La pelea entre Sánchez y Rajoy en el debate del lunes no tuvo nada de extraordinario. Sánchez debía resucitar y resucitó, rastreramente. Supongo que si hubiese podido resucitar elegantemente, habría resucitado elegantemente, porque a todos nos gusta ser elegantes. Pero a estas alturas (o bajuras) de su enterramiento solo le quedaba la opción rastrera.
Hizo bien, porque en realidad respondía a la misma lógica del Nodo de Rajoy en la televisión pública con el cantante de rancheras: se trataba de conseguir a cualquier precio lo que hacía falta electoralmente. Sánchez estuvo antes, sí, pero con él daba igual: siguió como enterrado sonriente entre los cojines.
El presidente, en cambio, tenía urgencia por salir del plasma, aunque fuese en la pecera de risas guionizadas de Bertín. Este fue literalmente su partera: lo trajo a la vida, como persona humana. (Autoahorcándose, dicho sea de paso, con el cordón umbilical del bebé de la barba canosa).
El caso es que, una vez metidos en el frenesí de los garrotazos, Sánchez y Rajoy estuvieron vivos: parecían tártaros disfrutando con la sangre, en uno de esos abrazos bélicos que parecen eróticos. Fue entonces cuando destacó el cadáver del que moderaba.
La decrepitud de Campo Vidal me hizo pensar que, contra lo que apunté en una columna anterior, quizá el miedo de Rajoy no era tanto que lo vieran con alguien más joven (Rivera, o el propio Sánchez), como que no lo vieran con alguien más cascado. Rajoy, en fin de cuentas, no quería ser el más cascado de la reunión. Algo que conseguía con Campo Vidal presente. Quizá a un debate de cuatro con Campo Vidal moderando, Rajoy habría dicho que sí...
Campo Vidal, por lo demás, estuvo bien: profesional. Profesional no de los debates políticos sino de la televisión: permitiendo el espectáculo. El silencio que me inquietó fue otro suyo, pero de hace unos meses.
Quizá recuerden un vídeo de este verano en que aparecía Pablo Iglesias diciendo que en Europa no hay democracia. De sus burradas fueron testigos el prestigioso Manuel Castells y el propio Campo Vidal (era la presentación de un libro del primero, que este moderaba). Castells (¡el prestigioso Castells!) asentía durante la intervención de Iglesias.
Cuando retoma la palabra (m. 56:48 del vídeo completo) dice que comparte “enteramente” su análisis, el prestigioso. Campo Vidal, por su parte, no dice nada al respecto. En una mesa que él modera se dice que en Europa no hay democracia (en esa misma Europa en la que él modera debates democráticos) y el hombre no dice nada. Esa es la cuestión.