A muchos nos gustaría tener un Lamborghini, pero para la mayoría es un sueño inalcanzable; incluso conseguir un modelo viejo de segunda mano es una inversión importante. Afortunadamente, ahora que la impresión 3D se ha popularizado y sus costes han bajado, podemos conseguir lo siguiente mejor: una copia.
Esa fue la idea que tuvo Sterling Backus después de jugar durante meses a Forza Horizon 3 con su hijo; el coche preferido de ambos en este juego era el Lamborghini Aventador, un espectacular deportivo con más de 700 caballos de potencia y que en algunos ángulos parece un batmóvil. Padre e hijo estaban unidos por el amor a este coche, pero las probabilidades de comprarse uno eran nimias. Ahí es donde entra la tecnología de impresión 3D.
Un Lamborghini impreso en 3D, el mejor proyecto padre-hijo
Porque Backus es un físico especializado en el diseño de láseres para la investigación y el desarrollo en la Universidad del Estado de Colorado, así que tenía ciertos conocimientos que le podrían ser útiles para construir un coche completo, y sobre todo, sabía las limitaciones a las que se enfrentaba. Aunque la impresión 3D ya está siendo usada por fabricantes para el desarrollo de piezas personalizadas, Backus tendría que aceptar que no podía simplemente imprimir toda la carrocería de una vez, por ejemplo.
Por eso, decidió diseñar los paneles por separado en Solidworks, un programa de diseño 3D, e imprimirlos uno por uno con impresoras 3D normales y corrientes que compró en Amazon. Era una idea arriesgada, ya que el peligro es que parezca que el coche se va a caer a pedazos; por eso, la idea que tuvo fue pegar los paneles, recubrirlos en capas de fibra de carbono, y sellarlos al vacío. Esta técnica que aprendió por su cuenta no es muy diferente a lo que se hace en proyectos profesionales, y permite crear grandes partes que parecen una sola pieza, como las del coche real. Hasta el salpicadero ha sido creado de esta manera basándose en el diseño original.
Basado en piezas de desguace
Estas piezas de carrocería van montadas en un chasis tubular de acero, al que se acopla el habitáculo, el motor y la suspensión. No es un esquema muy diferente de muchos coches deportivos, pese a las evidentes limitaciones. Para el motor, se optó por “robárselo” a un Chevrolet Corvette del 2003: es un LS1 V8 que no dará tanta potencia como el de un “Lambo”, pero como mínimo sonará bien. También se han aprovechado piezas de otros coches, como un Porsche 911.
En total, Backus calcula que el coche le costará unos 20.000 dólares, mucho menos de los 420.000 que cuesta un Aventador real. Además, es un proyecto padre-hijo y eso siempre es bonito. Eso sí, cosas como esta sólo podrían pasar en los EEUU, donde las reglas sobre qué es lo que puede circular en carretera son algo más laxas y los proyectos DIY son más comunes.
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