Hay dos verdades absolutas en Internet: que la piratería existe, y que los no piratas sufren más consecuencias que los piratas. La cantidad de medidas puestas en marcha por los gigantes empresariales para perseguir la piratería no suelen tener más víctimas que los usuarios “legales”; esto ocurre tanto con el DRM (protección anticopia) como con otras medidas como los filtros de contenido, que cada vez más webs están implementando.
El ejemplo más flagrante de lo primero lo protagonizó Sony hace ya más de una década; cuando se descubrió que 22 millones de CDs de música instalaban programas en nuestro PC de manera secreta. Unos programas que tenían vulnerabilidades que fueron aprovechadas por malware. Pero esa es una historia para otra ocasión.
El problema de los filtros de contenido en Internet
El caso que tenemos hoy es tal vez igual de perjudicial para el usuario final, y también está protagonizado por Sony. Es la historia de un artista, James Rhodes, que subió a Youtube una interpretación a piano de una composición de Johann Sebastian Bach; es decir, nada fuera de lo normal.
Las composiciones clásicas ya están libres de derechos de autor, y cualquiera puede interpretarlas y compartirlas. Al menos, eso es lo que creía Rhodes. Para su sorpresa, recibió una reclamación de Sony Music Enternainment afirmando que el sonido era propiedad de la compañía; en concreto, eran 47 segundos de la pieza los que reclamaban.
En efecto, Sony no solo estaba afirmando que la composición de Bach era de su propiedad, sino también la interpretación de Rhodes, que había hecho en el salón de su casa. Una gigantesca multinacional había puesto la mano sobre el vídeo, había dicho “mío”, y Youtube cumplió sus órdenes, sin esperar a la respuesta de Rhodes.
Es es uno de los muchos problemas de Content ID, el filtro de contenido de Youtube: que por defecto, las compañías que reclaman tienen prioridad frente a los creadores. Así que Rhodes era culpable de copiar el contenido de Sony hasta que se demostrase lo contrario.
Culpables hasta que se demuestre lo contrario, el método Content ID de Youtube
Rhodes podía reclamar, por supuesto. Pero a diferencia de las compañías, los creadores tienen que iniciar este proceso de manera manual; en cambio, en Sony no tienen que hacer nada, ya que Content ID se encarga de analizar todos los vídeos subidos y de cotejarlos con la base de datos proporcionada por la compañía y que, de nuevo, Youtube acepta sin rechistar.
Si salta un positivo, tienen varias opciones, entre las que se encuentra reclamar el vídeo para que todos los ingresos por publicidad vayan a parar a la compañía; o pueden simplemente hacer que no se muestren anuncios, quitándole los ingresos a los creadores justo en el momento más crítico: en las primeras horas después de la publicación del vídeo, cuando hay más visitas.
Todo esto es bien conocido. Y la propia Youtube es consciente de la cantidad de problemas que supone Content ID; pero gracias a este filtro, puede convencer a las mismas multinacionales para firmar acuerdos multimillonarios para alojar su contenido en la plataforma. Y para crear servicios como Youtube Music con su contenido. Para Youtube, simplemente no merece la pena pelear por los derechos de un pequeño autor; si este pelea por su cuenta, es posible que le haga caso, pero hasta entonces, hará lo que la compañía y Content ID dicten.
El artículo 13 no ha muerto, y estará basado en estos problemas
Pese a que los problemas de Content ID son evidentes para cualquiera que sea creador en Youtube o pase algo de tiempo en la plataforma, los políticos europeos tienen una extraña fijación por esta tecnología, como si fuera la solución final al mal de la piratería.
Así nació el infame “Artículo 13”, una nueva ley europea que impondría un ferro control a todo lo que subimos a Internet. Las webs que permiten a los usuarios subir archivos tendrían que implementar de manera obligada un filtro que detectase contenido con copyright; en definitiva, pretenden que todas las webs, por pequeñas que sean, gasten los mismos millones que Youtube se ha gastado en el desarrollo de Content ID. Y todo ello, sólo para conseguir unos resultados que todo el mundo está de acuerdo en que son malos.
En un mundo ideal, esta polémica de Bach debería servir para cerrar de una vez cualquier posibilidad de que se aprobase una ley semejante; un texto legal basado en una tecnología imperfecta y que provoca verdaderos problemas a ciudadanos que no están rompiendo la ley.
La segunda votación se acerca
Lamentablemente, no estamos en ese mundo ideal. La semana que viene, el 12 de septiembre, se espera una segunda votación para llevar adelante el Artículo 13 junto con otras medidas como la “Tasa Google” (cuya utilidad también es altamente discutible).
La primera votación fue en contra de la ley, pero nada nos asegura que el Parlamento no cambie de opinión. Es por eso que se han organizado campañas en Internet para contactar con los europarlamentarios por su voto.
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