Pancho murió de un infarto. Maca fue atropellada mortalmente. Lola perdió la vida al saltar por la ventana. Cuca casi se desangró tras lanzarse sobre una puerta de cristal. Hay más nombres. Más historias. Más dolor. Tres de estos cuatro perros han muerto entre Nochebuena y Nochevieja. Y el cuarto está muy grave. Son víctimas de los habituales y malditos fuegos artificiales y petardos navideños y han llenado de tristeza y desolación los hogares donde eran considerados parte activa de la familia.
“Su pequeño pero enorme corazón no resistió el terror de esta absurda tradición navideña”, escribía Rosa, la dueña de Pancho, un yorkshire que cayó fulminado el 24 de diciembre por el estruendo de una ráfaga de petardos mientras paseaba por el Rincón de la Victoria (Málaga). Maca salió despavorida de su casa al empezar los fuegos artificiales, cruzó a toda velocidad la calle y un coche se la llevó por delante. Lola, una caniche menuda y hogareña, estaba tranquilamente sentada en su cojín hasta que una bomba atómica disfrazada de petardo estalló y en un ataque de pánico se lanzó por la ventana. Cuca, que ha logrado sobrevivir milagrosamente, se tiró una y otra vez sobre la puerta de cristal que daba al exterior en un intento de huir no se sabe muy bien ni de qué ni hacia dónde cuando empezaron a tronar unos fuegos artificiales cerca de su hogar. En unas fotos colgadas por la madre de Cuca en las redes sociales pueden verse los rastros de sangre en torno a la puerta; en el texto que acompaña las imágenes, Espe escribe: “Los petardos la vuelven loca. Me la encontré con la cabeza pillada entre el cristal y la salida de gatos. Faltó muy poco para que se degollara ella sola”.
Totó, yorkshire como Pancho y miembro destacado de la familia Baeta, pasó unas campanadas horribles porque a los rectores municipales de Pozuelo de Alarcón no se les ocurrió otra idea mejor que celebrar el nuevo año con una gran sesión de fuegos artificiales. ¡Puta gracia! ¡Pero qué leches nos pasa en este país que sólo nos divertimos gritando, petardeando o puteando al primer animal que tenemos por delante! Los veterinarios lo tiene muy claro: los petardos y fuegos artificiales provocan en nuestros animales de compañía –perros y gatos fundamentalmente– estrés, angustia, taquicardia, temblores, falta de aire, náuseas, aturdimiento, pérdida de control, miedo atroz y muerte. La noche de autos Totó empezó a temblar y gemir con la última campanada y no se tranquilizó hasta bien entrada la madrugada. Afortunadamente el corazón le aguantó bien, la puerta de la calle estaba cerrada y las ventanas también. Lo más que hizo fue refugiarse debajo de nuestra cama para tratar de calmar su latir desbocado. Allí recibió el nuevo año.
#Noseaspetardo reza el hashtag que ha puesto en marcha el diario Sur de Málaga y la Protectora de Animales y Plantas de esta provincia con la imposible misión de sensibilizar a los insensibles.
Como no tengo mucha fe en el ser humano me despido con un eslogan que leí no hace mucho en la prensa argentina: “Lo que para vos es una fiesta… para ellos es un infierno. En estas fiestas hace algo original. Prendete un petardo en el orto”. Dicho queda.