Los efectos de los viajes espaciales en el cuerpo
Así es cómo afecta la microgravedad a la salud de los atronautas. ¿Podrá solucionarse antes de que lleguen los viajes a Marte?
16 mayo, 2016 20:10Noticias relacionadas
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Y es que las experiencias en microgravedad ya han demostrado ser bastante perjudiciales para los astronautas; que, entre otras patologías, acaban padeciendo todo tipo de problemas musculares.
Por eso, como sabéis, a menudo se envían al espacio animales de experimentación; de modo que, de la misma forma que son útiles en el laboratorio para comprobar los efectos de fármacos y otros tratamientos, también aportan todo tipo de información sobre los efectos que causaría el viaje sobre la salud de mamíferos como los seres humanos. Un ejemplo es el de un grupo de ratones que volvieron hace poco de su misión espacial a bordo del transbordador Atlantis, aportando datos sobre su salud que no han resultado para nada esperanzadores. En este artículo, por lo tanto, os vamos a hablar de estos ratones y de otros muchos de los síntomas que causan los viajes espaciales sobre la salud.
Los efectos de la microgravedad parecen conducir al daño hepático
Estos ratones, que regresaron de un viaje de tan sólo 13 días en el año 2011, parecían mostrar serios daños en sus células hepáticas, como se detalla en el estudio llevado a cabo por científicos de la Universidad de Colorado, que se publicó el pasado mes de abril en la revista PLOS One.
Además de atrofia muscular similar a la que se ha reportado en numerosos casos de astronautas y que se puede equiparar a la de enfermos que pasan periodos largos de tiempo en cama, estos ratones mostraban una serie de síntomas asociados a lo que se conoce como enfermedad hepática no alcohólica. Esto se pudo comprobar, entre otros motivos, por el aumento desmesurado de las reservas de grasa en el hígado, unido a la aparición de niveles muy bajos de una variante animal de la vitamina A, conocida como retinol.
Esto ha alertado a los científicos por lo curioso que resulta que muestren en tan poco tiempo una enfermedad que normalmente requiere periodos muy largos de tiempo bajo la exposición a dietas ricas en grasas.
Consecuencias del aumento de niveles de radiación
Al dejar atrás el efecto protector de la atmósfera terrestre y la magnetosfera, los astronautas, ya sean animales o humanos, se ven sometidos a altos niveles de radiación. Esto origina una serie de graves consecuencias, entre las que destaca el daño en los glóbulos blancos; que, como sabéis, forman una parte importante de las defensas del sistema inmunológico.
A pesar de los intentos por crear barreras de protección, se han documentado en un gran número de astronautas casos de baja inmunidad y cataratas oculares, que incluso en algunos casos, como el de Valentin Lebedev, pueden derivar en ceguera.
El ebullismo, un fenómeno controlado
El organismo humano está adaptado para sobrevivir a las condiciones atmosféricas de la Tierra, de modo que la presión parcial de oxígeno que se puede tolerar se encuentra en torno a los 16 kilopascales y en caso de exponerse a un valor más bajo se desencadenaría un estado de hipoxia y, como consecuencia, la muerte.
Por otro lado, la sangre y otros fluidos corporales tienden a hervir si la presión desciende de los 6’3 kilopascales, produciendo un fenómeno conocido como ebullismo, que se puede controlar gracias al uso de trajes espaciales confeccionados con fibras elásticas y acoplados a mochilas con botellas de aire que aportan 20 kilopascales de oxígeno puro. Así, por un lado se evita la hipoxia de la que hablábamos al principio y, por otro, se previene el ebullismo.
Redistribución de fluidos
Como sabéis, estamos compuestos por un 60% de agua, que se distribuye de manera uniforme por la parte media-inferior del cuerpo, ¿pero qué le pasa al entrar en un ambiente de microgravedad? En ese momento ya no hay ninguna fuerza que la empuje hacia abajo, por lo que rápidamente cambia su distribución, ascendiendo a la parte superior del cuerpo, donde daña las venas del cuello y produce hinchazón en la cara y congestión nasal.
Como consecuencia, también se produce una pérdida de plasma sanguíneo, de aproximadamente el 22%, produciendo atrofia del corazón, que se encuentra con menos sangre que bombear.
Además, al volver a la Tierra y recuperar un ambiente con gravedad, se produce una caída de la presión arterial, conocida como hipotensión ortostática, que suele afectar a muchos astronautas, aunque se suelen recuperar bien en un periodo corto de tiempo.
Síndrome de Adaptación Espacial
Este síndrome, también conocido como SAS, se produce en los primeros momentos de ingravidez, cuando el aparato vestibular, encargado del equilibrio y el control espacial, trata de adapatarse a la microgravedad.
Como consecuencia, se producen una serie de síntomas similares a los que sentíamos de pequeños cuando nos mareábamos en el coche, aunque bastante más bruscos.
El primer caso de este síndrome se reportó en Gherman Titov, en 1961 y desde entonces se ha observado su aparición en el 45% de los tripulantes de viajes espaciales.
El caso del astronauta que creció en el espacio
Uno de los casos más conocidos de este tipo de estudios, es el del astronauta Scott Kelly, que viajó a la Estación Espacial Internacional junto a un cosmonauta ruso durante un periodo de 340 días.
Concretamente, este caso resultó de gran interés para la ciencia debido a que Kelly tenía un hermano gemelo que sirvió como control para comprobar los efectos del espacio, entre los cuáles se encontraba el caso de que la ausencia casi total de gravedad llevó al astronauta a crecer cinco centímetros.
Si en su caso se produjeron patologías más graves aún no se ha comunicado, ya que la investigación continúa aún en curso, pero lo que sí está claro es que aún falta mucho para que podamos viajar a Marte. Mientras tanto, si estáis muy interesados, podéis grabar un vídeo como el de Sheldon Cooper.
Pero no olvidéis comunicárselo a vuestras parejas.