Nueva Zelanda prohíbe las patentes de software
Por sus propias características, el software siempre ha quedado en un limbo legal en lo que respecta a la protección de sus creadores. La legislación de los distintos países siempre ha sido demasiado lenta, y la mayoría de los casos jurídicos se han cerrado en base a leyes creadas cuando el propio concepto de un programa informático no existía. Parece mentira, pero bien entrados en el siglo XXI seguimos regulando los programas electrónicos con leyes que datan incluso del siglo XIX.
Y no es un tema que se pueda tratar de esta manera. Es cierto que los creadores de software necesitan protección, pero al mismo tiempo, es imposible seguir las leyes al pie de la letra sin dañar seriamente la innovación y la creación de nuevo software. Si solo el creador de las ventanas pudiese implementarlas, ahora mismo no podríamos usar la mayoría de los sistemas operativos actuales.
“Es casi imposible desarrollar software sin infringir alguna de las cientos de patentes otorgadas alrededor del mundo por funciones obvias”. Clare Curran miembro del Parlamento de Nueva Zelanda
Ahora, en Nueva Zelanda han llegado a una especie de punto intermedio, en el que se busca recompensar a los creadores sin poner en peligro la innovación y la competitividad. En una votación en el Parlamento ganada por 117-4, se han prohibido las patentes de software.
“Proteger el software patentándolo es inconsistente con el modelo de software libre, y sus defensores lo oponen”
Sin embargo, eso no significa que no se pueda patentar ningún programa en el país, ya que han dejado ciertas situaciones en las que sí que se puede otorgar una patente. Así, un programa es patentable si se trata de la implementación de un proceso patentable. Como ejemplo se puso una lavadora que cuenta con un nuevo software que mejora la limpieza y usa menos electricidad. Como en este caso el programa es una manera de poner en marcha una nueva invención, sí que se otorgaría la patente, pero no si se tratase de un programa que simplemente hace que la lavadora funcione. Ahí está la diferencia entre “función obvia” e “invento”.
Es una solución interesante a un dilema al que tarde o temprano el resto de países del mundo se tendrán que enfrentar. Especialmente EEUU, un país en el que es habitual ver constantes juicios por patentes de elementos básicos.
Fuente | Engadget