Me saqué la teta allá donde encartó durante los seis meses que estuve dando de mamar a Mi Moco. Desde delante de una cámara en directo en el programa en el que trabajaba hasta un domingo cualquiera comiendo en los indios de Lavapiés. Nada tan cómodo como llevar incorporado el buffet libre y enchufar al infante para alimentarlo bien rico. Por no decir que disfruto normalizando cualquier acto excepcional que pueda escandalizar lo más mínimo, ya sea alimentar teta mediante o comer gambas chuperreteándome los dedos. Todo vale para que se fijen en mí y escuchen lo que digo.
Por trabajar en la Cámara Baja, Carolina Bescansa dispone de guardería. Puede dejar allí a su hijo Diego, darle la teta y regresar a su puesto de trabajo sin ni siquiera haber mojado los empapadores que llevamos las lactantes para no lucir ese manchurrón a la altura de la teta del inoportuno subidón de leche. Que encima hasta huele a leche agria; algo que incomoda sobremanera a los presentes. A nosotras no, a ustedes.
La diputada de Podemos no quiso usar la guardería, se acompañó de otra persona más, imagino que por si Diego decidía comportarse como lo que es: un niño de teta y, colocándoselo en la cadera, se plantó con él en el hemiciclo donde el bebé evidenció mucho más respeto por la Cámara de lo que ha demostrado en toda una legislatura Celia Villalobos. Y a ésta la han reelegido vicepresidenta del Congreso.
Me importa bastante poco si Carolina Bescansa lo hizo por llamar la atención o por activismo "feminazi" si quieren usar el vocablo más disparatado de cuantos he leído sobre el tema. Yo que no puedo llevar a mi niño al trabajo (igualito que las cajeras de supermercado) ni tengo chacha filipina en casa que me lo cuide, me he sentido bastante más representada por Bescansa que por muchas otras madres diputadas. Parece como si el modelo de madre política solo pudiera ser el de la que pasa de puntillas sin que nos enteremos de que lo son (de estas hemos tenido a patadas) o las que voluntariamente no cumplen la baja maternal y se reincorporan al mes y medio escaso de haber parido (a estas se las entrevista hasta en las revistas de moda).
Pero madres de teta, no.
Que se ande con ojo la número 3 de Podemos. Nuestra clase política no ha demostrado nunca llevarse bien con las tetas que se exhiben: ese mismo hemiciclo le cerró las puertas en 1987 a una actriz porno elegida diputada italiana en las urnas con el argumento de que no fuera a sacarse una teta delante de sus señorías y tuviéramos un disgusto.
Ojalá fueran solo piojos lo que tanto miedo da a sus señorías.