¿Abrazar la bomba atómica o buscar una paz con garantías? El dilema de Irán tras la escalada en Oriente Próximo
- Durante décadas, Teherán se ha sentido seguro con la amenaza preventiva de su programa nuclear, pero en el último año podría haber cambiado su posición.
- Más información: Los servicios secretos de Israel prevén un gran ataque de Irán desde Irak antes de las elecciones de Estados Unidos
Fuentes de la inteligencia israelí declararon esta semana al portal de noticias Axios que esperaban un ataque de Irán "antes de las elecciones estadounidenses", a celebrarse este martes 5 de noviembre. Las FDI han detectado movimientos sospechosos de misiles balísticos y plataformas de lanzamiento de drones hacia Irak, donde opera la llamada Resistencia Islámica, un grupo terrorista afín al régimen de Teherán que regularmente lanza proyectiles sobre Israel, sin demasiado éxito.
La posibilidad de este ataque, junto a la previsible respuesta de Israel, reabre el debate de hasta dónde puede escalar el conflicto en Oriente Próximo y qué consecuencias puede tener para la región y para el resto del mundo.
El propio primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, afirmó recientemente que el objetivo número uno de su administración era “evitar que Irán desarrollara armas nucleares”, pero no está nada claro cómo va a conseguirlo: la eliminación sistemática de científicos llega hasta donde llega… y es complicado encontrar una bomba que sea capaz de destruir por completo los laboratorios subterráneos donde a la IAEA (Agencia Internacional de Energía Atómica, en sus siglas en inglés) le consta que Irán está enriqueciendo uranio.
Incluso en el caso de que un ataque preventivo lograra dañar, que no destruir, dichas facilidades, Irán siempre podría reconstruir estos laboratorios a una mayor profundidad e impedir el acceso a los expertos de la IAEA, que, en principio, supervisan el programa nuclear iraní. Decimos “en principio” porque las dificultades son cada vez mayores, especialmente desde que, en 2018, Donald Trump sacara a Estados Unidos del pacto de desarrollo nuclear que había firmado con Teherán, Rusia y China entre otros.
Puede que la intención de Irán sea precisamente elevar la tensión en la zona para convencer a su opinión pública y a parte de la comunidad internacional de la necesidad de conseguir un arma nuclear con el que defenderse de Israel. De ahí que Estados Unidos insista tanto al gobierno de Netanyahu en la necesidad de mostrar una cierta contención a la hora de responder a cada ataque. Está por ver si, después de un tercer bombardeo, en Tel-Aviv estarían tan dispuestos a refrenar sus impulsos.
El debate nuclear, en la calle… y en el parlamento
La clave está en las intenciones del gobierno de los ayatolas, que son, como mínimo, confusas. El propio Alí Jamenéi se ha mostrado contrario no ya al uso sino a la misma fabricación de armas nucleares por considerarlas contrarias a los principios básicos del Islam.
Ahora bien, desde los años noventa como mínimo llevan enriqueciendo uranio, en principio para uso civil. El hecho de que Estados Unidos y la IAEA ya no tengan apenas acceso a los laboratorios para comprobar que esa sigue siendo la finalidad del proceso es motivo de preocupación. Solo China y Rusia siguen fieles al tratado y ahora mismo son aliados militares de Irán, lo que les convierte en juez y parte.
Según el Pentágono, Irán solo necesitaría días, tal vez semanas, para enriquecer suficiente uranio como para darle un uso militar. En otras palabras, lo pueden hacer cuando quieran. Otra cosa sería convertir ese uranio enriquecido en un arma útil y eso puede tomar ya más tiempo. Hay quienes lo miden en meses, hay quienes lo miden en torno al año.
Aparte, habría que hacerlo sin levantar sospechas de la IAEA o de Israel y Estados Unidos y eso es muy complicado. El grado de infiltración del espionaje del Mossad en Irán se pudo comprobar el pasado 1 de agosto con el asesinato del líder de Hezbolá, Hasán Nasrallá, en su habitación de hotel de Teherán el día antes de la investidura del presidente Pezeshkian.
Eso no quiere decir que el régimen no se lo esté planteando. Después de décadas en las que la posesión de armas nucleares estaba considerada un tabú del que no se podía hablar, en las últimas semanas, en plena oleada de ataques en uno y otro sentido, el debate ha llegado a la calle, a las redes sociales y al parlamento. Hasta 39 diputados pidieron el mes pasado al ayatolá Alí Jamenéi que levantara la prohibición sobre las armas nucleares. Son una inmensa minoría, pero una minoría significativa, que indica que los tiempos están cambiando.
La debilidad convencional de la defensa iraní
Y es que Irán tiene un serio problema de defensa, por mucho que su retórica vaya en sentido contrario: el régimen islámico se ha apoyado en las últimas décadas en tres elementos para afirmar su capacidad militar. El primero era el llamado Eje de Resistencia, que servía para hostigar a Israel y a los soldados estadounidenses desplegados en la región. La presencia de Hamás, de Hezbolá, de la Resistencia Islámica o de los hutíes hacía que los enemigos de Irán tuvieran otros motivos de preocupación y no pudieran pensar en un ataque directo sobre Teherán.
Esta amenaza ha palidecido en los últimos meses con el asesinato selectivo de la gran mayoría de altos cargos de Hamás y de Hezbolá. La organización palestina está reducida a su mínima expresión y la libanesa, aun capaz de repeler los ataques israelíes y lanzar los suyos propios, acaba de elegir un nuevo líder -el veterano Naim Qassem- y está en un entendible proceso de reagrupamiento y de reasignación de funciones.
La segunda capa de esta construcción defensiva era el propio arsenal convencional de drones, misiles y defensas antiaéreas. Dicho arsenal se ha mostrado incapaz en dos ocasiones de causar daños significativos en Israel y se ha visto mermado por los ataques convencionales hebreos. Aunque desde Tehéran se ha intentado minimizar la ofensiva del pasado sábado, el diario The Atlantic lo considera “el mayor ataque sobre suelo iraní desde la guerra contra Irak”. De eso hace ya 35 años.
El enorme riesgo de la disuasión nuclear
Queda, por último, la amenaza del programa nuclear. Sería el elemento de disuasión definitivo, pero es imposible medir las consecuencias. Lanzarse a los brazos de la bomba atómica y más en medio de un conflicto abierto con otro país que también posee armamento nuclear es de un enorme riesgo. Incluso en el caso de cumplirlo con éxito, provocaría una carrera en el resto de países de Oriente Próximo, en busca de su propia arma de destrucción masiva que les garantice su propia seguridad.
Por eso, tal vez, a Irán le convenga volver a algún tipo de acuerdo con Estados Unidos para garantizar su seguridad y su programa nuclear civil y no jugar con fuego. Un acuerdo similar al firmado en 2015 con Barack Obama y que acerque las posturas entre ambos países, de manera que Israel no sienta que tiene el apoyo de la Casa Blanca a la hora de iniciar algún tipo de aventura peligrosa. Expertos estadounidenses citados por el portal The Atlantic aseguran que tanto Kamala Harris como Donald Trump estarían dispuestos a algún tipo de colaboración con el régimen de Teherán.
El asunto es si Irán podría fiarse de Estados Unidos a estas alturas, y sobre todo del propio Trump. Fue el expresidente el que sacó a su país unilateralmente del acuerdo nuclear con y fue el expresidente el que ordenó el asesinato del general Soulemaini, jefe de la Fuerza Quds, en el aeropuerto de Bagdad. Es difícil firmar un acuerdo cuyas garantías las ofrece alguien que ya te ha dejado en la estacada antes y te ha impuesto unas sanciones que han desestabilizado tu economía.
También está por ver el papel que eligen jugar China y Rusia en esta función. Los lazos entre los tres países, sobre todo entre Moscú y Teherán, están más unidos que nunca. Puede que Putin se comprometa a proteger a Irán con su propio armamento nuclear sin necesidad de que los ayatolas tengan que construir el suyo. Eso le daría a Rusia mayor influencia en la zona y se evitaría un posible enemigo en el futuro.
Las alianzas cambian muy rápidamente. No hace tanto que Estados Unidos y Rusia luchaban juntos contra el ISIS, contra las veleidades nucleares de Irán y contra las de Corea del Norte. Ahora, son Irán, Corea del Norte y Rusia los que luchan contra Estados Unidos y sus aliados.