Si esta ha sido una mala semana en el trabajo, al menos puedes complacerte en que no eres un sicario que usa un reloj con GPS durante la faena. Es el extraño caso de Mark Fellows, alias “Iceman”; probablemente uno de los asesinos profesionales más torpes del mundo. Aunque al mismo tiempo, sirve para recordarnos que si usamos dispositivos inteligentes, es muy probable que todas nuestras acciones estén siendo registradas.
Todo empezó en julio de 2015, cuando un jefe criminal de Manchester, Paul Massey (alias “Mr. Big”), fue asesinado; un desconocido le disparó con una ametralladora Uzi fuera de su casa. Fue un acto claramente planeado, y la policía no encontró las suficientes pruebas para incriminar a nadie; fue especialmente complicado explicar cómo el atacante había conseguido “desaparecer” después del ataque.
Los asesinatos resueltos con un smartwatch
Así que quedó como un caso abierto, aunque Fellows siempre fue uno de los sospechosos a tener en cuenta. Así, hasta tres años después; cuando el “ejecutor” de la mafia John Kinsella fue asesinado en circunstancias muy parecidas a las de su mentor.
La policía tenía pistas que apuntaban a Fellows, pero ¿cómo demostrar cómo había conseguido llegar hasta sus víctimas y escapar, sin ser detectado? Y entonces se dieron cuenta de un detalle: Fellows, además de su personalidad como sous chef en su vida “normal”, también era un runner. Y como demostraba una foto suya de su participación en una carrera, le gustaba usar un smartwatch para registrar su rendimiento, como hacen muchos runners.
Inmediatamente, la policía consiguió una orden para encontrar ese smartwatch en la casa de Fellows; se trataba de un Garmin con GPS, capaz de registrar no solo el rendimiento del corredor sino también su posición exacta. ¿Era posible que Fellows lo hubiese llevado durante los asesinatos?
Los datos del GPS fueron analizados, y revelaron cómo Fellows planeó los ataques. Empezó nada menos que dos meses antes, con una “sesión” de 35 minutos que en realidad fue un reconocimiento de la zona. Lo interesante es que el reloj también registró la velocidad; y gracias a eso supieron que el sicario había empezado el trayecto en bicicleta y se bajó cuando se acercaba a la casa de Massey.
Usando los datos del smartwatch, la policía pudo reconstruir la escena del crimen, y comprender mejor cómo Fellows consiguió escaparse. El resto es historia. Mark Fellows y un ayudante han sido condenados a cadena perpetua, y algo nos dice que tendrán que sufrir muchas bromas en lo que les queda de vida.
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