Como hemos repetido en infinidad de ocasiones en Omicrono la medicina y la tecnología van muy unidas de la mano. La clave reside en la biología, ya que de manera casi inevitable vamos a incluir tecnología en nuestros cuerpos. ¿Cuál es el riesgo? Que como en todo equipo informático se pueda atacar de forma externa. Exacto, hablamos de hackear humanos o más exactamente “aparatos” que haya dentro de nuestro cuerpo y así granjearnos un buen problema.
¿Cómo podemos evitar esto? Los ingenieros de la Universidad de Purdue han conseguido crear el prototipo de un dispositivo con fora de reloj que previene estos ataques usando al propio cuerpo como escudo.
El “wearable” que evitará que se puedan hackear humanos
Algunos de los dispositivos que se pueden “atacar” de forma externa (aunque no tengamos aún la tecnología para ello) son, por ejemplo, marcapasos y otros médicos implantados. Obviamente un hackeo de esta envergadura podría directamente matarnos, creando una nueva forma de asesinato terrible y letal.
Los ingenieros de la Universidad han sido motivados por el riesgo de las tecnologías inalámbricas (el Wi-Fi, el Bluetooth, etcétera). Las llamadas redes de área del cuerpo usan esta tecnología (en especial Bluetooth) para enviar y recibir señales entre distintos dispositivos situados en personas. Estos dispositivos transmiten señales a una distancia de hasta 10 metros, por lo que cualquier persona que se encuentre en ese nada desdeñable radio puede interceptar la señal y piratearla. Es posible, en teoría, entrar en algo como un marcapasos avanzado. Pero como tal aún no tenemos la tecnología para hacer ninguna de estas cosas.
El estudio se centra en cómo convertir el cuerpo humano en su propia red cerrada. Se han usado las comunicaciones electro-quasistáticas presentes en el cuerpo humano (EQS-HBC) y las propiedades conductoras del cuerpo que transmiten una señal de radio de baja frecuencia a lo largo de la interfaz entre la piel y el resto del cuerpo obteniendo un resultado interesante: la señal que emitimos nunca se transmite más allá de un centímetro de distancia del cuerpo. El enlace es gracias a esto extremadamente difícil de hackear, y además consume aproximadamente 100 veces menos energía que un dispositivo con conexión Bluetooth.
El dispositivo que como decimos tiene el tamaño de un reloj muy grueso está en sus fases iniciales, a modo de prototipo. El dispositivo es muy grueso y por lo tanto es más que llamativo. Se está intentando que se reduzca su tamaño a la de un circuito integrado del tamaño de motas de polvo, para que además se pueda instalar en otros dispositivos. Esta tecnología está muy verde, pero promete mucho.
En caso de que tuviera éxito, no sólo obtendríamos una seguridad a determinados agentes externos en un futuro, sino que además permitiría a los médicos habilitar dispositivos médicos reprogramables sin necesidad de cirugías invasivas, dispositivos médicos bioelectrónicos, etcétera.
Shreyas Sen, profesor asistente de ingeniería eléctrica e informático y líder del equipo que está llevando a cabo el proceso, lo explica de una mejor forma: “Estamos conectando cada vez más dispositivos a la red del cuerpo humano; desde relojes inteligentes y rastreadores de ejercicio físico a pantallas de realidad virtual. El desafío no es sólo mantener esta comunicación dentro del cuerpo para que nadie pueda interceptarlo, sino que por el camino se obtenga un mayor ancho de banda y un mejor consumo energético”.
Imagen de portada | Imagen de la Universidad de Purdue / Erin Easterling
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