La gran ventaja que tienen los drones es que pueden ignorar los obstáculos del terreno, llegar a donde es muy difícil o imposible llegar; aunque muchos pensemos en las aplicaciones de estos aparatos para el transporte de paquetes evitando las carreteras, organizaciones como Unicef le están encontrando otros usos más importantes.
La famosa organización ha conseguido la primera vacunación gracias a un dron, demostrando las posibilidades que esta tecnología puede traer a las zonas más remotas del planeta. Y es que en muchas ocasiones, las poblaciones más desfavorecidas lo son simplemente porque es muy difícil llegar a ellas.
El transporte de vacunas con dron es probado con éxito
Es el caso de las islas del archipiélago Vanuatu, en el océano Pacífico Sur. A unos 1750 kilómetros de Australia y a 500 km de las islas de Oceanía más importantes, es una de las zonas más aisladas del planeta. Los problemas de logística que sufren las pequeñas poblaciones repartidas por las islas no parecen tener solución; no es sólo que estén en medio del océano, sino que las propias islas, al ser volcánicas, son muy montañosas y el transporte de bienes es complicado.
Aquí es donde pueden entrar los drones, especialmente en temas tan importantes como la salud. El mero hecho de vacunar a los recién nacidos puede ser difícil si los paquetes con las vacunas no llegan a tiempo. Unicef ha conseguido probar con éxito el uso de un dron para el transporte de vacunas a estas poblaciones aisladas.
El dron tuvo que volar unos 40 kilómetros sobre el terreno montañoso, hasta llegar al centro de la isla. Transportaba las vacunas necesarias para un recién nacido de apenas un mes; gracias a que llegó sin problemas, pudo ser inmunizado contra la hepatitis y la tuberculosis. Además, el dron pudo transportar vacunas para trece niños y cinco mujeres embarazadas.
Este es un avance importante porque no consiste simplemente en llevar un paquete de un sitio a otro. Las vacunas son muy sensibles a los cambios de temperatura, y deben mantenerse en frío constante: La solución fue rudimentaria pero eficiente: meterlas en una caja de poliestireno con hielo. Para asegurarse de que las temperaturas no variaban, se incluyeron instrumentos de medida.
Este probablemente será sólo el primero de muchos vuelos semejantes; posiblemente con modelos más adaptados a este tipo de tareas.
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