Sé el cambio que quieras ver en el mundo (o en los demás)
Seguro que habéis oído esta frase antes, sé el cambio que quieres ver en el mundo, que es la frase hermana de “what goes around comes around” o la de pórtate con los demás cómo te gustaría que se portaran contigo. Pues bien, no vamos a entrar a debatir eso, ya os digo que es cierto y que pensar así os va a dar más felicidad que tener un pensamiento más egoísta. Pero hoy traigo esta frase con otro propósito, y es el de darle un giro, un giro con psicología claro.
Cambia tú
No sé si os habéis planteado alguna vez que hacer cuando no nos gusta el comportamiento de los demás, cuando queremos cambiar la conducta de alguien, cuando algo nos molesta o cuando alguien nos hiere… Y esta es una de las preguntas que se oyen mucho en terapia… Mucha gente se pregunta cómo hacer cambiar a sus hijos, a su pareja, a su jefe… Y no suele gustarles la respuesta, y eso es porque la respuesta corta (que luego vamos a ampliar) es: Cambia tú.
No podemos pretender cambiar a los demás (al menos no de esa manera), ya que eso no suele funcionar y generalmente crea problemas adicionales, por ejemplo que la otra persona se sienta controlada, manipulada, enfadada o que incremente la conducta que deseamos cambiar. Y esto es porque provocamos un efecto de reactancia. A nadie le gusta que le digan que tiene que cambiar, y es por eso que el paciente que preguntaba sobre cómo cambiar a los demás tampoco se toma bien que le digas que la clave está en él mismo. Aparte, este comportamiento de cambiar a los demás promueve en nosotros un locus de control externo y una descarga de responsabilidad.
Pero no perdamos de vista la idea principal de hoy, tenemos una llave muy importante que frecuentemente olvidamos: Somos el motor del cambio de lo que nos rodea. Podemos afectar e influir en nuestro entorno, siempre y cuando lo hagamos a través de nuestra propia conducta. Los demás no cambiarán si no cambiamos nosotros. Somos parte de un sistema que solemos mantener con nuestras conductas, si queremos que el sistema (la interacción) cambie deberemos cambiar nosotros también. Esta es una idea emparejada a lo de: “no pretendas obtener resultados diferentes haciendo siempre lo mismo”. Pues se aplica también a todo tipo de relación social. Aunque no nos demos cuenta todos tenemos patrones de conducta repetitivos y hasta en cierta manera predecibles, y los demás (consciente o inconscientemente) lo saben. Romper esa rutina conductual, ser impredecibles y cambiar obliga a la otra parte a hacer lo mismo. Esa sorpresa que generamos en el otro puede romper un hábito arraigado, aunque para ello hay que ser paciente y tener fe en el cambio personal, a veces los demás tardan un poco más en adaptarse.
Pongamos un ejemplo simple para entender el concepto:
Una madre se preocupa mucho por no llamar la atención, no le gusta que la gente la mire, le resulta incómodo (cosas de su personalidad). Un día va con su hijo al supermercado y el niño le pide algo (pongamos unas chuches), la madre le dice que no (como podréis deducir no es la primera vez que ambos se enfrentan a una situación así, luego su tono de voz será tenso). El niño reconoce ese tono de voz, sabe que tiene una oportunidad así que ante ese tono comienza a alzar la voz, la madre le repite que no, ya más tensa. El niño entonces sabe que ya es suya, así que empieza a llorar y patalear. Obviamente todo el mundo les mira y la madre por vergüenza le compra las chuches al niño, quien inmediatamente cesa todo el espectáculo. Este es un patrón repetitivo. Esta madre vendrá a consulta a preguntar cómo puede cambiar la conducta del hijo… No contemplando muchas opciones más. “Si le digo que no, no obedece”. Pues bien, la clave siempre está en uno mismo. Si le dices que no con total calma (cambiando tu propia expresión), el niño no lo verá como una oportunidad de aprovechar una debilidad. También podría la madre dejar al niño llorando (que a la tercera vez dejará de hacerlo porque se adaptará al cambio de conducta de la madre). Hay muchas opciones, la cuestión es que la conducta del niño siempre será un reflejo de la de la madre. Actuar directamente sobre el niño puede tener algún efecto pero el efecto más potente es la conducta de la madre.
No olvidemos nunca que en las relaciones sociales ambas partes tienen responsabilidad en lo que ocurre. Centrarte en la tuya puede ayudar mucho, siempre solemos fijarnos en lo que han hecho mal los demás, pero ¿Y nosotros?, ¿Qué hicimos mal?, ¿Qué podemos cambiar?
Otras ventajas de este tipo de acercamiento a los problemas:
Aparte de funcionar mejor sobre la conducta del otro todo esto tiene otros beneficios. Uno importante es el de autoconcepto. Muchas veces los patrones de conducta que tenemos no son exactamente los más deseados. No es infrecuente que en las relaciones personales uno acabe haciendo cosas de las que no está orgulloso o cambiando su forma de ser. Un motivador importante para impulsar cambios en uno mismo (y por efecto dominó en los demás) es pensar: ¿Cómo quiero ser?, ¿Quiero ser el tipo de persona que grita o quiero ser el tipo de persona que se mantiene tranquilo? Actúa como si fueras un observador de ti mismo, como si te vieras desde fuera, ¿Cómo te gustaría verte en esa situación? No es infrecuente arrepentirnos de nuestro comportamiento tras una discusión o avergonzarnos de nuestra conducta cuando estamos emocionalmente alterados. Todo eso se puede evitar. No lo hagas por el otro, hazlo por ti, por quien quieres ser. Se la mejor versión de ti mismo aunque el otro esté siendo la peor de sí mismo.
Otro efecto importante son las consecuencias emocionales. Uno se siente bien cuando hace las cosas de forma racional, correcta y bondadosa, no siempre es lo más fácil y no siempre funciona pero te hará sentir bien saber que al menos si la cosa va mal no será por tu 50% de parte en el asunto. Siempre se dice que dos no discuten si uno no quiere, y en parte es verdad, puedes decidir dejarte arrastrar por el estado emocional del otro y por sus malas formas o puedes decidir mantenerte fiel a tu identidad y tus valores. El contagio emocional es bastante nocivo, no dejes que el malestar del otro o su enfado te lleven a actuar en contra de lo que crees. Si evitas caer en la espiral, te ahorras todas esas emociones negativas.
Así pues… ¿Por qué debe cambiar uno mismo en lugar de esperar o intentar cambiar al otro? Porque así te ahorras el malestar emocional, porque eres la mejor versión de ti mismo y actúas acorde a tus valores y porque en realidad esa es la mejor forma de influir en los demás.
El cambio siempre empieza en uno mismo, incluso si lo que queremos es cambiar lo que nos rodea.