El uso de realidad virtual en medicina puede servir para calmar el dolor sin necesidad de anestesia local.
En este mundo hay dos tipos de personas: las que pueden ver cómo le inyectan una jeringa y las que no. Hay quien ni siquiera puede entrar en la consulta del médico sin sentir mareos.
Cuando te inyecten algo, no apartes la mirada
En esos casos, los consejos que se suelen dar son siempre los mismos; que miremos a otro lado, que pensemos en otras cosas, o que nos distraigan de alguna manera. El tópico es que nos pueden inyectar o sacar sangre sin que nos demos cuenta si estamos lo suficientemente distraídos.
Sin embargo, los últimos estudios demuestran que es solo eso, un tópico; y que si realmente quieres sufrir lo menos posible, deberías ver cómo te pinchan. Sí, incluso aunque parezca lo más desagradable.
En 2009, esa fue la conclusión a la que llegó el estudio de investigadores de la Universidad Colegio de Londres; y para llegar a ella, tuvieron que quemar muchos brazos. La prueba consistía en disparar un láser infrarrojo en la piel de los voluntarios. Algunos eran obligados a mirar (un ejercicio algo sádico, pero es por la ciencia); el resto tenía que apartar la mirada hacia un objeto en la sala.
El sorprendente resultado fue que aquellos que miraban mientras eran quemados sentían menos dolor. Una información subjetiva, pero que fue confirmada por electrodos, que detectaron un efecto analgésico; gracias a esto se descubrió una relación con una actividad más débil en la parte del córtex cerebral dedicada a procesar el dolor.
La ilusión de la mano de goma
Aunque los investigadores no pudieron descubrir porqué ocurría esto, la investigación abrió puertas a otros desarrollos. Por ejemplo, ¿se produce el mismo efecto analgésico si engañamos a la mente?
La ilusión de la mano de goma es un buen ejemplo; es un experimento clásico en el que se oculta la mano del paciente y en su lugar se pone una mano de goma o madera. El investigador entonces toca la mano falsa, subiendo lentamente; los pacientes sienten las mismas sensaciones que si fuese su mano, aunque en ningún momento su mano real fuera tocada.
Esta ilusión es muy curiosa, porque es más fuerte cuando creemos que nos van a tocar; el cerebro mezcla esas expectativas con lo que ve, y las asocia de tal manera que crea sensaciones que la mano real no ha detectado.
La investigadora María Sanchez-Vives, de la Universidad de Barelona, aplicó el experimento de la mano de goma a la realidad virtual; el objetivo era comprobar cómo la posición de la mano falsa afectaba al dolor.
Usando la realidad virtual en medicina para engañar a nuestro cerebro
En vez de usar manos de goma, los investigadores usaron dispositivos de realidad virtual para crear la ilusión; los voluntarios veían una mano en diversas posiciones, algunas de ellas diferentes a la de su mano real.
En el nuevo experimento, la mano de los voluntarios fue calentada con unos electrodos, que también fueron aplicados a la mano “virtual”; los investigadores aumentaron el calor poco a poco e iban preguntando a los voluntarios cuándo empezaba a ser doloroso.
Sorprendentemente, conforme la mano virtual estaba más cerca de la mano real, los voluntarios podían aguantar más dolor. En otras palabras, si asociaban la mano virtual a su propia mano, el dolor se reducía.
Los investigadores creen que esto ocurre porque el cerebro intenta predecir la localización y la intensidad del dolor antes de que ocurra. Si nos van a inyectar y miramos a otro lado, el cerebro no sabe dónde ocurrirá el pinchazo y prestará más atención; así que dolerá más porque estaremos más concentrados en el pinchazo.
Al usar la realidad virtual, es posible indicar al cerebro exactamente dónde se producirá el dolor, y que se prepare para ello.
Basándose en esto, los investigadores creen que la realidad virtual puede servir como herramienta terapéutica. La realidad virtual ya no es extraña para los médicos, pero hasta ahora se usaba más como una distracción que otra cosa; la nueva técnica implica usarla para que el paciente pueda aguantar mejor el dolor, o hacer cosas que normalmente no puede soportar.
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