finul, Andrea Tenenti. Sin embargo, “estábamos en camino a una solución a largo plazo. En los últimos 18 años, el sur del Líbano había sido testigo de uno de los periodos más tranquilos de su historia reciente”, añade Tenenti.

Una foto de un bebé y una muñeca rota sobre los escombros de un edificio bombardeado en Tiro, en el sur del Líbano.

Una foto de un bebé y una muñeca rota sobre los escombros de un edificio bombardeado en Tiro, en el sur del Líbano. Edgar Gutiérrez para El Español

Todo cambió el 7 de octubre. Tras el ataque de Hamás a Israel desde la Franja de Gaza, el partido-milicia chií Hezbolá se sumó a sus socios palestinos y abrió fuego contra el país vecino desde sus posiciones en el sur del Líbano.

En paralelo a la guerra en Gaza, Israel también ha estado librando un combate incesante en su frontera norte contra Hezbolá. El pasado 1 de octubre, este combate escaló a una invasión terrestre de las Fuerzas de Defensa Israelíes.

Ahora, después de un año con los cascos azules prácticamente paralizados, la Finul acaba de vivir su peor semana: el Ejército sionista ha abierto fuego contra bases de la ONU en el Líbano cuatro de los últimos siete días. El último ataque fue el miércoles, cuando un tanque disparó contra la torre de vigilancia de la fuerza internacional en Kfarkela.

Ahora que se evidencia la falta de competencia de la Finul, el desengaño de Joseph es común en el centro de Tiro. Aunque la sensación general entre los libaneses es que la presencia de los cascos azules es positiva.

Joseph Barbour, astillero del puerto de Tiro, posa en su taller delante del retrato de un comandante del Ejército libanés.

Joseph Barbour, astillero del puerto de Tiro, posa en su taller delante del retrato de un comandante del Ejército libanés. Edgar Gutiérrez para El Español

En las últimas semanas, la misión se ha limitado a “informar al Consejo de Seguridad y a ayudar a la población local que sigue atrapada en aldeas sin sus necesidades básicas cubiertas. Debo decir que ha sido difícil porque llevar a cabo estas actividades garantizando al mismo tiempo la seguridad de nuestras tropas, ha sido todo un reto”, asegura Tenenti. Aun así, el portavoz de la misión asevera con orgullo la decisión del Consejo de Seguridad de mantener las tropas desplegadas: “Nos quedamos”.

Pero la distribución de la ayuda ni siquiera es fluida en el sur del Líbano. Como en Gaza, Israel está bloqueando los operativos humanitarios. Según Tenenti, el objetivo es “garantizar la seguridad de los convoyes, aunque no podamos hacerlo al 100% porque las FDI siempre dirán que no pueden asegurar la seguridad de las tropas. El martes pudimos llevar dos camiones de ayuda y colchones de mantas, agua, comida y otras cosas a la zona de Marjayún”, donde precisamente se encuentran estacionadas la mayoría de las tropas españolas.

“Algo se está moviendo, pero de forma muy limitada y no tanto como nos gustaría”, reconoce el portavoz de la Finul.

Pese a todo, Andrea Tenenti no ve el impasse actual como un fracaso de la Finul. “Nuestro éxito no debe medirse sólo por lo que hemos hecho nosotros, sino también por cómo la misión ha conseguido que las dos partes se comprometan”, sostiene, refiriéndose a Israel y a Hezbolá.

Sitio del bombardeo de ocho casas en el casco antiguo de Tiro, en el sur del Líbano.

Sitio del bombardeo de ocho casas en el casco antiguo de Tiro, en el sur del Líbano. Edgar Gutiérrez para El Español

“Entre 2006 y el 7 de octubre [de 2023] conseguimos que el Ejército libanés desplegara más tropas en el sur, y hubo un cierto avance en la demarcación de la Línea Azul —la línea de armisticio de 2006 que, a falta de una frontera formal, divide el Líbano e Israel—. Estábamos en camino a una solución a largo plazo. Teníamos reuniones todos los meses con las Fuerzas Armadas Libanesas y las Fuerzas de Defensa Israelíes. Era la única oportunidad de sentar juntos a los dos ejércitos para desconflictuar la situación y evitar los peligrosos malentendidos. Así funcionó la misión hasta octubre del año pasado, cuando todo estalló y volvimos al punto de partida”, admite.