La ciencia detrás de tu número de amigos
Establecer nuestro número de amigos es muy complicado, especialmente en al era de las redes sociales. Hoy os contamos qué dice la ciencia al respecto.
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La amistad es una ciencia complicada.
Cuando éramos pequeños todo era muy fácil. Si otro niño jugaba con nosotros en el patio, nos prestaba sus juguetes y nos defendía cuando otros se metían con nosotros, podíamos afirmar con toda seguridad que era nuestro amigo, pero a medida que nos hacemos mayores el asunto se complica.
Cada vez pasan más y más personas por nuestras vidas. El colegio, la universidad, el entorno laboral, el gimnasio… son muchísimos los puntos en los que conocemos personas que, de un modo u otro, acaban engrosando nuestra lista de amigos de las redes sociales, ¿pero realmente pensamos en ellos como en aquel niño que jugaba con nosotros en el recreo? Lo cierto es que no. Por eso, hoy vamos a analizar lo que dice la ciencia al respecto, para que vosotros mismos tratéis de determinar vuestro número de amigos. Veréis qué complicado es.
¿Qué es un amigo?
Si buscamos el término “amigo” en el diccionario de la RAE veremos que lo define como alguien “que tiene una relación de amistad” y si introducimos este último término en el buscador veremos que se trata de “afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato“.
Ahora hagamos el ejercicio de buscar nuestro número de amigos en Facebook o cualquier otra red social. Seguro que la mayoría de vosotros superáis con creces la centena, ¿pero cuántas de esas personas cumplen realmente la definición del diccionario?
Seguramente muy pocas, pero lo peor de todo es que ni siquiera nosotros mismos lo sabemos, pues es difícil asegurar que lo que sentimos por nuestros amigos es algo recíproco.
De hecho, un grupo de investigadores del MIT ha publicado recientemente en PLOS One un estudio basado en las respuesta de un grupo de 83 voluntarios de entre 23 y 38 años, a los que se les preguntó sobre sus relación con el resto de participantes, todos ellos estudiantes en una clase de gestión empresarial.
La evaluación se realizaba mediante una escala de 0 a 5, según su grado de amistad, y los datos obtenidos fueron interesantes y deprimentes a la vez, pues sólo el 53%mostraron una vinculación compartida con aquellos miembros a los que consideraban amigos o muy amigos.
¿Por qué es tan difícil cuantificar nuestro número de amigos?
Con los resultados del anterior estudio en la mano, parece claro que el principal problema a la hora de definir una relación de amistad es la reciprocidad; pero, teniendo en cuenta testimonios de profesionales y otros experimentos similares, podemos extraer aún más información.
En la actualidad las redes sociales tienen bastante que ver en esta percepción equivocada, pues anteriormente podíamos tomar como forma de evaluación de la amistad algunos detalles como el hecho de recordar el cumpleaños de la otra persona o de mantenerse en contacto con ella a pesar de la distancia. Sin embargo, hoy en día podemos solucionar ambas cuestiones fácilmente, con un simple golpe de ratón.
Esto nos crea una idea confusa de la amistad, que a menudo se incrementa con la necesidad casi compulsiva que tienen algunas personas de resultar agradables al resto. Para que me entendáis, si antes queríamos caer bien a alguien recordando su cumpleaños, suponía el esfuerzo de memorizarlo o apuntarlo en la agenda y, una vez llegado el día, llamarle por teléfono o enviarle una tarjeta. Hoy, en cambio, todo se soluciona entrando a nuestro tablón de Facebook, chequeando quiénes cumplen años ese día, y enviando el típico mensaje plantilla que apenas nos lleva 10 segundos de nuestro tiempo.
Entonces, ¿cuántos amigos podemos tener?
Para dar una respuesta a esta pregunta debemos discernir entre la amistad y la necesidad de interacción típica de una especie de hábitos sociales como la nuestra.
Si nos centramos en lo segundo, se puede tomar como parámetro de medida el tamaño del neocórtex, una región cerebral implicada en acciones como el razonamiento espacial o el lenguaje; que, además, ha mostrado estar relacionada directamente con el número de miembros con los que una especie concreta puede interaccionar.
Basándose en esta hipótesis, en 1992 el antropólogo Robin Dumbar estableció la cifra conocida como “número de Dunbar“, que establece que los seres humanos podemos interaccionar significativamente con un máximo de 150 individuos.
Por lo tanto, significaría que a lo largo de nuestra vida como mucho tendremos 150 personas con las que llegaremos a una relación con un mínimo de confianza, más allá del hecho de conocer nombres y cara y saludarse por la calle.
El problema es que esto se complica, pues si entramos en Twitter en cinco minutos tendremos información personal de varios cientos de personas con las que, hace unos años, no hubiésemos llegado más allá de saber cómo se llama.
Pero eso no es amistad, amigos, y no es necesario que nos lo digan los psicólogos. Somos animales sociales y, como tales, a lo largo de nuestra vida necesitaremos compartir nuestra rutina diaria con muchas personas, con las que congeniaremos más o menos y estableceremos lazos muy diferentes. Si se cumple el número de Dunbar conoceremos en profundidad a 150 de esas personas, pero posiblemente mientras leéis esto en vuestra mente se estén paseando sólo cuatro o cinco nombres.
Eso no es malo. Tener amigos y ser conscientes de la reciprocidad es algo magnífico, aunque sólo sean unos pocos. Por eso, nuestro consejo es que trabajéis esa amistad más allá de la virtualidad. Un “te quiero” siempre será mejor que un “me gusta”, una visita sorpresa mejor que un follow y una llamada para contarse las vacaciones mejor que una foto compartida. Lo demás es divertido y no tiene por qué ser malo, pero no es amistad. Y lo sabéis.