Una serie de fotografías publicadas por los rebeldes sirios tras la toma del palacio de los Asad.

Una serie de fotografías publicadas por los rebeldes sirios tras la toma del palacio de los Asad.

Oriente Próximo

Entre 'El dictador' y 'La zona de interés': las fotos de la vida despreocupada de los Asad al margen de su régimen criminal

Estambul (Turquía)
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Mientras salen a la luz más detalles sobre el tormento indescriptible que el régimen de Bashar al-Assad infligía a su pueblo, los activistas difunden las fotos saqueadas del monumental palacio del sátrapa, testimonios bizarros de su vida privada y situaciones propias del dictador de ficción interpretado por Sacha Baron Cohen, y de una lejanía con el sufrimiento de su pueblo que recuerda a la oscarizada La zona de interés.

No son producto de la inteligencia artificial. Es evidente que los Assad salieron corriendo y dejaron una estela de escenas de lo más privadas y desconcertantes. Un espigado Assad en ropa interior blanca, con el clásico tanktop sirio, sus larguísimas piernas en posición de danzarín apolíneo en lo que parece ser la cocina de un apartamento. Podría ser el de Asma cuando él estudiaba oftalmología en Londres, donde se conocieron, aventuran los activistas sirios en sus grupos de WhatsApp. La comparan con otra en blanco y negro del fundador de la dinastía, su padre, Hafez, también en calzoncillos y posando como un púgil: ¿tradición familiar?

Dos fotografías más conocidas en los últimos días.

Dos fotografías más conocidas en los últimos días.

De nuevo un Assad veinteañero en bañador cargando a una muchacha que ríe subida a sus hombros en un apartamento ochentero y despejado, con la línea celeste del mar al fondo. Bashar con pose seductora en un sofá, deben de ser los tiempos del inicio de su romance. Las fotos de la boda con una flaquísima y bella Asma. Bashar en calzoncillos en un triciclo. En tonos sepia, a pecho descubierto y con un reloj de lujo en su muñeca, el joven Assad se fotografía en el espejo con una cámara analógica y mirada de galán, el primero de muchos autorretratos. Se siente guapo, se siente inteligente, más inteligente que el resto de sirios. ¿Fue este el primer selfi de una de las dictaduras más despiadadas de Oriente Medio?

La fotografía parece ser la afición favorita del dictador, exiliado ya en Moscú con su familia desde la madrugada del domingo. A los sirios no se les escapa el aspecto afeminado y las fiestas en las que hombres desconocidos se disfrazan como mujeres y bailan. ¿Era Bashar un afeminado en el armario? ¿Quiénes son todos esos hombres? Más imágenes de Asma tras dar a luz a su primer retoño, presente también en la habitación la madre de Bashar, Anisa Makhlouf. Bashar en una bañera tipo jacuzzi con el bebé. Otra foto de Bashar con el recién nacido, y esa extraña sonrisa torva, disártrica, entre Charlie Chaplin y Adolf Hitler.

Asad, de nuevo, en dos escenas privadas.

Asad, de nuevo, en dos escenas privadas.

Las imágenes privadas de Assad, extraídas del Qasr al-Shaab, el Palacio del Pueblo, la estructura residencial situada en la colina de Damasco que domina la ciudad, se han convertido en uno de los principales objetos de burla y catarsis colectiva estos días, junto con el desmantelamiento simbólico de sus estatuas, los actos en las calles de incineración, profanación, escupitajo y micción a sus fotografías y la cremación del féretro con los restos de Hafez en su mausoleo de Qardaha.

Las escenas que recogen esas instantáneas podrían perfectamente ser parte de la grotesca historia del dictador de Cohen, pero se convierten en la angustia muda de Jonathan Glazer, en la banalidad del mal de Hannah Arendt, a medida que van apareciendo las evidencias de los vejámenes y los cuerpos que el régimen ha dejado a tan solo 30 kilómetros al norte del palacio, en la morgue de la prisión de Sednaya.

En la cuenta de X del mismo activista, Qusay Noor, se analizan las fotos de uno de los cadáveres recuperados, y se concluye que son los restos del disidente Mazen al-Hamada, quién denunció hace una década, desde su exilio europeo, las torturas que había recibido. Su entrevista marcó un antes y un después en la documentación de la barbarie de Assad. Explicaba Hamada a cámara cómo con unas tenazas estiraron su pene al punto de casi desmembrarlo, mientras lo sodomizaban con un palo. Le pregunta la periodista qué siente por sus torturadores. Hamada intenta controlar la emoción, incapaz de articular palabra, el micrófono registra cómo traga saliva mientras los ojos se le humedecen. Son los 34 segundos de silencio que mejor condensan el horror de Siria.

Inexplicablemente, Hamada regresó a su país en 2020, tal vez confiado en promesas de inmunidad que resultaron falsas. Al llegar a Damasco, fue arrestado inmediatamente por los Mukhabarat, la inteligencia siria. Su familia temía por su vida, y sus peores temores se confirmaron al hallarse esta semana sus restos en las cámaras frigoríficas de la prisión. Hamada es uno de los 13.000 torturados y asesinados en este “Matadero Humano”.

Fue este imperio del terror lo que desató las protestas en 2011, exaltadas por la Primavera Árabe y la ingenuidad de un pueblo que creyó que el nuevo presidente, educado en Europa y amigo de celebrities como los Reyes de España, comprendería sus deseos de democracia. En lugar de dialogar, Bashar respondió con masacres. Fue acusado por la ONU y la Corte Penal Internacional de crímenes de guerra y lesa humanidad, incluyendo el uso de armas químicas, torturas, desapariciones y exterminios en cárceles, documentados en el Caso César (2014). Estas atrocidades llevaron a sanciones de EE. UU. y la UE, aunque Rusia y China han bloqueado repetidamente su enjuiciamiento.

En su libro Syria: The Fall of the House of Assad (2012), David W. Lesch describe cómo Bashar pasó de ser un oftalmólogo principiante, introvertido y sin aspiraciones políticas, a convertirse en un tirano. Inicialmente, su hermano Basil era el heredero del poder, pero murió en 1994, obligando a Bashar a asumir un rol para el que no estaba preparado. Tras la muerte de su padre, se convirtió en presidente en el año 2000, cuando todavía era visto como un reformista. Pero rápidamente adoptó las estructuras represivas heredadas de su padre, quien tras su golpe de Estado de 1971 había diseñado una máquina del miedo inspirada en el nazismo y pergeñada con ayuda del “Verdugo de Viena”, Alois Brunner, según los periodistas franceses Hedi Aouidj y Mathieu Palain.

Bashar fue moldeado por el sistema, donde los servicios de inteligencia controlaban todos los aspectos de la vida. Influido por figuras del antiguo régimen, adoptó una brutalidad necesaria para mantener el poder y rechazó cualquier reforma que debilitara su dictadura. La paranoia característica del autoritarismo lo llevó a ver cualquier disidencia como una amenaza, adoptando una política de tierra quemada durante la guerra civil. Además, su testarudez y resistencia al cambio, bajo la excusa de preservar la estabilidad de Siria, reforzaron su crueldad, agravada por su falta de visión política. Tras devastar su propio país con sus crímenes de guerra, los Assad se habían convertido en una mafia que vivía de la producción y el tráfico de captagon, la droga que usaban los terroristas del ISIS para cometer sus atrocidades, y que el dictador exportaba a los países árabes.

Los biógrafos describen a un joven Bashar pacífico, calmado y racional. Sin duda será material de estudio para los psiquiatras. Seguramente antes del poder era un tipo normal. Pero después de medio millón de muertos, 100.000 desaparecidos, decenas de miles de torturados, y 12,3 millones de desplazados internos y externos, a los sirios no les importan los motivos. Lo que quieren es justicia.