El miedo, un factor clave para la conservación de los ecosistemas
La pérdida de grandes carnívoros, como el oso polar o el tigre de bengala, está provocando a su vez la pérdida de biodiversidad en sus ecosistemas.
Un reciente estudio científico ha encontrado en el miedo que estos depredadores causan en otros animales un factor fundamental para entender estos daños.
Un curioso experimento sobre el miedo
La extinción de grandes predadores puede ser considerado como una de las consecuencias de la acción humana más dañina para la biodiversidad y la conservación de los ecosistemas. Hasta ahora, los biólogos sospechaban que el miedo que estos animales inspiraban a sus presas, definido como el riesgo que se percibe de ser cazado, podía jugar un papel importante en esta conservación. Sin embargo, hasta ahora no había sido posible demostrarlo experimentalmente.
Este mes de febrero, un grupo de investigación de distintas universidades de Canadá, entre ellas la University of Victoria, han conseguido diseñar un ingenioso experimento del que poder sacar importantes conclusiones. Sus protagonistas fueron los mapaches, cuyos predadores (como el lobo o el oso) han ido desapareciendo en la costa de Canadá. Los científicos constataron que la ausencia de estos grandes animales y la abundancia de mapaches ha conllevado la pérdida de peces y moluscos en esta zona.
En el experimento, publicado en la revista Nature Communications grabaron los sonidos producidos por distintos animales y los reprodujeron mediante altavoces en distintos ecosistemas de la costa de Canadá durante dos meses. Algunos de los animales eran depredadores directos del mapache, como el perro común, mientras que otros eran mamíferos marinos como la foca. El objetivo era estudiar los cambios que se producían en el comportamiento de los mapaches y, a largo plazo, en el número de estos y de otros animales.
El miedo, una manera de repartir recursos
El experimento demostró que cuando un mapache escucha el sonido y se asusta, comienza una cascada de acontecimientos que, a largo plazo, asegurará que los recursos del ecosistema sean repartidos entre todos los seres que viven en él. Así, inmediatamente después de escuchar el ladrido del perro el mapache se aleja de la zona del litoral y se adentra en los bosques, invierte más tiempo en la vigilancia y deja de buscar alimento. Tanto es así que, a lo largo de un mes escuchando este sonido, los mapaches invierten un 66% menos de tiempo buscando comida. El resultado fue claro: tras este tiempo se encontraron en las costas canadienses un 97% más de cangrejos y un 81% más de peces.
Por un lado, el estudio demuestra el importante papel que juegan los animales que se encuentran en lo más alto de la cadena alimentaria a la hora de mantener el equilibrio en un ecosistema. Así, la extinción de únicamente una o dos especies animales puede desequilibrar la balanza y terminar afectando significativamente a muchos organismos situados en la base de la cadena trófica.
Asimismo, el estudio refleja las complejas relaciones que se establecen entre los pobladores de una misma área geográfica. Así, la población no solo se regula por la relación cazador – cazado. El simple sonido de un animal puede, en poco tiempo, provocar importantes modificaciones en el medio.
Fuente | Nature Communications