Las grasas saturadas NO son tan malas como creíamos
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ACTUALIZACIÓN: los investigadores de este estudio cometieron errores importantes a la hora de recopilar los datos. Pincha aquí para leer la corrección del mismo.
Si hay algo que nunca me dejará de sorprender de la ciencia será sin duda su capacidad para asombrarnos de que lo que creíamos que era totalmente cierto. Al final con el paso del tiempo acaba siendo diferente, es decir, lo que hoy se afirma con rotundidad puede no serlo dentro de poco tiempo.
Éste es el caso de las grasa saturadas. Desde siempre se ha dicho que los ácidos grasos saturados son malos para el corazón, por lo que hay que reducir su consumo con el objetivo de evitar las temibles enfermedades que afectan a nuestro corazón. Si a esto le sumas un incremento en el consumo de ácidos grasos insaturados en nuestra vida diaria, podías estar orgulloso de seguir una dieta saludable.
Grasas saturadas, ¿dejan de ser el villano de la película?
¡Ajam! Podías estar orgulloso… pero, ¿y ahora qué es lo que ocurre? Según una revisión bibliográfica de 72 estudios publicada en la revista Annals of Internal Medicine y dirigida por la Universidad de Cambridge, se ha descubierto que no existe ningún beneficio para el corazón a la hora de restringir el consumo de grasas saturadas.
No es la primera vez que hablamos en Medciencia sobre ello. Por ejemplo, hace un año dedicamos una entrada a las grasas saturadas, en concreto desmintiendo la demonización tan exagerada que existe sobre el tema. Cabe destacar que los últimos estudios no encuentran ninguna relación evidente, pero aun así parece que prevalece en nuestra mente la idea de que las grasas saturadas son muy malas.
Las grasas poliinsaturadas tampoco protegen el corazón
Por si esto no fuera suficiente, en esta revisión también se encontró que el consumo de ácidos grasos poliinsaturados como los ácidos omega-3 y omega-6 no reducen las probabilidades de padecer enfermedades cardíacas. Además, los investigadores, al profundizar en el impacto de cada una de estas grasas por separado, no llegaron a ninguna conclusión porque sus efectos fueron muy variados.
“Estos análisis de los datos existentes sugieren que no hay suficiente evidencia para decir que una dieta rica en grasas poliinsaturadas y baja en grasas saturadas reduce el riesgo de enfermedad cardiovascular”, explica el profesor Jeremy Pearson.
Los descubrimientos de esta revisión de estudios científicos ponen en tela de juicio todo lo que creíamos saber sobre los efectos de los ácidos grasos en el corazón, pues han desmoronado totalmente lo que se venía diciendo durante muchos años.
Asimismo, como bien comenta el principal autor de esta revisión, el doctor Rajiv Chowdhury de la Universidad de Cambridge, si tenemos en cuenta que las enfermedades cardiovasculares producen millones de muertes cada año, “es fundamental contar con pautas de prevención adecuadas que hayan sido documentadas con la mejor evidencia científica disponible”.
Un estudio de grandes dimensiones
Para llegar a estas conclusiones, los investigadores analizaron en conjunto 72 estudios que se hicieron por separado y que incluyeron a un total de 600.000 participantes de 18 países diferentes.
Los resultados mostraron que tanto la cantidad de grasas saturadas presentes en sangre como las consumidas en la dieta no estaban asociadas a las enfermedades coronarias. Tampoco se encontraron datos estadísticamente significativos en la relación existente entre el consumo de los distintos tipos de grasas y las enfermedades cardíacas.
Sin embargo, cuando los investigadores estudiaron con más detenimiento algunos tipos específicos de ácidos grasos omega-3 y omega-6, como los ácidos eicosapentaenoico y docosahexaenoico, y el ácido araquidónico respectivamente, descubrieron que disminuyeron la probabilidad de padecer estas enfermedades.
Lo mismo hicieron con las grasas saturadas y hallaron curiosas diferencias entre cada una de ellas. Así, mientras los niveles sanguíneos de ácido palmítico y esteárico parecían aumentar levemente las enfermedades del corazón, la margarina las reducían. ¡Toda una contradicción!
Por último, cuando observaron los resultados de ensayos que evaluaron los efectos de los suplementos dietéticos de omega-3 y omega-6, no encontraron ninguna reducción en este tipo de enfermedades.
En definitiva, no sabemos cuáles son los efectos que producen estas grasas en nuestro corazón, por lo que es más que evidente que no podemos llegar a ninguna conclusión todavía. Lo que sí podemos afirmar hoy por hoy es que lo más saludable para nuestro corazón es dejar de fumar, realizar ejercicio físico y evitar el consumo de sal y azúcar, así como aumentar el de frutas y verduras.
Vía | Universidad de Cambridge.