Los alarmantes niveles de contaminación en las grandes ciudades modernas han obligado la implantación de protocolos como el de Madrid, que obligan a una reducción en la velocidad, así como de zonas de uso exclusivo para coches no contaminantes. Pero ¿y si la solución hubiese sido lo contrario, permitir que los coches con motor de combustión conduzcan, especialmente en zonas contaminadas?
A finales de los 90, una empresa de Nueva Jersey, EEUU, llamada Engelhard planteó justo eso; usar los propios coches para atrapar la contaminación del aire conforme circulaban. Una idea que parecía loca, y que en buena parte lo era; pero que al menos en algunas partes del mundo se puso en marcha y convenció a algunos fabricantes.
El método para atrapar la contaminación con el coche
Tu coche necesita aire para funcionar, y no solo para mezclarlo con combustible y provocar explosiones controladas en el motor. Este proceso provoca que todos los componentes se calienten, y por eso tu coche tiene un radiador por el que circula un líquido refrigerante. El aire que entra por el frontal del coche pasa por el radiador, que enfría el líquido y sale caliente de nuestro coche.
La clave de este concepto estaba en “PremAir”, un agente químico diseñado para impregnar el radiador de nuestro coche, y que era capaz de filtrar componentes contaminantes presentes en el aire. De esta forma, conforme el aire pasaba por el radiador, además de bajar la temperatura del líquido refrigerante, las partículas se quedaban pegadas al radiador y se producía una reacción química que las neutralizaba.
Según sus creadores, PremAir era capaz de convertir hasta el 75% del ozono de la atmósfera a nivel de suelo en moléculas de oxígeno; pero también tenían otras versiones capaces de atrapar otros componentes químicos contaminantes.
Suena muy bien, tal vez demasiado. Para algunos, el producto de Engelhard era poco menos que el Santo Grial, sobre todo en una época en la que empezábamos a concienciarnos del problema de la contaminación y el calentamiento global; algunos países y estados empezaron a implementar leyes contra la contaminación, y PremAir podría ser un método sencillo de mejorar coches ya existentes sin necesidad de desarrollar nuevos motores.
Por qué no llegó a más coches
Volvo fue la compañía que más apostó por este compuesto, ofreciéndolo como opción en algunos modelos y en contados mercados; sólo suponía un sobrecoste de 50 dólares respecto al precio base, así que era una opción muy atractiva para los conductores más concienciados con el medio ambiente.
Ford también se planteó usarlo en sus modelos; aunque en su caso no solo capturaba el ozono, sino también el monóxido de carbono. Sin embargo, esta versión era mucho más cara (hasta 1.000 dólares de sobrecoste), y sobre todo, Ford no podía demostrar a las autoridades que realmente sirviese para cumplir los estándares de emisiones.
Ese fue el gran motivo por el que PremAir no recibió más atención: su eficiencia era realmente dudosa. La cantidad de contaminantes atrapados dependían demasiado de la zona en la que conducíamos; e incluso las propias pruebas realizadas por Engelhard daban resultados muy variables.
La admisión de la compañía de que los beneficios para el entorno podían ser menores de lo esperado fue su final, pero no el de su producto. Engelhard fue comprada por el gigante BASF, que todavía ofrece PremAir y tiene un hueco en su página web. Pero oficialmente, sólo unas cuantas decenas de miles de Volvo implementaron este método contra la contaminación.
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