La renuncia de Pablo Iglesias a solicitar a la Mesa del Congreso la creación de cuatro grupos parlamentarios para sus 69 diputados no borra la imagen de chalaneo y esperpento protagonizada por los padres de la patria en la última semana. Los ciudadanos han asistido, escandalizados, a todo tipo de argucias con el único objetivo de sacar tajada. Y todo ello en lo que se presumía como el inicio de la legislatura de la nueva política.
La experiencia ha sido tan bochornosa que debería llevar a modificar lo antes posible los reglamentos del Congreso y del Senado que, en su actual redacción, permiten adulterar el sentido de la representación. Con buen criterio, Ciudadanos acaba de reclamar una modificación de las reglas que regulan las Cámaras, argumentando que el cambalache en que se ha entrado con la cesión de parlamentarios constituye «fraude de ley».
Podemos se presenta como víctima
Aún así, Podemos ha presionado hasta última hora para conseguir cuatro grupos con los que lograr más dinero, más portavoves y más protagonismo en los debates. Era una batalla perdida. En eso, al menos, el Reglamento del Congreso es claro. No pueden formar grupo parlamentario separado "los diputados que, al tiempo de las elecciones, pertenecieran a formaciones políticas que no se hayan enfrentado ante el electorado". Dado que Podemos concurrió a los comicios de la mano de Compromís y las Mareas, deben formar un solo grupo.
La respuesta de Íñigo Errejón, achacando a "la cerrazón y el inmovilismo" de la Mesa del Congreso la imposibilidad de formar cuatro grupos parlamentarios es un burdo intento por seguir presentándose como víctima de "la casta". Al contrario, el episodio viene a ratificar, en realidad, que Pablo Iglesias sólo tiene 42 diputados de los 69 nominales, y que se ve obligado a hacer gestos a esos otros 27 que son producto de sus alianzas territoriales. A ellos les había prometido una portavocía individual imposible.
Normas que acrecientan la 'cupulocracia'
Por lo pronto, Podemos sólo pudo inscribir este martes a 65 diputados como miembros de su grupo porque los cuatro de Compromís van a intentar por su cuenta obtener su propia representación. El gesto indica que existe un malestar de fondo que anuncia tormentas para el futuro.
Para tratar de maquillar este fracaso, Errejón, diputado y responsable de la Secretaría Política de Podemos, insistió en que garantizará autonomía de funcionamiento y una portavocía a cada una de las sensibilidades nacionalistas que conviven en el seno del grupo parlamentario, y que ha bautizado como "agrupaciones parlamentarias". Habrá que ver, en la práctica, cómo se sustancia eso que ahora no pasa de ser un trabalenguas.
En todo este intento por conseguir grupo parlamentario, con estrategias y alianzas enfocadas a obtener beneficios de todo tipo, subyace una concepción espuria de lo que debe ser el Parlamento. El sujeto central y de derecho de las Cámaras deberían ser los diputados y senadores, y no los grupos parlamentarios. Esa configuración actual convierte la democracia ya no en una partitocracia, sino en una cupulocracia, en la que el representante del pueblo pasa a ser poco menos que un mandado de las cúpulas de sus formaciones. Puesto que hay que regenarar, habrá que empezar por el propio Parlamento.