Les reconozco que soy de esos a los que les gusta sacar el móvil a la mínima para hacer fotos o vídeos de momentos cotidianos. De una cerveza con amigos, de cómo mi crío se tira por el tobogán o de la hamburguesa que me voy a comer por dar envidia a los colegas en el grupo de WhatsApp. Es justo bajo ese planteamiento con el que han llegado a España las Ray-Ban Stories, las primeras gafas inteligentes de Facebook para moverse más allá de la red social.
Cuando Meta me propuso probarlas les dije que sí al instante, aunque las empecé a usar con desconfianza. No me agradaba mucho la idea de que una cámara firmada por la empresa de Zuckerberg pudiera estar grabando lo que hago durante el día. Pasadas las semanas he comprendido bien cómo funcionan, hasta qué punto llega el control del usuario y es raro el fin de semana que no las acabe llevando en vez de mis Wayfarer de siempre.
Aún así, las Ray-Ban Stories no son para todo el mundo. He pasado un mes con ellas para ponerlas a prueba y comprobar de primera mano cuáles son los puntos fuertes y débiles de estas gafas inteligentes que están a la venta por 329 euros.
Una cámara siempre lista
Las Ray-Ban Stories están disponibles en tres modelos, Round, Meteor y Wayfarer. Tres icónicos diseños de la marca de Luxottica que están ligeramente modificados para albergar en su interior toda la tecnología que hacen únicas a las Stories.
En las esquinas frontales disponen de un pequeño led blanco, dos cámaras de 5 megapíxeles que están acompañadas en el resto de la patilla por un conjunto de tres micrófonos, sistema de altavoces en las patillas, un botón para hacer fotos o vídeos y una superficie táctil para controlar la música o las llamadas. Para gestionarlo, en el interior dispone de un procesador propio, batería y 4GB de almacenamiento interno. Todo sin sacrificar el peso, pues pese a que son ligeramente más grandes que las Wayfarer de siempre, resultan prácticamente igual de livianas.
Pese a que las gafas son realmente un pequeño ordenador no son independientes. Necesitan estar conectadas a través de bluetooth a un teléfono para poder reproducir música o volcar las fotografías o vídeos. Asimismo, cabe tener en cuenta que cuentan con un botón en la parte interna para encenderlas o apagarlas y así optimizar la batería. Tienen en torno a unas 6 horas de autonomía y se cargan a través de un sistema magnético en la funda, pues será ésta la que se enchufe a la corriente.
Su funcionamiento es extremadamente sencillo, y ahí radica su magia. Tan fácil que a veces te sorprendes grabando o haciendo fotos en situaciones en las que hasta ahora jamás te habrías planteado sacar un móvil para hacerlo. Montando en bicicleta, jugando al fútbol o paseando, momentos en los que necesitas las manos libres y la cámara ubicada en tu frente da un punto de vista cercano de lo que estás viendo realmente.
Cabe tener en cuenta que la histórica ambición de tener una cámara que grabe lo que ven tus ojos no se cumple con las Stories, pero la sensación es muy cercana. Es realmente una forma de llevar encima un dispositivo que registra los mejores momentos del día.
Para usar la cámara, bien se puede activar tocando el botón situado en la patilla o bien a través del comando de voz. Esta forma de relacionarse con el dispositivo es realmente útil y —pese a estar en inglés— es la más cómoda de hacerlo. Con sólo decir "Hey Facebook, take a video", las gafas grabarán un pequeño vídeo de 60 segundos. No existe posibilidad de aumentar la duración de estas tomas, pero a través de la aplicación View se podrán hacer montajes de una forma fácil con la idea de compartirlo a través de las redes sociales.
Sobre la calidad de las fotografías o vídeos, no destaca por ser lo mejor del mercado móvil y un teléfono de gama media se desempeña con mejor resultado. Sufre especialmente en los contraluces y sirve para tener el recuerdo de un momento justo, pero no sirve para jubilar a una GoPro o un teléfono si lo que se busca es calidad de foto o vídeo. Sí es que destaca por su parte en lo que a estabilización se refiere. Pese a ir andando o corriendo el vídeo queda muy fluido y las fotos que se toman no salen en absoluto movidas.
Y la privacidad, ¿qué?
El gran melón de estas gafas es, como con cualquier producto de Meta que se precie, la privacidad. Desde el escándalo de Cambridge Analytica primero a los Facebook Papers después, la reputación de la compañía en cuanto a privacidad y gestión de los datos se refiere es una de las más castigadas del sector. Con lo que es entendible los recelos que puede provocar su uso.
Con la idea de que confiemos en ellas, las gafas se vinculan a la aplicación View que es donde el usuario puede volcar las imágenes que toma, así como hace de dique antes de compartirlo en redes sociales. Es ahí donde se configura la información que cederemos Meta. Eso sí, pese a ser una app independiente de las redes sociales de la compañía, es necesario iniciar sesión con una cuenta de Facebook para poder usarlas.
Sin embargo, la clave de estas gafas no se centra en tanto qué pasa con los datos sino en qué situaciones es apropiado grabar o no. Una patata caliente que Facebook pasa al usuario limitándose a compartir una guía de uso responsable y a instalar un pequeño led blanco en la esquina superior derecha a modo de chivato que se está grabando.
En la práctica este led blanco es de escasa visibilidad y es necesario que la persona grabada esté mirando las gafas así como su conocimiento de qué es esa pequeña luz blanca que asoma en la montura. Manipular esta luz va en contra de los términos de servicio de las gafas, pero hacerlo es extremadamente simple y el usuario puede sentir verdaderamente que lleva unas gafas espía.
El problema con ellas es por tanto que llevamos una cámara lista para grabar en cualquier momento, algo que pasó con las Google Glass y que ahora Facebook retoma. Te tienes que fiar de quien las lleva y su gran parecido a las Ray-Ban 'normales' hace que a un par de metros de distancia no seas capaz de reconocer que llevan cámara pero ellas sí pueden grabarte.
¿Me las compro?
Lo más revolucionario de las Ray-Ban Stories es su concepto: unas gafas con cámara integrada para poder inmortalizar cualquier cosa en nuestro día a día teniendo las manos libres. Es un producto redondo y extraordinariamente bien hecho, tanto que es la forma lifestyle de tener una GoPro siempre encima.
Las Ray-Ban Stories no son un producto adelantado a su tiempo, ya que Snap lo hizo con Spectacles o Google con las Glass, pero sí son el ariete que introduce esta forma de llevar una cámara en público por su aspiración masiva. Tienen un diseño conocido y elegante que no sólo no llaman la atención sino que, además, quedan bien.
De este modo, al tratarse de un producto que abre un mercado nuevo, son las Stories las que ponen el debate sobre la mesa de hasta dónde deberían usarse, en qué tiempo y en qué forma. Probablemente sean ellas quienes abran el precedente que acabará marcando una posible legislación de privacidad y grabación pública si su adopción es masiva.
Es utópico pensar en un uso completamente responsable de las gafas por parte de los usuarios, del mismo modo que hay quien no respeta los límites de velocidad. Yo mismo me he sorprendido grabando en situaciones en las que la guía de uso responsable de Facebook no recomienda, o bien he acabado grabando de forma involuntaria a gente que no sabía que se estaba metiendo en plano.
En suma, las Ray-Ban Stories son un gran producto de Meta y son perfectas para quien le encante inmortalizar momentos cotidianos para compartirlos luego en redes sociales o a través de aplicaciones. Son las mejores gafas inteligentes que se pueden comprar ahora mismo, pero la revolución apunta mucho más alto. A un producto que pueda además mostrar información al usuario y combinar la realidad con lo virtual. Pero es avanzar demasiado rápido todavía.
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