Las encuestas anticipan un hecho incontrovertible: en la próxima legislatura habrá, por primera vez en el Congreso, más diputados a favor de reformar la Constitución que de mantenerla tal y como está. Más de dos tercios de la Cámara los ocuparán representantes del PSOE, Ciudadanos, Podemos y formaciones nacionalistas que proponen en sus programas cambios de calado; algunos no sólo son asumibles, sino necesarios para regenerar la vida política española.
No será un camino fácil. Habrá que encontrar puntos de encuentro en cuestiones muy sensibles, pero hay datos para el optimismo. Podemos, que hasta hace pocas fechas era el partido más radical, que proponía una enmienda a la totalidad y la apertura de un proceso constituyente, ha moderado su discurso. La presencia de Pablo Iglesias este domingo en el Congreso para festejar el 37º aniversario de la Carta Magna es harto elocuente.
La Constitución necesita pasar la ITV. No es un problema de chapa y pintura, de un lavado de cara. Pero tampoco hay que demolerla para empezar desde cero. Hay tres áreas sobre las que se puede y debe actuar: las reglas de juego democrático -cuestiones como la ley electoral, el Poder Judicial, el adelgazamiento de la Administración o el funcionamiento y financiación de los partidos-, el modelo territorial y los derechos sociales.
Reformas en tres áreas
El apartado más urgente es el que tiene que ver con la regeneración. Hay un hartazgo de la sociedad al que hay que dar respuesta. España necesita mayor calidad democrática. La mayoría de partidos se han mostrado sensibles y no debería ser una quimera acordar una reforma ambiciosa.
El punto más controvertido es el del modelo de Estado. La propia Constitución del 78 lo dejó abierto, con una redacción ambigua. Desde luego, la propuesta de Podemos de permitir referendos de autodeterminación en cada autonomía es inasumible porque supondría trocear la soberanía.
Nuevos horizontes en el siglo XXI
Por último, para el reconocimiento de nuevos derechos sociales habría que afinar mucho. Comprometer por ley una parte del presupuesto anual podría ser catastrófico en función de los ciclos de la economía.
Este domingo se ha festejado la Constitución, la más fructífera de nuestra historia. Pero para conservar su espíritu será necesario actualizarla. La de 1978 solo ha sido retocada en dos ocasiones, en cuestiones necesarias pero de carácter técnico: para permitir el voto de los ciudadanos comunitarios en las elecciones municipales y para compremeterse con el resto de Europa en el objetivo de la estabilidad presupuestaria. Ha llegado el momento de buscar nuevos horizontes con una Constitución más cercana a la realidad española del siglo XXI.