“Per fare un tavolo ci vuole il legno. Per fare il legno ci vuole l' albero. Per fare l’albero ci vuole il seme. Per fare il seme ci vuole il frutto. Per fare il frutto ci vuole il fiore… Per fare il tavolo ci vuole un fiore”. Aprendí esta canción hace treinta y tantos años. La letra es de Gianni Rodari, el pedagogo y periodista que marcó a generaciones de escolares en Italia con sus mensajes eco-pacifistas. Hace unos días cantaba esto de que hace-falta-una-flor-para-todo con un grupo de compañeros de clase a la luz de un fluorescente en la calle Modesto Lafuente, a pocos pasos de nuestro colegio, el Liceo italiano de Madrid. Acabábamos de celebrar sus 75 años y en un ataque de nostalgia salieron hasta versos en dialecto emiliano que aún hoy tienen poco sentido y que como Ci vuole un fiore se han quedado grabados como ninguna otra palabra. Lo que aprendemos primero es lo que nos acompaña siempre, lo que nos pertenece más que cualquier otro aprendizaje posterior.
Por eso, psicólogos y políticos están de acuerdo en que la mejor inversión para una sociedad es aquella que se hace en la educación preescolar y primaria. Son los años clave en que se forma el individuo y en que se sientan las bases de lo que será. La buena educación temprana es también la mejor arma contra la desigualdad, la posibilidad de dotar al niño de herramientas para progresar más allá de sus circunstancias. La clave es un buen comienzo. Los efectos se notan décadas después. Los niños que han entrado pronto en preescolar tienen mejores resultados en escritura o matemáticas cuando tienen 15 años, según la OCDE.
Desde hace un par de años es la obsesión del presidente Barack Obama, que ha mencionado la educación temprana hasta en el discurso sobre el estado de la Unión. Según un documento de la Casa Blanca de diciembre de 2014, por cada dólar invertido en educación temprana la sociedad sacará 8,60 dólares de beneficio, la mitad derivada del salario superior que conseguirán aquellos que hayan recibido pronto mejor educación.
En España, la educación temprana sigue sin ser una prioridad presupuestaria en comparación con países como Francia, Italia o Hungría. El gasto total en educación sigue por debajo de la media de la UE, en parte por la baja natalidad. Pero lo que falla en especial es cómo se gasta ese dinero.
La educación más temprana y sus elevados costes ni siquiera están en el debate político como lo está por ejemplo la calidad de las universidades. La propuesta del PSOE de educación universal de 0 a 18 se queda en la brocha gorda, sin detalles sobre cómo mejorar la cualificación de los profesores o la atención pública en el principio de la escolarización. Tampoco he escuchado a "nuevos" políticos como Albert Rivera o Pablo Iglesias rozar este asunto. En España esta prioridad se escucha en debates de grupos como Politikon, la red de profesores que ha cambiado la manera de hablar de política.
El progreso de un país depende a menudo de esos primeros años clave en la formación de sus individuos. Como decía Gianni Rodari, "los niños vienen del futuro". Y para que ese futuro sea mejor hace falta algo más que una flor.