Con los precios de la energía por las nubes y el debate nuclear a pleno rendimiento tanto en la Unión Europea como en España, ingenieros y grandes empresas de todo el mundo siguen buscando alternativas viables y seguras para las centrales nucleares tradicionales. La última en sumarse a estos planes por desarrollar nuevas soluciones energéticas es Mitsubishi Heavy Industries, que pretende desarrollar y comercializar microrreactores nucleares tan pequeños como para ser transportados en camión antes del final de la próxima década.
Hasta que despegue la tan deseada pero aún esquiva fusión nuclear, candidata a energía limpia del futuro, el desafío energético a nivel global y la creciente amenaza del cambio climático necesita proyectos tan innovadores y ambiciosos como este: busca generar 500 kilovatios de potencia en un reactor de 3 metros de ancho, 4 de alto y un peso inferior a las 40 toneladas.
Al ser más pequeños, más flexibles y más asequibles, estos reactores compactos y móviles pueden emplearse en redes eléctricas de menor dimensión y construirse en lugares de difícil acceso o zonas afectadas por catástrofes, donde las grandes centrales no serían prácticas dado su elevado coste y la complejidad de su construcción.
Energía segura
El plan de Mitsubishi es que su iniciativa sirva para suministrar energía de reserva en lugares como hospitales o sustituir generadores eléctricos alimentados con diésel, la única fuente de electricidad para comunidades remotas o emplazamientos industriales.
La prioridad es que la seguridad sea superior a la de los reactores convencionales, ya que la idea es que funcionen cerca de regiones pobladas. Para garantizar que no hay ningún riesgo, el núcleo, los refrigerantes y los demás componentes de los microrreactores estarán encerrados en contenedores herméticamente cerrados y las necesidades de mantenimiento serán mínimas.
Como combustible, el sistema utilizará uranio altamente enriquecido hasta que se agote, sin necesidad de reemplazo durante aproximadamente 25 años. Una vez consumido, el mini reactor al completo podrá ser recuperado y almacenado sin generar nuevos residuos tóxicos. Lo más factible es que se instalen bajo tierra, con el fin de reducir el riesgo de desastres naturales o posibles ataques terroristas.
Uno de los puntos críticos de los reactores nucleares es el refrigerante que utilizan, la sustancia líquida o gaseosa que pasa a través del núcleo y elimina el calor de la reacción de fisión nuclear. Para evitar cualquier riesgo de catástrofe, los microrreactores de Mitsubishi utilizarán material de grafito en estado sólido, un superconductor térmico diseñado para rodear el núcleo y transferir el calor al sistema de generación de energía. En caso de accidente, el exceso de calor se elimina mediante la refrigeración natural del entorno.
Precio y viabilidad
Al estar en plena fase de desarrollo, todavía no disponen de una cifra definitiva de lo que costarán estos microrreactores, pero un cálculo aproximado sitúa su precio en torno a las decenas de millones de dólares, sensiblemente inferior a los 5.000 millones de euros que es necesario invertir para construir una central nuclear capaz de generar 1,2 gigavatios. El coste del kilovatio-hora, sin embargo, sería mayor al de un reactor convencional, pero similar al que supone en la actualidad suministrar energía a islas situadas a gran distancia de los continentes.
Lo que se buscan son soluciones capaces de generar energía de forma eficiente y flexible y, sobre todo, rápida. Su producción en fábricas y su traslado posterior permitiría reducir el tiempo y los materiales de construcción en el emplazamiento, en contraste con los grandes reactores nucleares, que exigen grandes inversiones a largo plazo y un lapso de entre 5 y 10 años hasta su puesta en marcha definitiva.
Competencia feroz
La reciente aprobación por parte de la Comisión Europea de la nueva "taxonomía verde", que incluye la energía nuclear y el gas como energías sostenibles (en contra de las intenciones de España) augura un mayor esfuerzo por parte de gobiernos y empresas para revolucionar el sector energético sin perder de vista la reducción en la de gases de efecto invernadero.
Entre los proyectos puestos en marcha en los últimos años destaca el de TerraPower, empresa estadounidense fundada por Bill Gates en 2006 que está detrás de Natrium, un reactor rápido de sodio que se combina con un sistema de almacenamiento de energía de sales fundidas, cuatro veces más eficiente que un reactor de agua ligera. Financiado con ayuda del Programa de Demostración de Reactores Avanzados del Departamento de Energía de Estados Unidos pretende simplificar los tipos de reactores hasta ahora existentes. Todos los equipos no nucleares se emplazarán en edificios separados, lo que reducirá la complejidad de la instalación y su coste, que también se beneficiará de la reducción del 80% del hormigón de clase nuclear necesario para su construcción.
A la carrera también se suman startups como la danesa Seaborg Technologies, que pretende construir barcos que hagan las veces de centrales nucleares antes de 2025. La idea de la movilidad es clave y aquí se refuerza con la seguridad y eficacia que prometen los reactores de sal fundida. Según sus estimaciones, el barco podría generar electricidad durante 24 años, mientras utiliza parte de la energía para generar agua desalinizada y combustible de hidrógeno.
Por su parte, China ha sido el primer país en fabricar e instalar un pequeño reactor modular (SMR), capaz de contribuir con 200 megavatios a la red eléctrica del país desde su construcción en la bahía de Shidao, situada en el este del gigante asiático. En lugar de agua, el reactor calienta helio para producir energía. Y esta es solo una de las múltiples iniciativas de la empresa estatal China General Nuclear Power Corp., que invertirá cerca de 400.000 millones de euros en construir 150 nuevos reactores durante los próximos 15 años, lo que convertiría al país de la Gran Muralla en la primera potencia nuclear del mundo.
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