La obsesión de Japón con los robots humanizados
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Japón ha sido siempre pionera en la industria de la robótica. Por supuesto, ésta se ha desarrollado en gran parte de los países tecnológicamente avanzados, aunque normalmente con fines industriales. Lo que seguramente hace a Japón un país particular es la obsesión por los robots humanos.
Esta realidad deriva, probablemente, de las tradicionales manualidades karakuri ningyo, los primeros “robots” de madera creados en los siglos XVIII y XIX y fruto de las creencias animistas del sintoísmo, que interconectan a todos los seres animados e inanimados.
La fotógrafa Luisa Whitton tuvo la oportunidad de viajar a Geminoid, el laboratorio de uno de los mayores pioneros de la robótica moderna, Hiroshi Ishiguro, y hacer una colección de fotos tan increíbles como surrealistas.
La mayoría de las entrevistas con Ishiguro no tienen su foto real, sino la de su robot doble.
Son muchos los rostros que este excéntrico “artista” ha fabricado.
Los robots de Ishiguro no son algo más en la tecnología moderna. Son una expresión del Sonzai-Kan, término acuñado para definir cómo un objeto inerte puede llegar a albergar el espíritu de su creador.
Una de las fotos favoritas de Luisa Whitton, un robot sentado en el laboratorio de Hiroshi.