Si una imagen vale más que mil palabras, basta ver el puñado que han dejado este miércoles el Congreso y el Senado -dentro y en sus aledanos- para darse cuenta de que empieza un tiempo nuevo. Ya sabíamos de antemano que estas Cámaras recién estrenadas son las que cuentan con más jóvenes, con más mujeres y con más políticos novatos de la historia, y que por primera vez presidirá la Cámara Baja un diputado que no pertenece al grupo mayoritario. Lo que no imáginabamos era el espectáculo de charangas, vítores, lágrimas, indumentarias, maneras chocantes, juramentos pintorescos y hasta un bebé utilizado como estrella mediática con los que Podemos adornaría su entrada en el Parlamento para convertirse en el auténtico protagonista de la jornada.
Ese show ha supuesto un baño de realidad, particularmente para el PP y para el PSOE. En las filas populares cunde el pasmo, más que por el exotismo que marcó la jornada, por la constatación de que la victoria del 20-D puede acabar siendo más amarga de lo que pareció ya aquella noche electoral. Los formalismos que tradicionalmente han marcado la vida del Parlamento han saltado hechos añicos el primer día para disgusto de un PP que sabe que va a tener que caminar entre arenas movedizas. Sus críticas algo desaforadas a Carolina Bescansa por el oportunismo de llevar a su bebé al hemiciclo son todo un síntoma.
Extraparlamentarismo en el Parlamento
Los socialistas, por su parte, comprobaron que los diputados de Pablo Iglesias han llegado con el cuchillo en la boca, exhibiendo su iconografía provocadora y comportándose como una fuerza extraparlamentaria en el Parlamento para seguir pretendiendo que representan al pueblo y a la gente de la calle frente a la casta. Eso aleja bastante el pacto de la izquierda al que aspiraba Pedro Sánchez.
La estrategia de Iglesias viene condicionada por la dependencia que tiene respecto de sus socios nacionalistas, cuyas prioridades rupturistas se pusieron de manifiesto en el momento de jurar la Constitución. Dado que para ellos los referéndums de autodeterminación son innegociables y el PSOE no los va a admitir, a Iglesias no le queda margen de maniobra.
Cambia la música, veremos la letra
Albert Rivera, crecido por el pacto en la Mesa del Congreso que le convierte en el verdadero árbitro de la Cámara, demostró estar rápido de reflejos al afearle a Iglesias su comportamiento poco constructivo. Tras un mal cierre de campaña y unos resultados por debajo de las expectativas, Ciudadanos está demostrando que ha ido al Parlamento a ganar apoyos a base de hacer política.
Si algo ha quedado claro tras el comienzo de la legislatura es que la música ha cambiado y, en algunos casos, chirría. Pero lo decisivo es comprobar si también cambia lo más importante: la letra. A partir de este momento, PP, PSOE y Ciudadanos tienen en su mano lograr un acuerdo de gobernabilidad que dé estabilidad a España y evite volver a convocar elecciones.