La ingeniería naval, desde hace muchos siglos, ha sido una de las especialidades de España en todo el mundo. Astilleros de todo el país exportan barcos a todos los rincones del globo fruto de la excelencia y exigencia en las escuelas técnicas universitarias. Decenas de ingenieros navales salen cada año de las aulas en busca de una oportunidad laboral, algunos la encuentran dentro de las fronteras; pero otros deciden dar un paso más allá en su educación estudiando fuera de ellas gracias a becas.
En este último escenario es donde se encuentran Jordi Adroer i Gras (24 años) y Jan Urquizu (22 años). Un par de estudiantes españoles que han tenido a la Universidad Politécnica de Cataluña como alma mater y que aprovecharon una de esas oportunidades que solo pasan una vez en la vida: estudiar en el Real Instituto de Tecnología de Suecia.
Lo que en un principio parecía una estancia más en una universidad extranjera se convirtió en la participación en uno de los proyectos más ambiciosos de náutica a nivel mundial. El barco de mercancías de vela promete revolucionar el sector de la logística naval reduciendo drásticamente los costes operativos y las emisiones de gases contaminantes. Jan y Jordi han participado en diseños estratégicos de la nave junto con varias empresas privadas y otras instituciones públicas del país nórdico. Antes de abrir el cuatrimestre, los estudiantes españoles no tenían ni idea del proyecto, fue algo "inesperado", según relatan a OMICRONO.
"Los recursos parecen ilimitados"
El binomio empresas y universidades es quizá uno de los más provechosos para un país. Las compañías privadas, en numerosas ocasiones, encargan a estas instituciones educativas trabajos o estudios que nutren con una dosis importante de financiación. Y no nos tenemos que ir a países tan lejanos como Estados Unidos donde esta práctica es la norma. En Suecia, donde estudiaron nuestros protagonistas, este modelo está más que establecido y como prueba de ello tenemos el proyecto en el que han trabajado.
De la experiencia de estudiar fuera y en comparación con la universidad española destacan la gran diferencia de los recursos a disposición del alumnado. "En el Real Instituto de Tecnología teníamos todas las impresoras 3D que queríamos, todo tipo de materiales... Una cantidad de recursos que jamás nos hubiéramos imaginado tener a nivel universitario".
El trato que se realiza a los estudiantes, según explican a OMICRONO, se asemeja más al que puede tener un trabajador de una compañía privada. Jan, por su parte, nos comenta que disponían de un aula en exclusiva para el proyecto y podían alquilar coches y remolques (para transportar los modelos a escala) sin problemas y a cuenta de la institución pública. "Prácticamente era como hacer la carta de reyes".
"Se nota muchísimo que en esa universidad el país entero está invirtiendo en las nuevas generaciones una cantidad enorme de recursos". Nos indican que también en el trato con el profesorado, que se encuentra a total disposición del alumnado. "Eran 3 profesores para una clase de 11 alumnos".
En un caso concreto que le ocurrió a Jordi, "recuerdo haber tenido un problema y uno de los profesores concretar una videollamada por Zoom a las 8 y media de la noche", un horario que se considera muy tarde en países como Suecia. "Era increíble ver cómo invertían en nosotros y en las generaciones futuras de ingenieros". Tanto Jordi como Jan, vista la calidad educativa, se han "quedado por el norte". En la actualidad, Jan reside en Reino Unido y Jordi hace lo propio en Noruega.
El buque de vela que cambiará el mundo
Este buque mercante nace de un proyecto conjunto de la Administración de Transportes de Suecia, la constructora de barcos Wallenius Marine y la consultora marítima SSPA. Todas ellas han unido esfuerzos y recursos en "la búsqueda de un buque mercante más sostenible y más económico de operar". Actualmente alrededor del 90% del transporte mundial pasa por los barcos mercantes a combustión y el wPCC, como así lo han bautizado, quiere terminar con ello.
Una proporción inmensa que se traduce en una de las fuentes de contaminación más representativas. El secreto del nuevo buque en el que han participado pasa por el diseño de las velas. Este sistema "se asemeja más a las alas de un avión" que a las velas tradicionales de material textil que podemos encontrar en embarcaciones como veleros. Además, son orientables 360 grados para captar la corriente de viento y conseguir empujar al barco.
Jordi Adroer i Gras trabajó en la estructura interna del buque, concretamente todo lo relacionado con el diseño del anclaje de las velas a la quilla del barco y del estudio de esfuerzos. Por su parte Jan Urquizo estaba dentro del equipo de dirección de maniobrabilidad del buque. En este último caso, el diseño se centró en un mecanismo de dirección que pudiera ser dirigido con control remoto (para el modelo a escala) y desarrollar unas palas que pudieran provocar fuerzas laterales suficientes como para contrarrestar el par resultante de las velas.
En cuanto a la estructura interna de Jordi, nos comenta que trabajaron en 5 diseños antes de elegir el que, seguramente, termine yendo a bordo del buque. "Al final optamos por la disposición que hemos denominado árbol de Navidad". Una especie de pirámide unida a la quilla que soportará todas esas fuerzas. Las propuestas de los estudiantes, entre los que se encuentra este par de españoles, pasarán después a ser revisadas por un equipo de ingenieros de Wallenius Marine.
El barco, según el modelo planeado, será internamente diseñado para el transporte de coches. "Podrá llevar entre 7.000 y 8.000 vehículos dependiendo del tamaño", nos aseguran. Posicionándose como el barco de este tipo con mayores dimensiones jamás construido y, por supuesto, el velero más grande del mundo.
El casco del barco fue encargado a SSPA y a partir de ahí se fueron desarrollando los diferentes elementos. El wPCC cuenta con 5 velas de unos 80 metros con función retráctil para cuando el mal tiempo se encuentre con el buque. De esta forma, se consigue menos resistencia con el aire y el balanceo será notablemente menor. Tendrá unos 210 metros de eslora, 39 de manga y un calado de 8,5 metros. Eso sí, tardará alrededor de 12 días en cruzar el Atlántico en lugar de los 7 que tarda actualmente un buque mercante con propulsión a combustión.