La Tiangong-2, la segunda nave con el nombre “palacio celestial”, había cumplido su propósito. Lanzada en septiembre de 2016, esta pequeña estación espacial estaba compuesta por un sólo módulo, en el que unos astronautas pasaron aproximadamente un mes. El objetivo era comprobar los efectos que esta permanencia en el espacio había tenido en sus cuerpos.
Además, el lanzamiento y gestión de estos laboratorios espaciales ha servido para que China gane una valiosa experiencia de cara al verdadero plato fuerte, una estación espacial completa cuyas partes empezarán a ser lanzadas en el 2020. No llegará a ser tan grande como la Estación Espacial Internacional, pero teniendo en cuenta que estará gestionada por sólo un país, será un logro importante en las aspiraciones de China. Recordemos que China también tiene la vista puesta en la Luna, y la estación puede ser un punto intermedio.
La reentrada de la estación espacial china se produjo sin incidentes
Pero para eso, antes tenía que deshacerse de estos prototipos. La Tiangong-2 llevaba dando vueltas a la Tierra desde que fuera abandonada por los astronautas, reduciendo poco a poco su altura; al igual que se hace con los satélites, la intención era realizar una reentrada controlada, usando el poco combustible que quedaba en el módulo. Y eso ocurrió en la madrugada del 20 de julio.
Siendo tan pequeño, se esperaba que el módulo fuese destruido durante la reentrada; parece que no, pero estos objetos en órbita van a una gran velocidad, y al encontrarse con la atmósfera terrestre se genera mucha calor por la fricción, y es inevitable que la estructura se deshaga. El gran peligro en estos casos es que puedan quedar piezas que no sean completamente destruidas y acaben impactando contra el suelo. Para evitar esta posibilidad, el equipo programó los cohetes del módulo para que realizase la reentrada en una zona segura.
Según informa la CGTN, la televisión estatal del gobierno chino, finalmente una “pequeña cantidad de trozos” de la estación no fueron destruidos, y acabaron impactando en un área segura en el Océano Pacífico; esta zona remota, entre Chile y Nueva Zelanda, fue escogida por estar lejos de cualquier núcleo de población.
Como vemos en el vídeo publicado, el módulo tenía una cámara que emitió en directo el evento; lo sorprendente es la iluminación y los diferentes colores de la incineración, probablemente por los diferentes materiales usados en el laboratorio.
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