Las infraestructuras críticas de Ucrania están siendo uno de los objetivos principales de las tropas rusas invasoras. Con Kiev prácticamente en manos de Putin y sin que las sanciones de la OTAN —de la que España es miembro— hayan surtido efecto alguno, los ucranianos están defendiendo algunos aeropuertos clave cerca de la capital como el que da cobijo al avión en activo más grande y pesado del mundo.
[Siga en directo la última hora del ataque de Rusia a Ucrania]
El Antonov An-225 tiene su base en el aeropuerto de Hostomel, situado a escasos kilómetros al noroeste de Kiev, y ha sido uno de los puntos calientes de enfrentamientos entre las fuerzas armadas de Rusia y Ucrania. Según Dmytro Antonov, capitán de la aerolínea Antonov que opera la aeronave, la base cayó en manos de las fuerzas rusas, "pero el An-225 no está dañado", apuntaba desde las redes sociales. Pero todo estaba a punto de cambiar.
Algunos reportes señalaron que en la mañana del 25 Ucrania había recuperado el control del aeropuerto, pero a eso del mediodía —hora de España peninsular— medios estatales rusos informaron que unos 200 helicópteros habían desplegado militares en los alrededores. Cayendo nuevamente en sus manos. Al cierre del artículo, las noticias sobre el estado del Antonov son contradictorias aunque parece que sigue de una pieza.
El gigante soviético
Como la inmensa mayoría de aeronaves civiles o militares que sobrevuelan hoy los cielos rusos o ucranianos, el Antonov An-225 es fruto de un programa militar soviético. En particular, de uno que pretendía diseñar y construir un avión de carga gigante que sirviera de método de transporte al programa espacial al igual que Estados Unidos había acondicionado uno de sus Boeing 747.
El objetivo era poder acarrear encima del fuselaje del An-225 los trasbordadores espaciales clase Buran y los propulsores de los cohetes Energia. Despegó por primera vez en 1988 y siguió realizando algunos vuelos de pruebas hasta 1990. Todos los planes se desmoronaron al mismo tiempo que la Unión Soviética dejó de existir y, para entonces, tan solo una unidad de An-225 estaba completamente terminada y operativa mientras que una segunda quedó a medias.
En 1994, el avión se almacenó por un tiempo indeterminado y el siguiente paso tomado por el fabricante —que había quedado en suelo ucraniano, donde actualmente está su base de operaciones— fue canibalizar los 6 motores para instalárselos a varias unidades de Antonov An-124 que siguieron operativas.
Los trabajos para restablecer el An-225 no se reanudaron hasta 2001 entrando oficialmente en servicio en mayo de ese mismo año al recibir su certificado de aeronavegabilidad. Precisamente, el 11 de septiembre de 2001, el avión rompió con todos los récords de carga aérea jamás vistos cargando 4 carros de combate con un peso de casi 254 toneladas a una altitud de 10.750 metros y a 763 kilómetros por hora.
Desde entonces, y salvo momentos de mantenimientos puntuales, el Antonov An-225 ha servido como la mayor plataforma aérea de carga del mundo. Se necesitan 6 tripulantes para operar la aeronave que cuenta con 84 metros de longitud (el doble que un avión de Ryanair) por 88 de envergadura y un peso en vacío de 285 toneladas.
Sus 6 motores son capaces de alcanzar los 850 kilómetros por hora, ascender hasta 11.000 metros y mantener el vuelo durante 15.400 kilómetros con los tanques llenos. En cambio, su autonomía disminuye hasta los 4.000 kilómetros al transportar 200 toneladas en su bodega.
Lanzar satélites y pandemia
Además de como avión de transporte de cabecera del programa espacial soviético, para el que realmente no trabajó en muchas ocasiones, el Antonov ha tenido algunos pretendientes también relacionados con el cosmos. La agencia espacial AICC (Airspace Industry Corporation of China) se interesó en el segundo An-225 que nunca se terminó de completar como base de lanzamiento de satélites a 12.000 metros de altura.
Antonov y la AICC firmaron un acuerdo por el que el fabricante ucraniano iba a reanudar los trabajos de construcción de la segunda unidad abandonada y China —tras obtener los permisos oportunos— iba a abrir una línea de montaje del An-225 en su territorio. Ambos movimientos con claro enfoque en la renovación tecnológica de esta segunda saga de aeronaves que todavía acarreaba los sistemas soviéticos.
Pero finalmente no se llevó a cabo. Cuando ambas partes terminaron de cerrar el negocio ya era el año 2016 y las relaciones entre Ucrania y Rusia no eran boyantes. Por lo que el material necesario para continuar con la fabricación del Antonov An-225 no iba a traspasar la frontera.
Otra de las misiones más importantes del avión de carga se pudo ver en plena pandemia. En los meses más duros fue clave para el transporte internacional de suministros médicos y material sanitario gracias a su capacidad. Tanto fue así que Donald Trump, por entonces presidente de Estados Unidos, contrató sus servicios y el de otros Antonov más pequeños para proveerse de ellos.