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Tecnología

Quimiofobia, por qué temer todo lo artificial no te beneficia

Os hablamos de la quimiofobia y os explicamos las causas por las que puede ser perjudicial temer las consecuencias de los avances científicos.

12 julio, 2016 20:30

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La quimiofobia da nombre a uno de los temores más comunes de los últimos tiempos.

Los avances de la ciencia van acompañados de grandes beneficios para el ser humano, pero a menudo también se asocian con la aparición de temores que, aunque en un principio pueden tener parte de lógica, se convierten en un odio irracional a cualquier producto dotado de las ventajas de la química, por lo que puede terminar acarreando problemas a nuestra salud.

Y es que, al fin y al cabo, por lo general los objetivos de la ciencia se basan en la búsqueda de beneficios para el ser humano, por lo que esquivarlos nos puede salir más caro de lo que pensamos.

¿Qué es la quimiofobia?

quimiofobia

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Si buscamos en Internet veremos que la quimiofobia se define como la aversión irracional o el prejuicio hacia sustancias químicas o la química en general. ¿Pero qué quiere decir esto?

Lógicamente, tener miedo a beber lejía o a rociarse las heridas con ácido sulfúrico puro está más que fundamentado, pero a veces el temor a los productos químicos llega al punto de temer el consumo de todo aquello que para su producción haya requerido de la intervención de productos químicos.

Esto incluye el temor hacia los productos que hayan sido cultivados en presencia de pesticidas químicos o simplemente hacia los alimentos que contengan aditivos como los conservantes o los colorantes. Como resultado, muchas personas restringen su alimentación al consumo de productos naturales o ecológicos, haciendo un desembolso económico innecesario y privándose de alimentos que no sólo no les harán ningún daño, sino que pueden ser beneficiosos para su salud.

El DDT y los inicios de la quimiofobia

ddt

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Aunque cada vez son más los motivos que lleva al miedo a estas personas, los orígenes de la quimiofobia se remontan a los años 60 del siglo pasado, cuando el uso como pesticida del DDT se apoderó de los campos de cultivo de todo el mundo.

Poco después, la activista por el medio ambiente Rachel Carson escribió un libro en el que hablaba de los peligros ambientales de esta sustancia, por lo que se abrió el debate sobre la necesidad de dejar de usarlo.

Como consecuencia, el empleo de DDT se reguló e incluso se prohibió en algunos países, contribuyendo a un breve descanso de las alarmas, que no tardaron en volver a saltar con los sucesivos avances tecnológicos que implican el uso de sustancias químicas.

Los aditivos alimentarios, tan temidos y tan necesarios

comida

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Han pasado cincuenta años desde que tuvo lugar este debate y las razones para temer a los productos químicos aumentan a la vez que disminuyen.

Sí, sí, no me he liado, sé perfectamente lo que quiero decir con eso. Aumentan, porque cada vez hay más productos con compuestos químicos en el mercado, y disminuyen porque su producción está cada vez más regulada.

Sin embargo, muchos consumidores parecen quedarse con lo primero, especialmente en temas de alimentación, en los que los aditivos se encuentran a la cabeza de los más temidos.

¿Qué necesidad hay de añadir a la comida conservantes, colorantes, emulsionantes y todas esas porquerías encabezadas por una letra E que podemos ver en las etiquetas de todo tipo de alimentos? Pues mucho, señores.

Este tipo de sustancias contribuyen a que podamos tener estos alimentos más tiempo en nuestras despensas y nuestras neveras sin deteriorase, a que el aspecto final del producto no sea desagradable a la vista de niños y no tan niños, a que la textura y el sabor sea apropiada para su consumo y a muchísimos factores más.

Por supuesto, nada de eso estaría justificado si estuviésemos hablando de productos perjudiciales para la salud, pero lo cierto es que para poder ganarse la letra E,estas sustancias deben pasar una serie de ensayos físicos, químicos y microbiológicos muy exhaustivos que demostrarán si supone algún riesgo para el consumo.

Como resultado se obtienen las dosis inocuas para la salud humana y se regula que no sean superadas ni de lejos por ningún producto aprobado para su venta.

Además, estos ensayos se repiten periódicamente y en el caso de comprobar algún cambio peligroso el producto se retira inmediatamente del mercado, por lo que si ha llegado a nuestras mesas podemos estar tranquilos sobre su seguridad.

¿Cómo ha contribuido la publicidad a la quimiofobia?

supermercado

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En estos asuntos siempre juega un papel muy importante la publicidad, ya que indirectamente un eslógan defendiendo una cuestión puede hacernos temer la contraria. Me explico.

Imaginad que de repente el mundo de la moda se llena de marcas de vaqueros carísimos cuyo eslógan, en letras grandes, afirma: “Sin bolsillos“. Da igual que llevemos toda la vida llevando pantalones con bolsillos y no hayamos tenido ningún problema, si las marcas más caras nos prometen que no tendremos que lidiar con ellos debe ser porque son malos.

Pues lo mismo ocurre con los aditivos cuando vemos continuamente el anuncio “sin conservantes ni colorantes“.

Las marcas se aprovechan para convencer al público de ese modo, alegando que realmente su producto es el bueno. Y así, a veces llegan hasta puntos rebuscadísimos, como ocurrió hace un tiempo con una famosa marca de comida infantil, que hizo su propia versión del eslógan, anunciando que su producto era “sin porquerías“, pretendiendo afirmar que no tenía aditivos. ¿Pero por qué no lo hicieron directamente? Pues básicamente porque sí tenían aditivos, sólo que en vez de poner la demonizada letra E, utilizaban el nombre químico del producto.

De todos modos, pronto los consumidores se dieron cuenta y comenzaron una cruzada en busca de la rectificación de la empresa, que finalmente aceptó las críticas y cambió la frase por otra bastante menos incendiaria.

El problema de todo esto es que en ocasiones este tipo de publicidad puede ser muy dañina, pues también está consiguiendo que la gente deje de consumir sustancias naturales como la lactosa o el gluten, simplemente por la publicidad de las empresas que anuncian a toda voz que sus productos no tienen estos compuestos que, lógicamente, resultan dañinos para intolerantes, pero por otra parte no sólo no dañan a tolerantes, sino que pueden ser muy beneficiosos para su salud.

Los peligros del miedo a la ciencia

ciencia_estornudo

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A veces el problema no se basa sólo en el miedo a los químicos, sino en el temor a los avances científicos, en general. De ahí el terror hacia transgénicos, vacunas, investigación con células madre y todo tipo de acciones que se salgan un poco de lo considerado natural.

Todos somos libres de actuar como queramos y evitar los productos que creamos que nos pueden hacer daño. Sin embargo, a veces estas conductas se llevan al extremo, haciendo a los menores de edad víctimas de los miedos de sus padres y generando consecuencias como las de los niños no vacunados que han muerto a causa de virus prácticamente erradicados o la pequeña de dos años que actualmente se encuentra muy grave en el hospital a consecuencia de la dieta impuesta por sus padres veganos.

Por lo tanto, estos dos casos pueden considerarse ejemplos claros de lo perjudicial que puede ser temer los avances científicos. Y es que, si no confiáis en la ciencia, al menos podéis confiar en la legislación, que al menos en ese aspecto suele estar bastante bien regulada en la mayoría de países, de modo que si algo se puede probar significa que no nos va a perjudicar. Y si existiera la posibilidad, estaría más que avisado en el envase, como ocurre con el tabaco, que para algunos está menos criticado que los aditivos, las vacunas y los transgénicos. Pero claro, el maíz modificado no engancha.

¿Os ha resultado interesante este tema? Si queréis saber más sobre los aditivos y otros datos interesantes sobre alimentación, en este libro podéis encontrar mucha información al respecto.

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