El columnista de lunes poselectoral, que debe escribir su columna el domingo (electoral), está condenado a llegar sobrio a una fiesta de borrachos. Cuando el lector lea esto se habrá emborrachado ya del resultado y andará bailando o dándose cabezazos por las paredes, llorando o brindando con cava (o “con champán del bueno”, como decía la Pantoja). Y ahora llego yo, sin haber probado gota, con mi voz antiquísima de ayer tarde.
A nuestro Jaime Gil de Biedma le gustaba citar esta autodefinición del estadounidense Wallace Stevens: “Soy un poeta de domingo con conciencia de lunes”. Vale también para el columnista de domingo. Yo escribo en medio de esta fiesta de todos los españoles con la conciencia de que mañana unos estarán chamuscados y otros no. En mi domingo hay una sombra que se habrá disipado el lunes. Aunque un sol brilla hoy, y seguirá brillando: el de la justicia (¡la anaximándrica justicia, que es para todos pero solo la aprecian los adultos!).
Pase lo que pase, gane quien gane, los votantes se lo habrán merecido, porque serán ellos quienes lo habrán propiciado. Siempre hay gobernantes que pueden engañar al pueblo: pero en estas elecciones solo se habrá engañado el que se haya querido engañar. Las cartas han estado todas bocarriba.
Entre los partidos nuevos, Albert Rivera ha hecho una mala campaña, y eso es malo; y Pablo Iglesias ha hecho una buena campaña, y eso es peor.
Rivera llegaba fuerte: como “candidato del establishment” y “del Ibex 35”; es decir, como candidato institucionalista, que es la mayor heterodoxia en esta España de estetas. Pero se desdibujó en una vaporosidad incomprensible, arrastrado por esa “ilusión” de su lema que nos preocupaba a quienes considerábamos que su fuerte debía ser la “razón”.
Iglesias, por su parte, logró colocar un concepto clave en el momento clave, cuando estaba perdiendo: “remontada”. Con esta palabra lograba dos cosas beneficiosas para él: el reconocimiento (como astuto jugador) de que estaba abajo y la llamada a volver a subir. En las encuestas ha funcionado, y el lector ya sabrá si ha funcionado también en las urnas.
Esto último sería preocupante. El lapsus de Iglesias con el título de Kant no era una broma, sino un síntoma: Ética de la razón pura apunta a un inconsciente totalitario. Lástima que nadie mencionara al Kant más pertinente ahora: el que definía la Ilustración como la mayoría de edad de la humanidad. Azufre puro (¡volteriano azufre!) en estos tiempos de infantilismos, de populismos. De domingos sin conciencia de lunes, aunque con lunes.