¿Por qué vemos caras en la Luna?
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Como habréis podido notar, nuestro cerebro tiene cierta tendencia a ver imágenes o formas familiares allá donde realmente no las hay (¿cuantas veces os habréis quedado embobad@s mirando las formas de las nubes?). Uno de esos “lugares” es la Luna, nuestro satélite natural que ha soportado como millones de ojos, generación tras generación, la han observado y han visto mil y una imágenes diferentes sobre ella. Según la cultura, hay unas imágenes u otras, desde “el hombre en la luna” en la cultura occidental hasta un conejo en la cultura de Asia Oriental. Luego están los que van más por libre y creen ver incluso caras de famosos como Elvis, una patata frita o al mismísimo Jesús. Pero… ¿por qué vemos estas imágenes?
El cerebro, un órgano muy predecible
Tendemos a encontrar sentido en cosas que no lo tienen, a ver caras donde no las hay. Así funciona nuestro cerebro, y cuando digo nuestro me refiero a la raza humana en general. De hecho este fenómeno de relleno donde vemos caras donde realmente no hay nada tiene nombre: Pareidolia.
Además, esta manía que tiene nuestro órgano pensante de atribuir significado al azar, a las formas, a los objetos… también tiene investigadores detrás. Uno de ellos es Joel Voss, neurocientífico cognitivo de la Universidad de Northwestern (Chicago), el cual se encuentra investigando actualmente como asociamos significado a las formas.
En sus estudios, por ejemplo, ha presentado a sus voluntarios líneas onduladas y formas sin sentido alguno producidas por ordenador a partir de triángulos o círculos, y posteriormente les ha preguntado si se parecen a algo que les sea familiar o les ven algún significado en particular.
“Alrededor de la mitad, de media, terminan encontrándoles significado”
Durante su estudio, Voss utilizó la resonancia magnética funciona, una técnica de neuroimagen que detecta los cambios del flujo sanguíneo en tiempo real. Gracias a dicha prueba pudo estudiar qué regiones cerebrales se activan cuando las personas observan garabatos. Curiosamente, las áreas cerebrales que se activan son las mismas que reaccionan delante de imágenes con un significado real.
“Para nuestro sistema visual, no hay diferencias entre una imagen de una rana y una extraña colección de puntos y líneas que no hayamos visto antes, pero que se asemejen vagamente a una rana. Nuestro cerebro trata a ambas cosas por igual”
La plasticidad cerebral y su forma de entender las cosas
La pregunta que os habrá aparecido a tod@s en mente es, ¿por qué? ¿qué le pasa a nuestro cerebro para que lleve a cabo tales asociaciones? Parece que el conocido astrónomo Carl Sagan también lo pensó, y ofreció una posible explicación en El mundo y sus demonios: La ciencia como una luz en la oscuridad. Su hipótesis se basa en la ventaja evolutiva.
“Aquellos niños que hace un millón de años eran incapaces de reconocer una cara sonreían menos, por lo que tenían una menor probabilidad de ganarse el cariño de sus padres y menos probabilidades de prosperar”
Personalmente me suena un poco vago y cruel, y además Voss tiene otra explicación. Según el neurocientífico, el cerebro humano es una máquina flexible destinado a adaptarse a cualquier ambiente que habite. Por tanto, para triunfar en lugares extraños, el cerebro debe ser capaz de procesar rápidamente formas visuales desconocidas y nuevos estímulos (como las líneas sin sentido), y averiguar lo que vale la pena y lo que no. Por ello, al ver rostros en las figuras nuestro cerebro no hace más que hacer coincidir información almacenada previamente con los nuevos estímulos, y comparar. Es su forma de adaptarse.
“A pesar de que vemos el mundo como un ambiente muy estructurado, con objetos definidos, no dejan de ser un montón de líneas, formas y colores al azar. La razón por la que es tan fácil ver el sentido a cosas que no lo tienen es que dichas formas sin sentido tienen una gran cantidad de características que poseen las cosas con sentido”
Vía | National Geographic.