Desde hace 15 años uso smartphones de forma continuada. Antes de eso estuve cinco años usando móviles normales y si bien cambiaba cada pocos meses de terminal eso no suponía ningún inconveniente, dado que las funciones eran las mismas en todos y la forma de manejo muy similar. Pero cuando empece a usar sistemas operativos complejos, juegos más potentes que los que permitía JAVA y tuve que optar por un sistema operativo empezó el dilema.
Durante los primeros años de esa etapa usé Symbian ya que era el sistema operativo más polivalente y desarrollado del momento. Nokia, el primer fabricante por aquel entonces, lo apoyaba, y había múltiples opciones para elegir.
Incluso cuando Apple presentó el iPhone y Google respondió con los primeros Android me mantuve en Symbian. Pese a las pantallas resistivas, pese a los juegos o las aplicaciones. El motivo era sencillo: estaba acostumbrado a ese sistema, a su forma de funcionar, a sus ventajas e inconvenientes.
Años después, el dilema es el mismo
En los últimos días he tenido la oportunidad de usar un iPhone para realizar un análisis. He estado durante más de una semana sin usar Android, teniendo a iOS como complemento móvil de mi ordenador portátil con Windows y mi sobremesa con MacOS.
Las personas que me conocen, que saben que me encanta Android, me han preguntado sobre mi opinión del terminal, pero sobre todo de iOS, sus gestos y forma de hacer las cosas.
Podría decir que me ha maravillado, que es mejor que Android. También podría decir que estaba deseando soltar el móvil para no tener que tocar el sistema operativo de Apple nunca más. En ambos casos hay una parte de verdad y una de exageración.
El motivo es sencillo: llevo más de una década usando Android, con una excepción de un año, y eso no bastó para quitarme algo que parece tengo ya grabado a fuego: la forma de usar un móvil.
iOS no es mejor que Android; Android no es mejor que iOS
Hace algunos años decidí usar un iPhone durante más tiempo del habitual. No un análisis de una semana o de un mes, sino un período mucho más largo:
En ese período analice algunos terminales con Android, no muchos, pero mi día a día era con el teléfono de Apple. Ni siquiera así se modificó la forma en la que me había acostumbrado a usar los teléfonos.
El motivo es que, aunque empecé con Symbian, la mayor parte de mi vida he usado Android, le he sacado partido a sus ventajas y he esquivado sus inconvenientes.
Y esto no es algo que se da en una dirección. Conozco casos en los que es al revés, gente que importó el iPhone en su modelo original y ha estado saltando de uno a otro quizás año a año o quizás cada más tiempo pero si pasar a Android. Aunque ahora le demos el mejor terminal de Google el shock será demasiado grande.
No es imposible cambiar, sí muy duro
Mi compañero Iván Linares, editor de El Android Libre, tiene dos terminales propios, uno de Apple y uno con Android. Y los usa a diario. Me parece increíble que se haya acostumbrado a mantener un flujo de trabajo simultáneo en ambos ecosistemas. No es porque uno sea mejor que otro, sino porque son más diferentes de lo que pueden parecer.
Es por eso que al final, desde mi punto de vista, la decisión de si escogemos un iPhone o un móvil Android muchas veces no está regida por aspectos como el precio, las especificaciones o parámetros similares. Ni siquiera por el ecosistema algo muy relevante pero que aplica a los usuarios más avanzados.
El motivo más importante para elegir un sistema u otro es la comodidad: ha llegado un punto en el que en la elección lo que prima es que al usar nuestro móvil no nos sintamos extraños. Sin más.
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