Hoy se ha confirmado el fallecimiento de Carrie Fisher, más famosa por su papel de Leia en la saga Star Wars.

Soy de la opinión de que la trilogía original de Star Wars tenía tres protagonistas.

Sí, Luke era la estrella joven designada como protagonista, pero tanto Han Solo como la Princesa Leia atrapaban nuestra atención en todas las escenas en las que aparecían; la suya era una historia alternativa que en muchos aspectos era más interesante.

Inicialmente, Leia no era más que la típica princesa en apuros, destinada a ser rescatada por Luke y poco más. Fue en las secuelas cuando realmente se demostró que era mucho más. Era una comandante, una luchadora, una estratega y el pegamento que unía a dos opuestos como Luke y Han.

Carrie Fisher, más que una princesa

Sí, también fue modelo de bikini para atraer las miradas de la audiencia, pero en perspectiva la figura de Leia Organa no ha hecho más que crecer con el tiempo. Su importancia cada vez mayor y expandiéndose más allá de su papel inicial.

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Y Carrie Fisher era el motivo. Sin ella, Leia sería otra princesa más. Y sin Leia no tendríamos a Rey ni a Jyn Erso, las mujeres que han demostrado que es posible protagonizar una película de Star Wars.

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Carrie Fisher era mucho más, por supuesto. Aunque normalmente se piensa que la carrera de Fisher padece en comparación con la de Harrison Ford, o incluso con la de Mark Hammil, no podemos olvidar su faceta oculta, detrás de las cámaras.

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No solo escribió documentales auto-biográficos, sino que consiguió cierta fama en la industria por ser capaz de arreglar guiones; Hook, Arma Letal 3 o Sister Act fueron corregidas por ella, e incluso participó en el guión de las precuelas de Star Wars.

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Días después de sufrir un infarto en un vuelo de Londres a Los Ángeles, Carrie Fisher ha muerto a los 60 años. Detrás deja un legado muy especial, una referencia para las protagonistas del futuro.