La Luna ha vuelto a convertirse en el objetivo de las grandes potencias mundiales. China ya ha explorado la cara oculta del satélite natural; pero la suya no será la única bandera que veremos en los próximos años. EEUU incluso pretende que sea un humano quien coloque la suya.
Que la Luna de repente se haya vuelto tan popular nos puede hacer olvidar lo difícil que es llegar allí. Lanzar una nave a la Luna y que no acabe como un montón de piezas rotas esparcidas a lo largo de kilómetros es más complicado de lo que parece; incluso aunque tengas el dinero y las mentes pensantes para hacer realidad semejante proyecto, puede que todo falle en el último segundo.
La primera misión privada que quería llegar a la Luna
Es lo que le ha ocurrido a la misión Beresheet, que ha intentado el primer alunizaje de una organización privada de la historia. El proyecto viene de una ONG israelí, que obtuvo una financiación privada de unos 100 millones de dólares para enviar una sonda a la Luna. El aparato, de casi 600 kg de peso y con cuatro patas, debía aterrizar en la superficie de la Luna y enviar fotografías y otros datos del evento.
De esta forma, Israel se hubiera convertido en el cuarto país en llegar a la Luna, si bien no con un proyecto gubernamental como en el resto de casos. Es por eso que, por el camino, la nave ganó mucha popularidad entre los entusiastas; el sector privado está cobrando una gran importancia en la exploración espacial, y proyectos como este son sólo la antesala de lo que está por llegar.
Sin embargo, el éxito tendrá que llegar la próxima vez. La misión iba relativamente bien, con pequeños problemas pero sin perder de vista el objetivo. La nave llegó incluso a hacerse una “selfie” a apenas 22 kilómetros de distancia de la superficie de la Luna.
Una nave estrellada contra la Luna, un resultado mejor de lo que piensas
Ahí es donde empezaron los problemas. En cuanto se inició el descenso empezó a quedar claro que algo iba mal; algunas partes de telemetría se perdieron, pero se decidió seguir adelante porque, simplemente, no había mucho más remedio. Finalmente, a apenas unos 10 kilómetros de la superficie, el motor principal falló y la nave se precipitó hacia la Luna, a una velocidad de 134 metros por segundo.
Apenas dio tiempo de hacer una última foto antes de perder completamente las comunicaciones. Pese a ser una misión fallida, los ánimos en el proyecto no estaban bajos; habían conseguido llegar más lejos que ninguna otra misión privada, y recibieron el apoyo del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu.
Este probablemente no será el último proyecto semejante que veremos en los próximos años.