A cualquiera le sonrojaría, pero a él, no. Ya saben cómo son nuestros políticos: nada, o casi nada, les avergüenza.
Al mismo tiempo que el juez José Castro investiga las obras de su casa, la sede del PP, su presidente, complaciente y más feliz que una perdiz, nos hace un regalo prenavideño a todos los ciudadanos, a usted también, de cara a las elecciones del 20-D: “voy a seguir gobernando porque es lo que le conviene a España”.
O sea: no es por él, ni por su ego; ni para su satisfacción, ni como consecuencia de sus intereses: es por nosotros. Ah, muy bien. Pues gracias, Mariano; supongo. Puede que ni usted ni yo se lo hayamos pedido, y puede que tampoco lo hagamos en diciembre, pero aún así Rajoy, generoso y magnánimo, ofrece su figura al frente del ejecutivo otros cuatro años más, para felicidad y placidez, habrá que suponer, de la ciudadanía. Porque, ya saben: es lo que nos conviene a todos.
Y no se preocupen: su cabeza, la que pedirá Ciudadanos a cambio de pactar con el PP en un determinado escenario post-electoral, no corre peligro. Hasta él mismo lo dice: la tiene bien colocada y no contempla cambiarla de sitio.
Mientras tanto, a la vez que el líder popular convoca elecciones y entra en modo pre-campaña de forma automática, presentando un balance para enmarcar, la estrategia de no hacer nada se le revuelve un poco más en territorio catalán. Allí nada se detiene.
Porque, quizá sintiéndose especialmente fuerte tras el inesperado apoyo de cinco diputados podemitas, la presidenta de un parlamento aún autonómico clama, oficialmente, un más delirante que apasionado “Viva la República Catalana” al concluir su alocución.
Vaya. Algún día habrá que hacer algo al respecto de los cargos públicos que desprecian –o tal vez ignoran, por ser optimistas-, el carácter esencial de las instituciones que presiden.
La ex presidenta de la Asamblea Nacional Catalana, Carme Forcadell, considera a España su rival, y apuesta sin dudarlo por quebrantar la legalidad española. Su presidencia al frente del Parlament supone otra grieta más para Rajoy, y una especialmente peligrosa que suma de forma exponencial a favor del renovado desafío independentista.
El presidente, que tiene su sede investigada por la Justicia, aspira a seguir viviendo en el Palacio de la Moncloa. Ni la operación Púnica ni el caso Gürtel; ni Correa ni Bárcenas; ni Matas ni Rato. No es que nadie dimita en España: es que aquí no hay quien se sonroje.