El prácticamente infinito presupuesto con el que Estados Unidos riega cada año a sus Fuerzas Armadas permite que consigan sacar adelante programas armamentísticos de todo tipo. Es su manera de liderar las tecnologías que marcarán el poder militar del futuro más cercano. Mientras España continúa con el desarrollo de su nuevo submarino Isaac Peral, al otro lado del Atlántico ya apuestan por los sumergibles sin tripulación, pero con unas capacidades de ataque y espionaje muy avanzadas.
El proyecto estrella es el denominado Orca, un encargo del Departamento de Defensa estadounidense a la compañía Boeing, que se encuadra dentro de los Vehículos Submarinos No Tripulados Extra Grandes (XLUUV, de sus siglas en inglés). Tras varios meses en los que el desarrollo se ha llevado bajo el más absoluto de los secretos, el jefe del programa de sistemas marítimos no tripulados de la Navy, Scott Searles, acaba de hacer una actualización de estado del programa.
"Boeing está construyendo 5 Orcas, el primero de los cuales comenzará las pruebas en el agua a finales de este verano", ha comentado el propio Searles. Eso implicará un retraso de aproximadamente 5 meses respecto a la fecha —en abril— originalmente marcada, según recoge Sea Power Magazine.
"Conseguir armar este gran submarino diésel no tripulado y luego ponerlo en el agua es un gran reto", ha dicho Searles en el 15º Simposio Internacional de Tecnología de Minas de la Asociación de Guerra de Minas. "Poder tener los componentes juntos, hacer una verificación de ajuste y luego una verificación en el agua es un paso importante en el desarrollo del programa".
Una Orca gigante
El comienzo —oficial— del programa Orca comenzó cuando la Navy adjudicó a Boeing un contrato de 40 millones de dólares en 2017 para el desarrollo de un vehículo submarino autónomo. Tan solo 2 años después, y viendo el relativo éxito del desarrollo, la misma rama naval adjudicó otros 43 millones con el pedido en firme de 4 unidades del XLUUV, que tomaba como base al Echo Voyager, un desarrollo realizado por la propia Boeing de un sumergible más pequeño.
En total, tras incorporar una quinta unidad a la lista de pedidos pendientes, el contrato ascendió a 274,4 millones de dólares para esta primera flota. Por el momento, se desconoce si la Marina incorporará más Orcas en el futuro. Lo que sí ha trascendido es que Boeing junto con Huntington Ingalls Industries —astillero encargado de la construcción— apostaron por un diseño modular para el XLUUV que le ha permitido crecer en tamaño.
En concreto, se ha instalado un módulo central de transporte de unos 10 metros, especialmente ideado para el transporte de minas, según Searles, llegando a una eslora de 25 metros en total y unas 8 toneladas de capacidad de carga. Este espacio también será multipropósito, ya que puede servir desde almacén de esas minas submarinas hasta ser el lugar donde se instalará una sonda para el mapeo del fondo oceánico, según The War Zone.
Y es que, entre las condiciones que la Marina puso a Boeing, se encuentra la de que el Orca pueda llevar a cabo misiones de vigilancia submarina, guerra electrónica y barrido de minas. Pero la intención es ir mucho más allá: se espera que se integren torpedos y misiles de crucero y que sirva como plataforma de despliegue de drones aéreos en el futuro.
El propio Pentágono describió en 2019 al Orca como un submarino con potencial de actualización que le permita "aprovechar los avances tecnológicos y responder a los cambios de amenazas" a medida que vaya trascurriendo la vida útil.
En cuanto al sistema de propulsión, los primeros reportes indican que empleará una hélice envuelta en una pieza que reduce sensiblemente el ruido bajo el agua. Un sistema que ya utilizan algunos submarinos y barcos de guerra de la Navy de Estados Unidos.
Asimismo, la motorización elegida es una híbrida diésel-eléctrica que permite un almacenamiento de energía en baterías para la propulsión de la hélice. Los encargados de recargar esas pilas serán unos motores de combustión que se activarán únicamente cuando el submarino se encuentre en la superficie del agua. Se espera que el Orca pueda alcanzar varios meses de autonomía ininterrumpida a una velocidad de crucero de 5,5 kilómetros por hora.
Si bien el resto de especificaciones técnicas se mantienen bajo secreto, sí se conocen las propias del Echo Voyager en el que se basa el Orca. Este submarino autónomo tiene una eslora de 15,5 metros en su versión más básica con una velocidad máxima de 15 kilómetros por hora y una capacidad de inmersión de 3.300 metros.
El Echo Voyager puede moverse tan solo con baterías a una velocidad máxima de 5 kilómetros por hora con una autonomía eléctrica de 240 kilómetros. Contando con los depósitos de combustible que recargan las baterías, dispone de un tiempo de uso entre repostajes de unos 6 meses con un rango de acción de 12.000 kilómetros.
Minas clandestinas
Junto con el Orca, el Departamento de Defensa de Estados Unidos está impulsando varios proyectos de armamento submarino. Emplear submarinos autónomos y con capacidades furtivas mejoradas respecto a los modelos tripulados permite, sobre el papel, realizar despliegues de minas o llevar a cabo ataques mucho más cerca del enemigo.
Un concepto muy similar al que ya se aplica ampliamente en el campo de la aviación con los drones, solo que aplicado al entorno submarino. "Necesitamos construir ese prototipo inicial y comenzar a emplearlo para ver si podemos cumplir los requisitos para hacer ese conjunto de misiones", según declaró el año pasado James Kilby, subjefe de operaciones navales para requisitos y capacidades de combate en la Navy.
Una de las armas de las que se tiene constancia es la denominada Clandestine Delivered Mine (Mina Desplegada Clandestinamente, en español) que se compone de un artefacto submarino de aspecto cilíndrico sobre la que se sabe realmente poco.
Otro proyecto es el del Hammerhead (Cabeza de martillo) que se compone de un torpedo que espera en el lecho marino 'escuchando' a los enemigos para, en el momento correcto, atacar y causar el mayor daño posible.
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