Resumen de lo publicado. -Pla entrevista al diputado Martínez Barrio acerca del escándalo del estraperlo que ha golpeado fuertemente al Partido Radical del que formaba parte.
- Serán solo unos minutos, señor diputado…
Estaban en el lujoso hall del Gran Casino, en plena calle de Alcalá, y Martínez Barrio se detuvo al pie de la alfombrada escalera de mármol para atenderle, mientras se excusaba con los compañeros de partido que lo acompañaban. Pla sabía que el republicano había tenido una infancia complicada; de ahí su carácter reconcentrado, receloso. Cuando se encaraba con la prensa hablaba poco y despacio y sin mirar directamente a los ojos, salvo si pretendía intimidar a alguien. La mano con que le había saludado era blanda; no daba ese enérgico apretón que se llevaba en Madrid. Aunque no fuera altivo, lo parecía, quizás para compensar el excesivo desarrollo pectoral que lo obligaba a echar atrás la cabeza con gesto claramente defensivo. No era bajo y sus rasgos pálidos y despejados con el pelo muy pegado al cráneo eran correctos, pero el pecho salido y unas caderas excesivas causaban una impresión poco agradable. Por lo demás parecía que viviese en perpetua cautela, como si ocultara siempre un secreto.
- Estoy profundizando en el asunto del estraperlo, para mis lectores de La Veu, y visto que usted fue durante mucho tiempo la mano derecha del señor Lerroux y miembro destacado del Partido Radical…
- Del que hace más de un año me separé, como bien sabrá. Pero le concedo unos minutos -dijo Martínez Barrio, con su deje sevillano. Pese a sus orígenes andaluces no era aficionado ni al toreo, ni a las ferias, ni al vino, ni al cante jondo. Era tan serio que costaba entender cómo había llegado a ser lugarteniente de Lerroux.
- En primer lugar, ¿qué le pareció el anuncio de la dimisión del señor Lerroux, y el que al día siguiente se retractara y le retirara la confianza que había depositado en el señor Alba como su sucesor dentro del Partido Radical?
- No me ha sorprendido, ya sabemos todos que don Alejandro tiene un carácter impulsivo. Cuando dijo que dejaba la jefatura estaba afectado, pensaría que no podía más. Pero al día siguiente se levantó con fuerza y volvió a coger la sartén por el mango. No es la primera vez que ocurre. De todas maneras, una de las características del señor Lerroux es su carácter luchador. No dejará que lo hundan tan fácilmente.
- ¿Qué piensa del procedimiento?
- Pienso, como su jefe el señor Cambó, que ha sido un error. El presidente de la República no puede recibir denuncias así. Si hay indicios de delito, corresponde tramitarlo por vía judicial. El procedimiento seguido por don Niceto ha sido irregular y nocivo para todos. Un Gobierno no puede acusarse a sí mismo.
- ¿Usted da crédito a los rumores de que hay una iniciativa política detrás de todo esto?
- Yo entiendo que ha sido una iniciativa del señor Strauss. Lo demás son especulaciones sin fundamento.
- Y usted que conoce al señor Lerroux, ¿le cree capaz de tanta corrupción?
Martínez Barrio dudó. La luz de la mañana, cada vez más otoñal, entraba por el portalón abierto. Las escaleras de piedra, a su lado, daban un marco modernista y adecuadamente sinuoso a la conversación.
- Don Alejandro es alguien de muy buen corazón, a quien puede a veces su generosidad… Yo le debo mucho y no haré leña del árbol caído. Además, la comisión ha dejado claro que el entramado de corrupción no afecta directamente al señor Lerroux.
- Y sin embargo cuando Marcelino Domingo se escindió del Partido Radical, fue por desacuerdos con la forma de proceder, en ciertos asuntos, del jefe del partido, ¿fue también su caso?
- La escisión de mi pequeño partido no se ha debido sino a la política parlamentaria. Yo siempre me he sentido de izquierdas, y la alianza del Partido Radical con la CEDA de Gil-Robles nos obligaba a escorarnos tan excesivamente a la derecha, que algunos miembros del ala progresista del partido y yo mismo ya no nos sentíamos ni cómodos ni representados. Ha sido la mejor solución.
- ¿Tuvo algo que ver en ello el señor Alcalá-Zamora? Hay quien consideró su llegada a la jefatura del Gobierno, en su momento, como un premio a su sedición…
- Por supuesto que no. Y ahora, si me lo permite…
Entregas anteriores
En casa de Lerroux (4 de noviembre de 1935)
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Mañana miércoles 6 de noviembre, Largo Caballero explica a Companys que la guerra de Cataluña no es la suya.