Más vale prevenir que curar... "La prevención en salud mental"
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Frase muy típica que utilizamos para tomar precauciones que eviten un daño mayor, pero frecuentemente se tiene en cuenta con cosas más tangibles como: si saltas en la cama te caerás, no te pongas pantalón corto si va a llover… ¡Pero nos olvidamos de una prevención muy importante! ¡La prevención para la salud mental! Un concepto que está aún en desarrollo pero que sin duda, y como demuestra un reciente estudio tiene mucho que ofrecer.
El estudio de la Universidad de Montreal:
Este estudio llevado a cabo por la doctora Patricia Conrod de la universidad de Montreal en conjunto con el hospital Sainte-Justine Hospital Research Centre estudió la influencia de un entrenamiento o educación psicológica en adolescentes y sus efectos en la prevención futura de problemas mentales. Según este estudio aproximadamente 1 de cada 4 adolescentes (de entre 8 y 15 años) había sufrido ese año algún tipo de problema psicológico (un número muy alarmante).
Sabemos que el simple hecho de sufrir un problema mental aumenta la probabilidad de padecer un segundo y que además hay factores de personalidad (rasgos) que predisponen o aumentan la probabilidad del desarrollo de problemas psicológicos, luego, sabiéndose esto, se realizó un experimento en el que se comparaba la evolución a largo plazo en aquellos estudiantes con personalidades problemáticas que habían recibido algún entrenamiento para prevenir este tipo de problemas y los que no, para así evaluar la efectividad del programa de entrenamiento y prevención que se había desarrollado específicamente para este propósito.
El estudio también contemplo no solo el riesgo de sufrir trastornos mentales sino también el riesgo en consumo de sustancias (alcohol o drogas). El riesgo para cada sujeto fue evaluado con una escala de personalidad que medía factores de personalidad como la impulsividad, la desesperanza, la ansiedad, la búsqueda de sensaciones, etc… Todos ellos asociados a algún trastorno en concreto.
El estudio se realizó en 509 estudiantes Británicos repartidos en 19 colegios de Londres, algunos colegios formarían parte del grupo control y otros del experimental.
Se realizaron dos grupos a partir de esta muestra: un grupo de sujetos con perfil de riesgo que pasarían por unas sesiones psicológicas para reducir las probabilidades de presentar problemas psicológicos en un futuro (grupo experimental) y un segundo grupo de jóvenes en riesgo pero que no recibirían ningún tipo de entrenamiento (este haría de grupo control). Posteriormente se compararon los resultados a los 24 meses tanto en evolución como en desarrollo de problemas psicológicos.
El entrenamiento en el grupo experimental consistió en dos sesiones grupales de 90 minutos (en total 3 horas) de terapia cognitivo-conductual centrada en el manejo de los rasgos de personalidad problemáticos de cada sujeto. Se debatían dentro del grupo situaciones reales que podrían surgir y suponer un riesgo, identificando desencadenantes personales y cómo manejar las propias reacciones. La terapia fue llevada a cabo por profesionales de la educación entrenados. Se discutieron las emociones, conductas y pensamientos típicos de los perfiles de personalidad que habían presentado, ofreciéndoles estrategias alternativas.
Los resultados mostraron que esta simple intervención era capaz de reducir la incidencia de trastornos mentales hasta en un 25-33% en el seguimiento a los 24 meses. Esto se midió a través de un cuestionario que se les pasaba a los estudiantes participantes en el estudio cada 6 meses para evaluar la evolución de los posibles problemas psicológicos y los rasgos de personalidad.
Específicamente se consiguió reducir en un 21-26% la aparición de depresión severa, problemas de conducta y ansiedad. Además los adolescentes con alta impulsividad redujeron en un 36 % las probabilidades de presentar problemas de conducta severos. Los adolescentes con alto rasgo de ansiedad redujeron en un 33% las probabilidades de presentar problemas de ansiedad importantes.
El estudio demuestra que las intervenciones llevadas a cabo por los profesores que se centran en factores específicos de riesgo pueden ser muy efectivas en la reducción de la aparición posterior de problemas como la depresión, ansiedad o los problemas de conducta.
Las conclusiones:
Este estudio es solo un ejemplo del éxito de la prevención.
Es ampliamente sabido que es en la adolescencia cuando se suelen adquirir los patrones de conducta desadaptativos y cuando la personalidad se consolida de forma más permanente, está claro que las experiencias previas desde la infancia suponen una inmensa influencia pero es en la adolescencia cuando el cerebro madura, se desarrolla el lóbulo prefrontal y se consolidan los patrones que mantendremos de adultos. Además es en la adolescencia cuando más riesgo hay pues la propia situación en si supone un momento de vulnerabilidad en el que la persona aún no ha adquirido las herramientas necesarias para enfrentarse a todo lo que le va sucediendo. Los adolescentes deben lidiar con un entorno cambiante que les exige nuevas respuestas y que supone nuevas demandas, deben aprender gradualmente a balancear la nueva independencia con los requisitos de responsabilidad que esta requiere, deben entender los nuevos roles sociales que adquirirán en el grupo, el descubrimiento de la sexualidad, del amor. Deben aprender respuestas a situaciones que nunca habían tenido que afrontar: el primer encuentro sexual, la aparición de drogas en el entorno, los peligros de las malas compañías… Además no solo esto sino que sus propios cuerpos serán desconocidos para ellos, serán objetos cambiantes sobre los que no tienen control, produciendo una alteración de la propia imagen que resultará casi seguro desagradable para todos en cierta medida.
Es vital ofrecerles información y ayuda para adaptarse a todos estos cambios de forma correcta. Ayudarles a entender los cambios emocionales que las hormonas producirán en su cuerpo.
Este tipo de programas a mi parecer debería incluirse en todos los centros educativos, está claro que es viable y no requiere un consumo de tiempo excesivo, el problema podría recaer en los recursos económicos pero si lo pensamos bien los gastos anuales que los problemas de salud mental suponen para cualquier país son elevadísimos, así pues reduciendo la incidencia de los trastornos mentales podríamos reducir los costes en la sanidad pública que luego supone el tratamiento de estas enfermedades mentales. El tratamiento de una enfermedad mental instaurada supone un gasto en médicos, psicólogos y psiquiatras de meses de duración, que aunque obviamente en el caso de los medicamentos puede suponer un ingreso para el gobierno, no creo sea tan rentable como para compensar el gasto en otros recursos, luego creo que es lógico que a la larga acaben por instaurarse estos programas que en 3 horas consiguen prevenir meses de tratamiento psicológico y años de sufrimiento a los jóvenes.
Fuente: Sciencedaily, UdeMNovelles.
Imagen: Wikipedia.