Un nuevo programa permite, en conjunción con una fresadora, crear pistolas de metal que no se pueden rastrear. Ha vuelto a avivar el debate sobre el papel de las nuevas tecnologías en el control de armas.
La popularización de nuevos desarrollos, como la impresión 3D, ha vuelto a poner en manos del usuario final el poder de crear lo que necesite; una revolución no muy diferente de la que supuso la popularización de los ordenadores personales.
Ya no dependemos de que una compañía decida fabricar la pieza que queremos, podemos crearla por nuestra cuenta. Pero, de la misma manera que los ordenadores personales abrieron la puerta a todo un nuevo tipo de actividad criminal, no podemos subestimar el efecto que tendrá la revolución del DIY.
Pistolas de metal que no se pueden rastrear
Y si no, que se lo digan a Cody Wilson, que saltó a la fama hace un par de años con la distribución de una pistola que podíamos imprimir en 3D; una pistola primitiva, y poco fiable, pero potencialmente mortal en todo caso. Un desarrollo que ocupó muchos titulares, pero que no terminó ahí.
Wilson, un profundo creyente del derecho a la defensa personal y la posesión de armas, ha trabajado con su organización, Defense Distributed, en desarrollar nuevos métodos para evitar que los gobiernos controlen el acceso a las armas de fuego. El último, publicado hace un par de días, hace realidad el concepto de “pistola fantasma”, que tanto temen las autoridades; pistolas de metal que no se pueden rastrear.
Desde pistolas de mano a ametralladoras
Y todo, con una fresadora, conocida como “Ghost Gunner”, y un nuevo software que permite crear tanto ametralladoras AR-15 como pistolas de mano M1911 (como el famoso Colt 45). Ya no hablamos de una pequeña pistola de plástico con sólo un uso; hablamos de ametralladoras capaces de disparar decenas de balas por minuto y pistolas como las que es posible comprar legalmente en EEUU.
“Estas son pistolas de verdad” Cody Wilson
Cualquiera puede crear un arma semejante, sin necesidad de conocimientos técnicos; el software lo hace todo por su cuenta, y en apenas una hora es posible tener el armazón de una pistola de mano a partir de un trozo de aluminio.
Una pistola como el Colt 45 (o las Glock que Wilson quiere crear a continuación) se puede llevar encima, ocultándola sin muchos problemas hasta que queramos usarla. Y cuando la usemos, la policía no podrá asociar los casquillos con un arma en su base de datos.
Un futuro en el que todo el mundo puede crear un arma de fuego
Las posibilidades asustan, pero para Wilson esto no es más que el futuro; su sueño es que cualquier persona pueda crear un arma de fuego en su casa, sin que el gobierno lo sepa. Curiosamente, lo pinta más como un problema de privacidad que otra cosa; y en ese sentido, cree que tiene mucho más en común con movimientos que fomentan la privacidad en la red y el cifrado extremo para evitar que los gobernantes nos espíen.
Claro, que esto a los susodichos no les gusta mucho; el problema es el mismo de siempre, que la tecnología avanza más rápido que la legislación. Por ejemplo, en EEUU ya existe una ley contra las armas de fuego indetectables; así que Wilson empezó a usar metal en algunas piezas de su pistola impresa en 3D para sortear la ley.
Y así con todo; incluso con leyes contra armas sin número de serie (que sólo algunos estados en EEUU tienen), no es como si fuese fácil hacerlas cumplir.
El tráfico de armas se pasa a Internet
Este no es sólo un problema estadounidense, con su Segunda Enmienda que protege el derecho a poseer armas; desde el mismo momento en el que se usa Internet para distribuir el software, es un problema mundial, y la solución no parece clara. ¿Censuramos toda Internet en busca de los archivos que nos permiten descargar diseños y software para crear pistolas? La experiencia con la piratería y la actividad criminal en Internet nos dice que eso no serviría de nada.
La idea de que el vecino esté fabricando una pistola en estos momentos no es precisamente agradable; ni siquiera para el propio Wilson, que asegura estar un poco “asustado” por la cantidad de pedidos de su fresadora (que cuesta 1500 dólares) desde sitios como Chicago, donde la violencia de bandas se ha convertido en una epidemia.
La revolución DIY ha llegado a las armas. Y parece sólo cuestión de tiempo que tengamos que hablar de ello en clave de tragedia.
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